Opinión
Las trompetas del fomentismo
Suenan estridentes las trompetas del fomentismo por estos tiempos. Hemos de considerar, tal cual lo hemos volcado aquí en anteriores notas, que se ha producido un reavivamiento de la actividad fomenteril en distintos barrios del partido de Olavarría y, en tal caso, la situación ha permitido expandir incluso las fronteras antes conocidas, con nuevas entidades que se han formalizado.
El vínculo del dirigente, o de quien pretende llegar a serlo, con los vecinos, es harto importante. Definido como un “concejal sin sueldo”, la mujer o el hombre que se dedican a esta noble instancia, han de ponerse al servicio de su prójimo, en muchas ocasiones, las 24 horas de cada jornada.
Proteger una familia que se deshilacha, asistir a una parturienta o colaborar con la construcción de una vivienda, son algunas apenas de las pluri funciones que cumple un ser que se perfila en su zona. El fomentista ve la problemática de su barrio todo el año, no es alguien que aparece tres meses antes de una elección y después se pierde en lontananza.
El fomentismo a ultranza es pura pasión. No es una emoción momentánea. Y, siguiendo ese razonamiento, mis amigos, en diversas horas, se ha de enfrentar a críticas y a malos tragos. Golpeando quizá, infructuosamente, la “puerta marrón”.
Pero el devenir de la modernidad, inscribe distintos tópicos dignos de un análisis sincero y detenido. Uno de los ítems a considerar, lo representa la enorme distancia, la separación incalculable, que existe entre las entidades “grandes”, con sede, estructura amplia y un abanico extendido de tareas por cristalizar, y las instituciones “chicas”, que, en la praxis, carecen de lugar propio y han de remontarse siempre más al ingenio para ir concretando sueños.
Primera cuestión, entonces, la brecha. Hete aquí que, ante este panorama, habrá que observar de cerca la solidaridad que puedan tener o no, los más “poderosos” con los que cuentan con menos recursos.
Otro bocadillo de discusión hoy en día, lo sujeta el rol efectivo de la entidad madre, o sea la “Federación”, creada con el enérgico fin de ser un nexo directo entre las Juntas Vecinales y Sociedades de Fomento, con las autoridades de turno. “Propiciar ante los poderes públicos la adopción de medidas o sanción de leyes u ordenanzas de beneficio general o colectivo”, Artículo 1, inciso b) del Estatuto de la “Federación”.
Con tal contexto teórico, hay voces, mis lectores, que señalan un refrán impactante: “Federación”, expresan, no nos representa”. Terrible concepto que enerva la piel.
Ahora bien, ¿qué ingredientes contiene esta singular opinión? Es, reiteramos, una mención muy dura de digerir, así nomás. La entidad primordial ha venido atravesando una serie de procesos de desgaste y no ha podido alzar su cabeza como hubiesen deseado ciertos referentes barriales y propios componentes del organismo.
El núcleo fue bombardeado en reiteradas oportunidades por agentes extraños, a saber: a) Intereses partidarios; b) Negocios personales de unos pocos; y c) La formación de las “Mesas de Gestión Territorial”, que en el devenir, demostraron una ardua e hiriente flecha contra el impulso fomenteril de aquellos años.
Más allá de los nombres, de los operadores en las sombras, ocultos “monjes negros”, y de los avatares soportados, se ha perdido demasiado tiempo a raíz de contingencias negativas prácticamente unidas unas con otras.
Los esfuerzos por mutar el daño, se han hecho, pero no alcanza todavía. Y eso ,lo reconocen absolutamente todos los ángulos. Surgen así los descreídos, los desvalidos, los intranquilos, y los luchadores también por qué no, que susurran la cantinela atendible de la no representatividad.
Por ahí no se han sentido estimulados. Ni siquiera acompañados. Y los dardos contra la “Fede”, continúan, cual saga ininterrumpida. Algunos aprovechan la circunstancia para arribar, aunque sea verbalmente, adónde nunca han estado en forma corpórea. Otros notan que falta mayor empuje y lo gritan sin mesura. Los perfiles que quieren darle en un porvenir no muy lejano, son variopintos.
