Opinión
Opinión: Yo, acuso
Los prolegómenos y los sucesos post Sesión Especial del jueves 29, son para desglosar con los oídos abiertos y la mente dispuesta.
Indudable es, mis amigos, que las consideraciones que se advirtieron dentro y fuera del recinto legislativo, requieren un tratamiento especial también.
No estamos ante hechos menores, sino de gravísimas incidencias, puesto que se viene navegando en un mar borrascoso de acusaciones, denuncias sobre presuntos aprietes y la intencionalidad firme de un sector político, al menos, de comprar la voluntad de algunos mayores contribuyentes.
Y ni hablar de la enorme disposición de personal uniformado que rodeaba la adyacencia de la Sociedad Española, entidad anfitriona de las reuniones del poder deliberante local.
No son cuestiones para minimizar o echar en saco roto. Revisten en todo caso, lectores del alma, una sumatoria preocupante. ¿Es acaso el resultado de una sociedad cada jornada más proclive a la violencia?
Y además, los vapuleos que se observaron dentro de la sala, ¿formarán parte en el futuro también del devenir legislativo? Los discursos, a su turno, eran una tea hirviendo. Y el plus histriónico de los muchachos del Sindicato de Trabajadores Municipales y su mensaje impreso en un colorido folleto, repartido entre las bancas, cual documento fundacional. Y el sobrevuelo constante de una visión criteriosa contundente: algo se estaba yendo de sus normales actitudes. O cauces.
Es comprensible de todos modos, que nos hallamos frente a una puja muy atrapante. Los que creían que iban a ganar, perdieron en el año 2.015 y ahora van con los botines dispuestos en cada tema que sale a la palestra. Para colmo, ya hay quienes empiezan a manifestar disconformidades puntuales con el actual Gobierno Municipal.
Pero, no obstante tales invitaciones a las chicanas, servidas en bandejas de plata, no podremos dejar en el archivo esta pesadita semana, donde se ha dicho y se ha sospechado, bastante de muchos.
Ustedes saben que hay relatos o fábulas que culminan con una moraleja, o sea, con una breve y concisa enseñanza sobre tal o cual asunto. La subrayable lección de este hierro candente es muy simbólica y debiera pesar en los ánimos de los protagonistas. Porque, permítanme ser incisivo, las trompetas sonaron con estruendo y hasta un veterano periodista de fuste, fue tocado por la embestida.
El pizarrón nos hace entonces, hoy, varias preguntas a nuestras conciencias: ¿Qué podremos esbozar del tranza que vende drogas a cualquier hora del día, en cualquier barrio? ¿Qué diremos de la incesante ola de inseguridad que nos asola, con pistoleros incluidos, y salas periféricas que optamos por cerrar? ¿Cómo criticar los estadios de violencia que se notan hasta en un partido de fútbol de menores, si en el HCD, los señores ediles, han de debatir custodiados por la ley?
En Olavarría se yuxtaponen las cavilaciones y las acciones concretas. Quien no lo sienta así, bien pudiera caminar un poco los barrios y percibir angustias y frustraciones. Se añora vivir en paz, puteando al otro, al que cruzó mal por la calle. Se insiste en virar y se introducen algunos en increíbles formas de ver y leer la política.
No se han expuesto todavía nombres propios de los presuntos culpables de apretar e inducir a votar de una determinada manera, a cambio de prevendas. Todo queda medio entre grisáceas bambalinas. Mas los vecinos comunes, aunque sea de rebote, se van enterando que el río está revuelto.
Y esto, recién empieza. Prepárense, porque de aquí en más, todo es posible. Hasta el desmadre más impensado.
Por Mario Delgado.-
Opinión
Lo bueno de tener prioridades
Tener prioridades es realmente óptimo: sugiere, entre otras cosas, que el individuo o los gobiernos de los tres niveles, poseen un criterio juicioso, y cuentan, además, con un proyecto de vida de largo alcance.
Marcar las cuestiones a realizar o resolver con premura, habla bien y nos habilita a creer que hay una contemplación completa de la realidad, y, en base a tal visión, se planea un estricto núcleo de objetivos a cumplimentar.
Marchar por la senda sin rumbo, sin norte ni guía, es mala o necia, al menos, señal. Por tal motivo se interpela siempre a cada quien, contar con una agenda al alcance de la diestra. Y activar los hilos en consecuencia, desde luego.
A propósito, este pequeño marco introductorio pretende depositarnos, mis amigos, en un ítem crucial para la concreción individual y colectiva como ciudadanos plenos. Y, conviene por cierto mencionar, la imposibilidad de seguir guitarreando en esta temática que ofreceremos, y desprenderla lo antes posible, de fanatismos partidistas. Me refiero en concreto a la Educación nuestra, en esta nación gloriosa.
Se ha difundido hace horas atrás un informe contundente por parte de la señora Ministra de Educación de CABA que sentencia con supina espontaneidad, los vericuetos de la niñez y adolescencia que no transitan por un camino elogiable en materia de aprendizaje, llegando a terminar la Primaria o estar en Tercer Año de la Secundaria y no saber leer y escribir sin yerros y tampoco poder comprender y explicar con palabras propias, un texto cualquiera.
