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Opinión

Bajando de los barrios

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Charlar mano a mano, mate de por medio claro, con un veterano fomentista – cuyo nombre guardaré bajo siete llaves para motivar al lector – tiene sus frutos.

No sólo porque me recreo con anécdotas y puedo incorporar cosas valiosas a mi cuaderno de campo, sino porque también es propicia la ocasión para lanzar al cenit preguntas existenciales.

Mientras el agua se calienta, una vez más, me voy al grano, amigos, con un “entripado” de aquellos y le chanto sin anestesia la duda “carcomedora”: ¿Por qué no surgen dirigentes barriales que traspasen la frontera de su propio hábitat?

¡Qué tal! Mi interlocutor me observa un tanto de soslayo y medita. Traga saliva el tipo porque no es cuestión de contestar sonseras. La fracción de tiempo es incontable. El silencio copa el ámbito y se adhiere a la piel, insufrible. Prendo un cigarrillo de tabaco suave.

Gira la dirección del mate y entonces el hombre ensaya una respuesta concreta. “Es evidente que de Omar Iturregui para acá, la línea del fomentismo en la política, ha sido bien escasa, casi nula en realidad. Salvo ciertas excepciones puntuales”.

“Esto puede tener que ver con dos elementos a estudiar: uno la separación que se da entre la actividad barrial y el partidismo puro, al menos en teoría, y, por otro lado, la muy tapada notoriedad del mundo fomenteril de los últimos años, donde más de una entidad, colapsó”.

La panza ya se torna verde. Sin embargo la infusión yerbera, no parece querer abandonarnos todavía. El tema es atrayente, puesto que no debiera resultar extraño que, desde los barrios, fueran apareciendo líderes que culminasen formando cuerpo de listas electivas políticas.

¿Quién mejor, acaso, que un referente de barrio para interpretar apetencias y padecimientos de sus prójimos? La Sociedad de Fomento ¿puede por ende, transformarse en auténtica plataforma de ungimiento?

Quien habla conmigo es sabio y evita trasuntar emociones equívocas. No sea que luego, vea reflejadas ponencias “comprometedoras” en las páginas vivaces de InfoOlavarría. Prudencia, mi amigo, y a responder.

“Es verdad bajo cualquier lente de mira que somos espejos y debemos movernos con conocimiento de causa en variopintos tópicos. Un fomentista que se precie de tal, no vive ya para él; lo hace en cambio para su gente”.

“Se convierte en concejal desde su cuadra, en psicólogo a las doce de la noche de una pareja en crisis, en remis de un enfermo, camino al hospital, en protector de buenas costumbres y en dador de sanos concejos, sacando voluntad y predisposición del fondo del alma”.

Creo que va rumbeando para el ángulo que yo suponía. La pava ya no chilla, se aburrió de circular en concéntricos ejes. Aunque la versatilidad de la charla, continúa intacta. Otro cigarrillo.

Imagino a Mario Sosa o Ricardo Nasello, por citar apenas dos ejemplos, de personalidades que han tenido desarrollo político hace poquito tiempo, cada quien en áreas distintas. Pero es de buscar agujas en pajares; no hay nombres a discreción.

Inverosímil pero verídico a la vez es el urticante asuntillo. Se perfilan apellidos en los instantes previos a la contienda electoral y se tropieza uno con lo de siempre: hay total ausencia de candidatos que provengan de los cimientos barriales palpables, distinguibles.

¿A los partidos o frentes no les alecciona tal probabilidad o en palabras llanas, no se ubican potables personeros del fomentismo vernáculo?

“El universo nuestro ha ido chocando de plano con vicisitudes muy conmovedoras y frustrantes también, en varios lados o sectores de la ciudad. No es fácil resolver dilemas vecinales y llevar a buen puerto un andamio de cosas. Entre la disconformidad de algunos y la indiferencia de otros, se te va el mandato”.