No es tan complicado entender la paleta de posiciones. Lo concreto es averiguar las auténticas intenciones de cada individuo. Porque el tema no es solo poseer la llave del cofre, sino saber luego cómo se manejará el tesoro.
Suponer que hay mal intencionados dando vueltas en la calesita, es muy tajante. Sin embargo, son fomentistas también los que exponen tal idea. El desafío pasa, pues, por interpretar que sucederá en el ciclo “post Petty”, si es que ella no va por su reelección como líder de la “Fede”.
Dicen algunos que no hay por qué temer un aluvión y conciben una “Federación” de consenso. Con un Presidente surgido de la voluntad de todos, o por lo menos, de una gran mayoría. Hoy, más de 30 instituciones están en condiciones de sufragar.
Y para completar el círculo, un grupo de referentes se lanzó, luego de meditar un tanto, en aras de una ilusión controversial por excelencia: la construcción de un Partido Vecinalista lleno de fomentistas “puros”, no contaminados por la “partidocracia”. Eso narra su tarjeta de presentación.
“Estamos cansados de ser utilizados como punteros políticos y nos hartaron con incumplidas promesas”, reza un luminoso cartel del novel entramado.
No es o no será, un Partido de la “Federación”. Sino un movimiento aglutinador de referentes de los barrios y las localidades que anhelen multiplicar esta semilla polémica.
“Queremos ser la VOZ y no el ECO”. Más claro, echale agua. La pulseada no obstante, se visualiza, divorciando sin pausa. Los defensores a ultranza del nuevo partido, valoran la necesidad de meter un edil que lleve el ritmo candente de los sectores olvidados. Los detractores aman otras alternativas, también serias y para estudiar.
Por Mario Delgado.-
Opinión
Lo bueno de tener prioridades
Tener prioridades es realmente óptimo: sugiere, entre otras cosas, que el individuo o los gobiernos de los tres niveles, poseen un criterio juicioso, y cuentan, además, con un proyecto de vida de largo alcance.
Marcar las cuestiones a realizar o resolver con premura, habla bien y nos habilita a creer que hay una contemplación completa de la realidad, y, en base a tal visión, se planea un estricto núcleo de objetivos a cumplimentar.
Marchar por la senda sin rumbo, sin norte ni guía, es mala o necia, al menos, señal. Por tal motivo se interpela siempre a cada quien, contar con una agenda al alcance de la diestra. Y activar los hilos en consecuencia, desde luego.
A propósito, este pequeño marco introductorio pretende depositarnos, mis amigos, en un ítem crucial para la concreción individual y colectiva como ciudadanos plenos. Y, conviene por cierto mencionar, la imposibilidad de seguir guitarreando en esta temática que ofreceremos, y desprenderla lo antes posible, de fanatismos partidistas. Me refiero en concreto a la Educación nuestra, en esta nación gloriosa.
Se ha difundido hace horas atrás un informe contundente por parte de la señora Ministra de Educación de CABA que sentencia con supina espontaneidad, los vericuetos de la niñez y adolescencia que no transitan por un camino elogiable en materia de aprendizaje, llegando a terminar la Primaria o estar en Tercer Año de la Secundaria y no saber leer y escribir sin yerros y tampoco poder comprender y explicar con palabras propias, un texto cualquiera.
Tamaña deficiencia se ata, en cierta manera, al tiempo de parálisis escolar impreso por la pandemia y la sucesión de cuarentenas. Podríamos asimilar tal contingencia en mayor o menor talante; sin embargo las deducciones del informe van más allá del proceso frontal del Covid 19 y sus medidas aleatorias. El problema a aceptar sin disimulos ni excusas mantiene firme la idea de que, en rigor de verdad, hay un drama previo, un dilema estructural que se agudizó con el virus chino, pero no es solamente esta reciente etapa dispar, entre la virtualidad y la ausencia en las aulas.
Aún se agrega otro condimento no menor: se ha hecho un relevamiento entre una determinada cantidad de chicos, de entre 12 y 16 años, para averiguar si logran captar los subtítulos de las películas habladas en inglés u otro idioma, en cines o dispositivos hogareños. El análisis resulta desalentador, puesto que la gran mayoría, expresa no alcanzar a leer en tiempo real los zócalos correspondientes, no por interferencias en la visión, sino por no saber leer de corrido.