Tamaña deficiencia se ata, en cierta manera, al tiempo de parálisis escolar impreso por la pandemia y la sucesión de cuarentenas. Podríamos asimilar tal contingencia en mayor o menor talante; sin embargo las deducciones del informe van más allá del proceso frontal del Covid 19 y sus medidas aleatorias. El problema a aceptar sin disimulos ni excusas mantiene firme la idea de que, en rigor de verdad, hay un drama previo, un dilema estructural que se agudizó con el virus chino, pero no es solamente esta reciente etapa dispar, entre la virtualidad y la ausencia en las aulas.
Aún se agrega otro condimento no menor: se ha hecho un relevamiento entre una determinada cantidad de chicos, de entre 12 y 16 años, para averiguar si logran captar los subtítulos de las películas habladas en inglés u otro idioma, en cines o dispositivos hogareños. El análisis resulta desalentador, puesto que la gran mayoría, expresa no alcanzar a leer en tiempo real los zócalos correspondientes, no por interferencias en la visión, sino por no saber leer de corrido.
El temido abandono del noble hábito de la cotidiana lectura, es una incómoda piedra puntiaguda en el calzado. Y no se notan visos de mejoría.
Como daño colateral, por otra parte, del virus coronado, se ha comprobado que alrededor de 600.000 alumnos en el territorio nacional y 200.000 en la Provincia de Buenos Aires, no retornaron a sus establecimientos educativos al abrirse la famosa y tardía presencialidad.
Un escándalo, sin objeciones de ninguna naturaleza. ¿Y ahora, quién carga con semejante cruz social? Porque, ¿alguien puede aseverarnos que tales pibas y pibes, volverán raudos a sus obligaciones escolares, al ser visitados por un docente o asistente social?
Una auténtica lástima que redobla la apuesta a constatar en qué sitio hemos colocado a la educación. Obvio, que ha descendido varios peldaños de cómo supo hallarse situada otrora.
Por Mario Delgado.-
Opinión
Te acostumbrás
Un amigo, un poco mayor que yo, me graficaba ayer que, en rigor de verdad, los argentinos nos vamos acomodando, nos adaptamos, con suma ductilidad, aunque refunfuñemos, a ciertas cuestiones demenciales que debieran sacarnos de quicio y movilizarnos de otra manera.
“Te acostumbrás”, me pontificó, despejando incluso con tal frase, cualquier sombra de duda que pudiera subsistir aún. No hay pena ni atropello que no se nos haya puesto de manifiesto, y, sin embargo, continuamos erguidos como sociedad y metidos cada quien en lo suyo.
La escasa atención que le brindamos a los sucesos del entorno, tal vez tenga mucho que ver con las instancias personales de cada sujeto. Las ocupaciones son cada vez más en base a que el dinero rinde menos.
Se naturaliza la opción del mayor esfuerzo y la gente dispuesta, sale en pos de ganarse el cada día más caro, pan vital. Una pequeña gran gragea, un botoncito de muestra que nos revuelve la panza, pero, reitero, no todavía como la contingencia requiere de un pueblo auténticamente agobiado y harto.
Los niveles de corrupción piramidal se elevan a la enésima potencia, revolean bolsos con dinero mal habido en conventos o cuentan plata afanada en sendos videos virales, y todo gira sin más que algún comentario atrevido, desafiando a la ya incorporada manía de soportar y sobrellevar el drama, las culpas de otros.
No se hace ni siquiera un necesario gasoducto y luego llegan los “verseros” de siempre, con excusas y mensajes altisonantes. Y los robadores de vacunas contra el Covid se pasean orondos, dando cátedras seguro, de cómo fomentar el buen turismo ahora que todo mundo acató órdenes salvadoras. Hipócritas impíos, exonerados por el poder, como un tal Firmenich o un viscoso Verbitsky. Falsedades convertidas en relatos presumiblemente verídicos, para entretener a la platea boquiabierta, que no despierta.
En tal contexto de locura y terror, no escasean los heridores del campo, los que nada saben del trabajo aguerrido de los productores chicos o medianos, y demonizan al sector, olvidando que de ahí emana el 65 % de lo que consume el argentino.
Y nos quedaría chico el espacio para ir citando con mayúsculas, si lo desean, los yerros y las tropelías de los poderosos que se apoltronan en sus sillones, bebiendo en copas de oro, el sudor de los humildes.
Ya probaron el sabor de dominar a una población encerrada y muerta de miedo e incertidumbre y van a ir por más perversidades. Porque no les importa subsanar las necesidades básicas, ni mejorar la calidad de vida del ser humano; sólo ansían llenar sus propias arcas, permanecer y ampliar la red de mantenidos por el Estado, que son los votantes cautivos, los temerosos que no se irán del redil por no perder sus planes sociales.
Mientras la inflación consume las billeteras y separa a familias enteras, ahorcadas y sin solución, al tiempo que la inseguridad y la droga incrementa su paso fuerte y mortal, se encienden los doble discursos, las linternitas de los jetones de ocasión, charlatanes de bar, sin programas efectivos para mutar tanta mugre.
Te acostumbrás, es cierto y penoso, a convivir con la putrefacción y contemplar sin esperanzas el panorama difuso del país que amás.
Por Mario Delgado.-