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Opinión

Acá no ha pasado nada, señores

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La dinámica propia de los días que se suceden sin pausa, mis amigos, ha ido haciendo que, como sociedad, nos vayamos “aggiornando” a los noveles aconteceres, entonces ciertas situaciones problemáticas, han ocupado un segundo plano, sonando solo sus campanas, de vez en cuando.

Pero el ominoso silencio no es un sinónimo tajante de que las cosas negativas se han resuelto, en materia en esta ocasión, de educación y los menesteres inherentes a las aulas y a lo que deviene luego, fuera de las mismas.

Si debiéramos incluso golpearnos el pecho por como las autoridades educativas, los efectores de la educación en general, han olvidado un episodio dantesco que cubrió de sombras a un establecimiento privado, fuera de toda estigmatización por aquel momento.

No obstante a la profesora de Física Marita Prezzoli la apuñaló en el segundo piso del “San Antonio”, un lunes 11 de diciembre de 2.000, un alumno menor de edad, y tal herida le ocasionó el posterior deceso, luego de dos operaciones infructuosas.

Deslindar tal crimen es un error garrafal que nos ha traído consecuencias catastróficas en el ambiente escolar local.

Porque de ahí en más, nada se ha logrado en aras de recuperar una calidad de excelencia o una convivencia acorde al sacrosanto ámbito de las paredes de enseñanza.

Aunque yendo unos años más atrás, mis lectores, recalo una oportunidad más en algo que me contó a mediados de la década del noventa una Directora de Escuela Primaria: una alumna muy jovencita, había quedado embarazada producto de una violación hecha por un familiar directo.

Las muestras del botón han venido sobrando; no así las contraindicaciones de quienes han ejercido cargos y han tenido cierta cuota de poder como para contrarrestar el maloliente pus que se advertía.

No han sido pocos los que han escondido la cabeza y se han ocultado detrás de tibias excusas. Las Directoras han ido con quejas a sus superioras y éstas, para no perder puntaje, han obligado a callar y a no ahondar en la dramatización de los casos.

Y los focos infecciosos se propalaron sin barreras. Y la violencia se adueñó de aulas antes inmaculadas. Y vinieron docentes con carpeta médica, locos de tanto renegar.

Y sobrevinieron alumnos golpeadores de maestros y de pares. Y padres que defienden a sus críos frente al educador, para demostrar un cariño al hijo que, en realidad habría que ver si existe con tantas ínfulas.

Y se sobrevoló como nada por la inmundicia. Y los pibes empezaron a fumar porro en los baños como si tal actitud fuese un juego inocente y permitido. Y los márgenes del río se desdoblaron y ahora ¿quién le pone el debido cascabel al felino descarriado?

Pero los mismos papás centrados, no dan la cara. Porque temen por sus criaturas. ¿O acaso de balde hubo tan pocos papis en la movida de la escuela 76, este mediodía soleado y propicio para una marcha mucho más concurrida?

Es un punto de vista atendible el de los papás que no se exponen por miedo a la represalia de las bestias con sus descendientes. La imagen es todo.

Nadie está a salvo y eso es un axioma repetido en una comarca como la nuestra. Los émulos de los derechos del impetuoso, también han colaborado en este mundo al revés que hoy transitamos.

Un buen día, expulsaron a un chico insufrible de una Escuela y los proclives a vislumbrar las esferas cuadradas, hicieron tal escándalo que el pibe terminó recayendo en otro “cole”, donde siguió, envalentonado, haciendo sus correrías, pero ya sin restricciones.

No embromemos más, por favor. La precariedad de las declaraciones de los referentes educativos, es para el disgusto. Da lástima que no sitúen el punto sobre las “ies”.

Los consejeros escolares y el mismísimo Jefe Comunal debieran avenirse a convocar a la brevedad a un diálogo con quienes sea necesario y tratar de “emprolijar” la cancha. Porque Olavarría dejó de ser una fiesta, hace años. El quid es que algunos seres, no se han anoticiado aún.

Por Mario Delgado.-

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Opinión

Lo bueno de tener prioridades

Tener prioridades es realmente óptimo: sugiere, entre otras cosas, que el individuo o los gobiernos de los tres niveles, poseen un criterio juicioso, y cuentan, además, con un proyecto de vida de largo alcance.

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Marcar las cuestiones a realizar o resolver con premura, habla bien y nos habilita a creer que hay una contemplación completa de la realidad, y, en base a tal visión, se planea un estricto núcleo de objetivos a cumplimentar. 

Marchar por la senda sin rumbo, sin norte ni guía, es mala o necia, al menos, señal. Por tal motivo se interpela siempre a cada quien, contar con una agenda al alcance de la diestra. Y activar los hilos en consecuencia, desde luego. 

A propósito, este pequeño marco introductorio pretende depositarnos, mis amigos, en un ítem crucial para la concreción individual y colectiva como ciudadanos plenos. Y, conviene por cierto mencionar, la imposibilidad de seguir guitarreando en esta temática que ofreceremos, y desprenderla lo antes posible, de fanatismos partidistas. Me refiero en concreto a la Educación nuestra, en esta nación gloriosa. 

Se ha difundido hace horas atrás un informe contundente por parte de la señora Ministra de Educación de CABA que sentencia con supina espontaneidad, los vericuetos de la niñez y adolescencia que no transitan por un camino elogiable en materia de aprendizaje, llegando a terminar la Primaria o estar en Tercer Año de la Secundaria y no saber leer y escribir sin yerros y tampoco poder comprender y explicar con palabras propias, un texto cualquiera. 