“Los vientos invernales soplan, en la actualidad, augurando novedades de fuste. Las generaciones que vienen, empujan con bríos el carretón pesado y quieren resultados positivos. Y contagian entusiasmo y garra, a toda costa. Les falta foguearse pero poseen adrenalina y empuje. Es hora de captar sus imágenes, de acompañarlos. No se detendrán ante la puerta marrón cerrada, empuñan el arado con equilibrio y los vecinos les exigen positividades a corto plazo. Un fomentista ahora no está en condiciones de permanecer sentado, masticando frustraciones o lamentándose por audiencias no concedidas por algún funcionario. Debe volar con alas impermeables”.

Llega el saludo protocolar del final. Mi entrevistado fomentista, me estrecha la diestra y entorna la puerta. El aire es gélido afuera. “Por ahí la próxima oportunidad, nos topamos con un dirigente barrial en un puesto entrable. Los caminos de algunos referentes y su manera sutil de actuar, parecieran indicar que van para esa estación”, me anuncia, yéndose.

Qué lástima. Se marchó antes de que yo le solicitase nombres de los tales…

Por Mario Delgado.-

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Opinión

Lo bueno de tener prioridades

Tener prioridades es realmente óptimo: sugiere, entre otras cosas, que el individuo o los gobiernos de los tres niveles, poseen un criterio juicioso, y cuentan, además, con un proyecto de vida de largo alcance.

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Marcar las cuestiones a realizar o resolver con premura, habla bien y nos habilita a creer que hay una contemplación completa de la realidad, y, en base a tal visión, se planea un estricto núcleo de objetivos a cumplimentar. 

Marchar por la senda sin rumbo, sin norte ni guía, es mala o necia, al menos, señal. Por tal motivo se interpela siempre a cada quien, contar con una agenda al alcance de la diestra. Y activar los hilos en consecuencia, desde luego. 

A propósito, este pequeño marco introductorio pretende depositarnos, mis amigos, en un ítem crucial para la concreción individual y colectiva como ciudadanos plenos. Y, conviene por cierto mencionar, la imposibilidad de seguir guitarreando en esta temática que ofreceremos, y desprenderla lo antes posible, de fanatismos partidistas. Me refiero en concreto a la Educación nuestra, en esta nación gloriosa. 

Se ha difundido hace horas atrás un informe contundente por parte de la señora Ministra de Educación de CABA que sentencia con supina espontaneidad, los vericuetos de la niñez y adolescencia que no transitan por un camino elogiable en materia de aprendizaje, llegando a terminar la Primaria o estar en Tercer Año de la Secundaria y no saber leer y escribir sin yerros y tampoco poder comprender y explicar con palabras propias, un texto cualquiera. 

Tamaña deficiencia se ata, en cierta manera, al tiempo de parálisis escolar impreso por la pandemia y la sucesión de cuarentenas. Podríamos asimilar tal contingencia en mayor o menor talante; sin embargo las deducciones del informe van más allá del proceso frontal del Covid 19 y sus medidas aleatorias. El problema a aceptar sin disimulos ni excusas mantiene firme la idea de que, en rigor de verdad, hay un drama previo, un dilema estructural que se agudizó con el virus chino, pero no es solamente esta reciente etapa dispar, entre la virtualidad y la ausencia en las aulas. 

Aún se agrega otro condimento no menor: se ha hecho un relevamiento entre una determinada cantidad de chicos, de entre 12 y 16 años, para averiguar si logran captar los subtítulos de las películas habladas en inglés u otro idioma, en cines o dispositivos hogareños. El análisis resulta desalentador, puesto que la gran mayoría, expresa no alcanzar a leer en tiempo real los zócalos correspondientes, no por interferencias en la visión, sino por no saber leer de corrido. 

El temido abandono del noble hábito de la cotidiana lectura, es una incómoda piedra puntiaguda en el calzado. Y no se notan visos de mejoría. 

Como daño colateral, por otra parte, del virus coronado, se ha comprobado que alrededor de 600.000 alumnos en el territorio nacional y 200.000 en la Provincia de Buenos Aires, no retornaron a sus establecimientos educativos al abrirse la famosa y tardía presencialidad. 

