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Otra vez conflicto en el barrio Independencia: "Alborotá, nomás"
Aquellas peripecias barriales que solíamos percibir a través de los medios nacionales y que creíamos sólo patrimonio de algunos puntos cardinales más poblados y más conflictivos, hoy también nos rozan peligrosamente abriendo un denso abanico de preocupación y desasosiego. Por Mario Delgado.
La intensidad incluso de tales desmadrados episodios, nos colocan en permanente guardia. Y ya casi no se advierten distingos de sitios de acción de estos personeros del mal, puesto que pueden llegar a operar con sus acciones mal entrazadas, en cualquier zona y a cualquier hora del día.
Los ejemplos cunden las carpetas. Los miedos se huelen en el aire. Los ciudadanos requieren, empero, ser atendidos en sus reclamos y pedidos constantes de lograr existir medianamente en paz.
Pero una cosa es desear algo con énfasis sobrecogedor y otra muy distante, se observa, es concretar los anhelos y hacer desaparecer la manzana podrida del cajón.
El asunto es ultra delicado, por cierto. Y no reviste los enfermizos atenuantes que, todavía, algunas almas garantistas quieren darle a los violentos y “descarriados”.
La basura es basura, acá y en la China. Lo que ha venido acaeciendo es muy sencillo de pergeñar: se han subvertido los valores y las ideas de responsabilidad y de cómo encarar las tareas correspondientes, han ido colisionando con la praxis morbosa. Y llegamos a este plano bestial, en el cual pocos hampones, ponen en vilo a toda una ciudad.
A propósito, a un caso me remito: en la madrugada del domingo próximo pasado, a eso de las 4 horas, en el barrio “Independencia”, dos sujetos, uno de ellos menor de edad, dispararon una infinidad increíble de tiros en distintas direcciones y arengaban a la gente que dormía, al grito desaforado de: “Son todos ustedes cobardes”.
El alboroto comenzó a sentirse con ímpetu, recorriendo cada Monoblock. Los adormilados habitantes del complejo trataron inconscientemente, de resguardar la integridad de sus hijos. El zumbido de las balas, no cesaba.
No contentos con su locura, los díscolos se centraron en la ventana del departamento de un policía, del Monoblock Número 4. Decenas de impactos, dieron en las persianas.
La batahola construía de por sí, un clima irrespirable. Parecía un calco de alguna película olvidada del “Lejano Oeste”. Sin embargo, era en Olavarría que acontecía tal desmoronamiento de la sana convivencia.
Al rato el chillido de gomas y ulular de patrulleros, alertó a los malhechores que escaparon para ampararse en los laberínticos departamentos.
Los uniformados hurgaron unos minutos en derredor con resultado negativo. No hubo aprehendidos y la tensión se instaló otra vez en su punto de aparente normalidad. Hasta el venidero capítulo…
Por Mario Delgado.-