Tamaña deficiencia se ata, en cierta manera, al tiempo de parálisis escolar impreso por la pandemia y la sucesión de cuarentenas. Podríamos asimilar tal contingencia en mayor o menor talante; sin embargo las deducciones del informe van más allá del proceso frontal del Covid 19 y sus medidas aleatorias. El problema a aceptar sin disimulos ni excusas mantiene firme la idea de que, en rigor de verdad, hay un drama previo, un dilema estructural que se agudizó con el virus chino, pero no es solamente esta reciente etapa dispar, entre la virtualidad y la ausencia en las aulas. 

Aún se agrega otro condimento no menor: se ha hecho un relevamiento entre una determinada cantidad de chicos, de entre 12 y 16 años, para averiguar si logran captar los subtítulos de las películas habladas en inglés u otro idioma, en cines o dispositivos hogareños. El análisis resulta desalentador, puesto que la gran mayoría, expresa no alcanzar a leer en tiempo real los zócalos correspondientes, no por interferencias en la visión, sino por no saber leer de corrido. 

El temido abandono del noble hábito de la cotidiana lectura, es una incómoda piedra puntiaguda en el calzado. Y no se notan visos de mejoría. 

Como daño colateral, por otra parte, del virus coronado, se ha comprobado que alrededor de 600.000 alumnos en el territorio nacional y 200.000 en la Provincia de Buenos Aires, no retornaron a sus establecimientos educativos al abrirse la famosa y tardía presencialidad. 

Un escándalo, sin objeciones de ninguna naturaleza. ¿Y ahora, quién carga con semejante cruz social? Porque, ¿alguien puede aseverarnos que tales pibas y pibes, volverán raudos a sus obligaciones escolares, al ser visitados por un docente o asistente social?

Una auténtica lástima que redobla la apuesta a constatar en qué sitio hemos colocado a la educación. Obvio, que ha descendido varios peldaños de cómo supo hallarse situada otrora. 

Por Mario Delgado.-  

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Opinión

Te acostumbrás 

Un amigo, un poco mayor que yo, me graficaba ayer que, en rigor de verdad, los argentinos nos vamos acomodando, nos adaptamos, con suma ductilidad, aunque refunfuñemos, a ciertas cuestiones demenciales que debieran sacarnos de quicio y movilizarnos de otra manera. 

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“Te acostumbrás”, me pontificó, despejando incluso con tal frase, cualquier sombra de duda que pudiera subsistir aún. No hay pena ni atropello que no se nos haya puesto de manifiesto, y, sin embargo, continuamos erguidos como sociedad y metidos cada quien en lo suyo. 

La escasa atención que le brindamos a los sucesos del entorno, tal vez tenga mucho que ver con las instancias personales de cada sujeto. Las ocupaciones son cada vez más en base a que el dinero rinde menos. 

Se naturaliza la opción del mayor esfuerzo y la gente dispuesta, sale en pos de ganarse el cada día más caro, pan vital. Una pequeña gran gragea, un botoncito de muestra que nos revuelve la panza, pero, reitero, no todavía como la contingencia requiere de un pueblo auténticamente agobiado y harto. 

Los niveles de corrupción piramidal se elevan a la enésima potencia, revolean bolsos con dinero mal habido en conventos o cuentan plata afanada en sendos videos virales, y todo gira sin más que algún comentario atrevido, desafiando a la ya incorporada manía de soportar y sobrellevar el drama, las culpas de otros. 

No se hace ni siquiera un necesario gasoducto y luego llegan los “verseros” de siempre, con excusas y mensajes altisonantes. Y los robadores de vacunas contra el Covid se pasean orondos, dando cátedras seguro, de cómo fomentar el buen turismo ahora que todo mundo acató órdenes salvadoras. Hipócritas impíos, exonerados por el poder, como un tal Firmenich o un viscoso Verbitsky. Falsedades convertidas en relatos presumiblemente verídicos, para entretener a la platea boquiabierta, que no despierta.

En tal contexto de locura y terror, no escasean los heridores del campo, los que nada saben del trabajo aguerrido de los productores chicos o medianos, y demonizan al sector, olvidando que de ahí emana el 65 % de lo que consume el argentino. 

Y nos quedaría chico el espacio para ir citando con mayúsculas, si lo desean, los yerros y las tropelías de los poderosos que se apoltronan en sus sillones, bebiendo en copas de oro, el sudor de los humildes. 

Ya probaron el sabor de dominar a una población encerrada y muerta de miedo e incertidumbre y van a ir por más perversidades. Porque no les importa subsanar las necesidades básicas, ni mejorar la calidad de vida del ser humano; sólo ansían llenar sus propias arcas, permanecer y ampliar la red de mantenidos por el Estado, que son los votantes cautivos, los temerosos que no se irán del redil por no perder sus planes sociales. 

Mientras la inflación consume las billeteras y separa a familias enteras, ahorcadas y sin solución, al tiempo que la inseguridad y la droga incrementa su paso fuerte y mortal, se encienden los doble discursos, las linternitas de los jetones de ocasión, charlatanes de bar, sin programas efectivos para mutar tanta mugre. 

Te acostumbrás, es cierto y penoso, a convivir con la putrefacción y contemplar sin esperanzas el panorama difuso del país que amás. 

Por Mario Delgado.-   

  

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 Farmacias de turno en Olavarría Facultad de Derecho