Un escándalo, sin objeciones de ninguna naturaleza. ¿Y ahora, quién carga con semejante cruz social? Porque, ¿alguien puede aseverarnos que tales pibas y pibes, volverán raudos a sus obligaciones escolares, al ser visitados por un docente o asistente social?

Una auténtica lástima que redobla la apuesta a constatar en qué sitio hemos colocado a la educación. Obvio, que ha descendido varios peldaños de cómo supo hallarse situada otrora. 

Por Mario Delgado.-  

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Opinión

Te acostumbrás 

Un amigo, un poco mayor que yo, me graficaba ayer que, en rigor de verdad, los argentinos nos vamos acomodando, nos adaptamos, con suma ductilidad, aunque refunfuñemos, a ciertas cuestiones demenciales que debieran sacarnos de quicio y movilizarnos de otra manera. 

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“Te acostumbrás”, me pontificó, despejando incluso con tal frase, cualquier sombra de duda que pudiera subsistir aún. No hay pena ni atropello que no se nos haya puesto de manifiesto, y, sin embargo, continuamos erguidos como sociedad y metidos cada quien en lo suyo. 

La escasa atención que le brindamos a los sucesos del entorno, tal vez tenga mucho que ver con las instancias personales de cada sujeto. Las ocupaciones son cada vez más en base a que el dinero rinde menos. 

Se naturaliza la opción del mayor esfuerzo y la gente dispuesta, sale en pos de ganarse el cada día más caro, pan vital. Una pequeña gran gragea, un botoncito de muestra que nos revuelve la panza, pero, reitero, no todavía como la contingencia requiere de un pueblo auténticamente agobiado y harto. 

Los niveles de corrupción piramidal se elevan a la enésima potencia, revolean bolsos con dinero mal habido en conventos o cuentan plata afanada en sendos videos virales, y todo gira sin más que algún comentario atrevido, desafiando a la ya incorporada manía de soportar y sobrellevar el drama, las culpas de otros. 

No se hace ni siquiera un necesario gasoducto y luego llegan los “verseros” de siempre, con excusas y mensajes altisonantes. Y los robadores de vacunas contra el Covid se pasean orondos, dando cátedras seguro, de cómo fomentar el buen turismo ahora que todo mundo acató órdenes salvadoras. Hipócritas impíos, exonerados por el poder, como un tal Firmenich o un viscoso Verbitsky. Falsedades convertidas en relatos presumiblemente verídicos, para entretener a la platea boquiabierta, que no despierta.

En tal contexto de locura y terror, no escasean los heridores del campo, los que nada saben del trabajo aguerrido de los productores chicos o medianos, y demonizan al sector, olvidando que de ahí emana el 65 % de lo que consume el argentino. 

Y nos quedaría chico el espacio para ir citando con mayúsculas, si lo desean, los yerros y las tropelías de los poderosos que se apoltronan en sus sillones, bebiendo en copas de oro, el sudor de los humildes. 

Ya probaron el sabor de dominar a una población encerrada y muerta de miedo e incertidumbre y van a ir por más perversidades. Porque no les importa subsanar las necesidades básicas, ni mejorar la calidad de vida del ser humano; sólo ansían llenar sus propias arcas, permanecer y ampliar la red de mantenidos por el Estado, que son los votantes cautivos, los temerosos que no se irán del redil por no perder sus planes sociales. 

Mientras la inflación consume las billeteras y separa a familias enteras, ahorcadas y sin solución, al tiempo que la inseguridad y la droga incrementa su paso fuerte y mortal, se encienden los doble discursos, las linternitas de los jetones de ocasión, charlatanes de bar, sin programas efectivos para mutar tanta mugre. 

Te acostumbrás, es cierto y penoso, a convivir con la putrefacción y contemplar sin esperanzas el panorama difuso del país que amás. 

Por Mario Delgado.-   

  

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 Farmacias de turno en Olavarría Facultad de Derecho