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Opinión

Opinión: ¿Fomentistas concejales?

Volvemos al ruedo mediante esta columna con relación a una cuestión que, hoy por hoy, mis lectores apreciados, divide aguas fomenteriles: ¿Podría ser factible allanar los senderos para que algún señor, o señora, fomentista, llegue a convertirse en edil?

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Volvemos al ruedo mediante esta columna con relación a una cuestión que, hoy por hoy, mis lectores apreciados, divide aguas fomenteriles: ¿Podría ser factible allanar los senderos para que algún señor, o señora, fomentista, llegue a convertirse en edil?

Los movimientos telúricos se palpan. Las posiciones se contraponen, exponiéndose en distintos ámbitos y con diferencia sustancial de argumentos.

Son varios los intentos que mantienen ocupados a referentes barriales y a otro tipo de referente también, del espectro sindical, en conseguir seducir con la firme idea y proposición sustancial, de que es imperiosa casi la necesidad de que los fomentistas, ocupen una banca en la Legislatura vernácula.

La punta de lanza de tal proyecto, se afila constantemente. El ítem más globalizado para acarrear agua para este molino de pensamiento, transfiere a las entidades y a la mismísima “Federación” del futuro, un desempeño elocuente, fundando las bases en, justamente, la presencia dirigencial en el espectro Deliberativo.

“No nos sentimos verdaderamente amparados, por eso acompañamos la lógica del concejal barrial”, me confesó un referente que arrancó su mandato cuando el 2.017 nacía. Con entusiasmo desbordante,  él y otros pares, creen con creciente convicción, que no sería tan difícil soñar con ese objetivo particular.

Sostienen, desde esa atalaya filosófica e ideológica, que un representante barrial atraería para sí, sería canal de cuanto proyecto ande dando vueltas en el universo fomenteril de todo el distrito olavarriense.

Confluiría entonces en esa figura homogénea la actividad, se centraría en un edil que asumiese desde el comienzo, el rol de “defensor a ultranza de las peticiones urbanas y suburbanas”.

Lógico es suponer, desandando ese camino, que tal persona deberá contar con un marco impactante de consenso entre sus similares. Deberá ser, cuando menos un “fomentador incansable de la unidad”. Caso contrario, no tendría quizá oxígeno en su haber para triunfar en las elecciones. O para ingresar al Concejo. Queda sobreentendido que desde barrios y localidades, instarían a sufragar por tal postulante, sin dudas de ninguna índole. Todo el fomentismo encolumnado detrás de un único oferente.

La victoria transcurriría en todo momento, por el hecho mismo de consagrarse edil. Claro que esto suscita variopintas  polémicas, entre ellas, ¿con cuál partido o frente político sería prudente ir? ¿Entrar al redil oficial o a la vertiente de oposición? ¿O, mejor fuese formar filas aparte, en una opción vecinalista?

La bocha gira suave sobre la arena. Y las voces se oyen, estridentes o por lo bajo. Pero se escuchan. Sólo hay que saber captar gestos y sueños. Y ver con los ojos de imparcialidad, puesto que habrá convencidos y habrá también, por qué no, espíritus interesados.

¿Quién está en el presente en condiciones de erigirse como líder de movimiento tan estridente y puntilloso? Las PASO son en agosto…

“Los ejemplos anteriores de fomentistas en el Concejo Deliberante, no han servido de mucho. No fueron provechosos en su periplo, para hacer avanzar al fomentismo”, nos dijo tajante y directo el señor Presidente de la Sociedad de Fomento de España y avenida Sarmiento, mientras compartíamos unos mates.

“Yo soy partidario de la Banca XXI y que se instrumente “ad honorem”, agregó el señor José Veyrand, quien incluso arrojó un misil de largo alcance hacia el horizonte: “¿Qué podría cristalizar en la práctica un solo edil, en un contexto de veinte voluntades? Se dedicaría con sumo esfuerzo a redactar Proyectos de Comunicación que, en el mejor de los días, quizá logre que le aprueben alguno. Pero de allí, a la gloria, hay un trecho insalvable”, concluyó enfático el dirigente.

Las charlas se propagan, no obstante. Y el debate es productivo. Por sí o por no, esa es la disyuntiva. Pero que el río suena, es verdad. Veremos que trae al final de la desembocadura.

Por Mario Delgado.-

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Opinión

Lo bueno de tener prioridades

Tener prioridades es realmente óptimo: sugiere, entre otras cosas, que el individuo o los gobiernos de los tres niveles, poseen un criterio juicioso, y cuentan, además, con un proyecto de vida de largo alcance.

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Marcar las cuestiones a realizar o resolver con premura, habla bien y nos habilita a creer que hay una contemplación completa de la realidad, y, en base a tal visión, se planea un estricto núcleo de objetivos a cumplimentar. 

Marchar por la senda sin rumbo, sin norte ni guía, es mala o necia, al menos, señal. Por tal motivo se interpela siempre a cada quien, contar con una agenda al alcance de la diestra. Y activar los hilos en consecuencia, desde luego. 

A propósito, este pequeño marco introductorio pretende depositarnos, mis amigos, en un ítem crucial para la concreción individual y colectiva como ciudadanos plenos. Y, conviene por cierto mencionar, la imposibilidad de seguir guitarreando en esta temática que ofreceremos, y desprenderla lo antes posible, de fanatismos partidistas. Me refiero en concreto a la Educación nuestra, en esta nación gloriosa. 