El temido abandono del noble hábito de la cotidiana lectura, es una incómoda piedra puntiaguda en el calzado. Y no se notan visos de mejoría.
Como daño colateral, por otra parte, del virus coronado, se ha comprobado que alrededor de 600.000 alumnos en el territorio nacional y 200.000 en la Provincia de Buenos Aires, no retornaron a sus establecimientos educativos al abrirse la famosa y tardía presencialidad.
Un escándalo, sin objeciones de ninguna naturaleza. ¿Y ahora, quién carga con semejante cruz social? Porque, ¿alguien puede aseverarnos que tales pibas y pibes, volverán raudos a sus obligaciones escolares, al ser visitados por un docente o asistente social?
Una auténtica lástima que redobla la apuesta a constatar en qué sitio hemos colocado a la educación. Obvio, que ha descendido varios peldaños de cómo supo hallarse situada otrora.
Por Mario Delgado.-
Opinión
Te acostumbrás
Un amigo, un poco mayor que yo, me graficaba ayer que, en rigor de verdad, los argentinos nos vamos acomodando, nos adaptamos, con suma ductilidad, aunque refunfuñemos, a ciertas cuestiones demenciales que debieran sacarnos de quicio y movilizarnos de otra manera.
“Te acostumbrás”, me pontificó, despejando incluso con tal frase, cualquier sombra de duda que pudiera subsistir aún. No hay pena ni atropello que no se nos haya puesto de manifiesto, y, sin embargo, continuamos erguidos como sociedad y metidos cada quien en lo suyo.
La escasa atención que le brindamos a los sucesos del entorno, tal vez tenga mucho que ver con las instancias personales de cada sujeto. Las ocupaciones son cada vez más en base a que el dinero rinde menos.
Se naturaliza la opción del mayor esfuerzo y la gente dispuesta, sale en pos de ganarse el cada día más caro, pan vital. Una pequeña gran gragea, un botoncito de muestra que nos revuelve la panza, pero, reitero, no todavía como la contingencia requiere de un pueblo auténticamente agobiado y harto.
Los niveles de corrupción piramidal se elevan a la enésima potencia, revolean bolsos con dinero mal habido en conventos o cuentan plata afanada en sendos videos virales, y todo gira sin más que algún comentario atrevido, desafiando a la ya incorporada manía de soportar y sobrellevar el drama, las culpas de otros.
No se hace ni siquiera un necesario gasoducto y luego llegan los “verseros” de siempre, con excusas y mensajes altisonantes. Y los robadores de vacunas contra el Covid se pasean orondos, dando cátedras seguro, de cómo fomentar el buen turismo ahora que todo mundo acató órdenes salvadoras. Hipócritas impíos, exonerados por el poder, como un tal Firmenich o un viscoso Verbitsky. Falsedades convertidas en relatos presumiblemente verídicos, para entretener a la platea boquiabierta, que no despierta.
En tal contexto de locura y terror, no escasean los heridores del campo, los que nada saben del trabajo aguerrido de los productores chicos o medianos, y demonizan al sector, olvidando que de ahí emana el 65 % de lo que consume el argentino.
Y nos quedaría chico el espacio para ir citando con mayúsculas, si lo desean, los yerros y las tropelías de los poderosos que se apoltronan en sus sillones, bebiendo en copas de oro, el sudor de los humildes.
Ya probaron el sabor de dominar a una población encerrada y muerta de miedo e incertidumbre y van a ir por más perversidades. Porque no les importa subsanar las necesidades básicas, ni mejorar la calidad de vida del ser humano; sólo ansían llenar sus propias arcas, permanecer y ampliar la red de mantenidos por el Estado, que son los votantes cautivos, los temerosos que no se irán del redil por no perder sus planes sociales.
Mientras la inflación consume las billeteras y separa a familias enteras, ahorcadas y sin solución, al tiempo que la inseguridad y la droga incrementa su paso fuerte y mortal, se encienden los doble discursos, las linternitas de los jetones de ocasión, charlatanes de bar, sin programas efectivos para mutar tanta mugre.
Te acostumbrás, es cierto y penoso, a convivir con la putrefacción y contemplar sin esperanzas el panorama difuso del país que amás.
Por Mario Delgado.-