Se ha difundido hace horas atrás un informe contundente por parte de la señora Ministra de Educación de CABA que sentencia con supina espontaneidad, los vericuetos de la niñez y adolescencia que no transitan por un camino elogiable en materia de aprendizaje, llegando a terminar la Primaria o estar en Tercer Año de la Secundaria y no saber leer y escribir sin yerros y tampoco poder comprender y explicar con palabras propias, un texto cualquiera. 

Tamaña deficiencia se ata, en cierta manera, al tiempo de parálisis escolar impreso por la pandemia y la sucesión de cuarentenas. Podríamos asimilar tal contingencia en mayor o menor talante; sin embargo las deducciones del informe van más allá del proceso frontal del Covid 19 y sus medidas aleatorias. El problema a aceptar sin disimulos ni excusas mantiene firme la idea de que, en rigor de verdad, hay un drama previo, un dilema estructural que se agudizó con el virus chino, pero no es solamente esta reciente etapa dispar, entre la virtualidad y la ausencia en las aulas. 

Aún se agrega otro condimento no menor: se ha hecho un relevamiento entre una determinada cantidad de chicos, de entre 12 y 16 años, para averiguar si logran captar los subtítulos de las películas habladas en inglés u otro idioma, en cines o dispositivos hogareños. El análisis resulta desalentador, puesto que la gran mayoría, expresa no alcanzar a leer en tiempo real los zócalos correspondientes, no por interferencias en la visión, sino por no saber leer de corrido. 

El temido abandono del noble hábito de la cotidiana lectura, es una incómoda piedra puntiaguda en el calzado. Y no se notan visos de mejoría. 

Como daño colateral, por otra parte, del virus coronado, se ha comprobado que alrededor de 600.000 alumnos en el territorio nacional y 200.000 en la Provincia de Buenos Aires, no retornaron a sus establecimientos educativos al abrirse la famosa y tardía presencialidad. 

Un escándalo, sin objeciones de ninguna naturaleza. ¿Y ahora, quién carga con semejante cruz social? Porque, ¿alguien puede aseverarnos que tales pibas y pibes, volverán raudos a sus obligaciones escolares, al ser visitados por un docente o asistente social?

Una auténtica lástima que redobla la apuesta a constatar en qué sitio hemos colocado a la educación. Obvio, que ha descendido varios peldaños de cómo supo hallarse situada otrora. 

Por Mario Delgado.-  

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Opinión

Te acostumbrás 

Un amigo, un poco mayor que yo, me graficaba ayer que, en rigor de verdad, los argentinos nos vamos acomodando, nos adaptamos, con suma ductilidad, aunque refunfuñemos, a ciertas cuestiones demenciales que debieran sacarnos de quicio y movilizarnos de otra manera. 

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“Te acostumbrás”, me pontificó, despejando incluso con tal frase, cualquier sombra de duda que pudiera subsistir aún. No hay pena ni atropello que no se nos haya puesto de manifiesto, y, sin embargo, continuamos erguidos como sociedad y metidos cada quien en lo suyo. 

La escasa atención que le brindamos a los sucesos del entorno, tal vez tenga mucho que ver con las instancias personales de cada sujeto. Las ocupaciones son cada vez más en base a que el dinero rinde menos. 

Se naturaliza la opción del mayor esfuerzo y la gente dispuesta, sale en pos de ganarse el cada día más caro, pan vital. Una pequeña gran gragea, un botoncito de muestra que nos revuelve la panza, pero, reitero, no todavía como la contingencia requiere de un pueblo auténticamente agobiado y harto. 

Los niveles de corrupción piramidal se elevan a la enésima potencia, revolean bolsos con dinero mal habido en conventos o cuentan plata afanada en sendos videos virales, y todo gira sin más que algún comentario atrevido, desafiando a la ya incorporada manía de soportar y sobrellevar el drama, las culpas de otros. 

No se hace ni siquiera un necesario gasoducto y luego llegan los “verseros” de siempre, con excusas y mensajes altisonantes. Y los robadores de vacunas contra el Covid se pasean orondos, dando cátedras seguro, de cómo fomentar el buen turismo ahora que todo mundo acató órdenes salvadoras. Hipócritas impíos, exonerados por el poder, como un tal Firmenich o un viscoso Verbitsky. Falsedades convertidas en relatos presumiblemente verídicos, para entretener a la platea boquiabierta, que no despierta.

En tal contexto de locura y terror, no escasean los heridores del campo, los que nada saben del trabajo aguerrido de los productores chicos o medianos, y demonizan al sector, olvidando que de ahí emana el 65 % de lo que consume el argentino. 

Y nos quedaría chico el espacio para ir citando con mayúsculas, si lo desean, los yerros y las tropelías de los poderosos que se apoltronan en sus sillones, bebiendo en copas de oro, el sudor de los humildes. 

Ya probaron el sabor de dominar a una población encerrada y muerta de miedo e incertidumbre y van a ir por más perversidades. Porque no les importa subsanar las necesidades básicas, ni mejorar la calidad de vida del ser humano; sólo ansían llenar sus propias arcas, permanecer y ampliar la red de mantenidos por el Estado, que son los votantes cautivos, los temerosos que no se irán del redil por no perder sus planes sociales. 

Mientras la inflación consume las billeteras y separa a familias enteras, ahorcadas y sin solución, al tiempo que la inseguridad y la droga incrementa su paso fuerte y mortal, se encienden los doble discursos, las linternitas de los jetones de ocasión, charlatanes de bar, sin programas efectivos para mutar tanta mugre. 

Te acostumbrás, es cierto y penoso, a convivir con la putrefacción y contemplar sin esperanzas el panorama difuso del país que amás. 

Por Mario Delgado.-   

  

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 Farmacias de turno en Olavarría Facultad de Derecho