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Opinión

Voy en tren

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Fueron cuatro los concejales que en la noche del jueves 7, difundieron sus visiones, defendieron sus tesituras y le pusieron garra a una cuestión muy sentida: la perspectiva de que, de a poco, nos vayamos quedando sin la ruidosa visita de los amigos compactos, de los caminantes de los rieles, de las formaciones.

Es indudable que la historia misma del ferrocarril en la República Argentina es apasionante y rica y descubre nuevos adeptos cada día.
Pero los tiempos modernos nos revelan una serie de problemas que los ediles desnudaron con crudeza aunque coincidieron en un idéntico sentimiento de aprobación a la idea, al profundo anhelo de ir reivindicando y reinstalando como se debe, a los “pata de fierro”.
Fue la docente Liliana Rizonelli, Frente Olavarría para la Victoria, quien prendió la mecha del tema aludiendo a un encuentro mantenido con los gremios de las vías y a la consiguiente preocupación que existe por estas horas con relación a los puestos de trabajo de los operarios de varias ciudades y pueblos, entre ellos por supuesto el nuestro.
Habló con premura sobre la desinversión y falta de mantenimiento, prenda que se arrastra por años. También se fijó en el detalle actual de que Olavarría estaría recibiendo un solo día en la semana, los viernes concretamente, el silbido altisonante de las locomotoras. “Que el Gobierno provincial explique porqué sucede tal realidad”, solicitó la legisladora, quien sugirió además que el Ministro de Transporte Dietrich, se explaye sobre la situación tan delicada y urgente.
Claro que todo el discurso de Rizonelli, contó con un barniz de tinte social, mis amigos, con una valoración puntual del sentido popular del servicio de trenes de pasajeros, al que accede la gente más fácilmente, desde el punto de vista económico.
El experimentado Ernesto Cladera, Frente Cambiemos, le aseguró inmediatamente al recinto, el respectivo acompañamiento al proyecto de Resolución. Y recordó que fue el ex Gobernador Eduardo Duhalde quien salvó a la Provincia del desguace menemista en los ’90, provincializando justamente los trenes.
Por su parte, Marcelo Latorre, desde el Frente UNA, acotó que la temática en sí, despierta pasión. Después de asegurar el voto positivo, tiró sobre la mesa de debate, algunas cifras de fuste: “Hubo en el país 50.000 kilómetros de vías férreas, siendo la extensión más amplia del mundo. Ahora quedan sólo 11.000 kilómetros y no se llega a 11.000 empleados”, perfiló el edil.
Repasó mentalmente algunos sitios donde ni siquiera arriba más la máquina portadora de los vagones. Y apuntó al tremendo negocio que ha ido reemplazando al tren: los camiones. El recuadro habla por sí: “El 96% del transporte de cargas, se hace por ruta; el restante minoritario 4 %, sobre rieles”.
Culminó su alocución, invitando a sus pares a un encuentro “cumbre” para el 3 de agosto, en lugar a confirmar, con dirigentes nacionales de “La Fraternidad”.
Cerró las ponencias Federico Aguilera, Frente para la Victoria, obviamente también proclamo su aprobación al expediente en tratamiento, pero ahondó, como es su característica, en la veta política del tópico, aceitando críticas contra el Presidente Macri y su gestión pública sobre la cuestión de los trenes.
Desandó “50 años de desidia en los que nadie hizo nada, ni Alfonsín, ni Menem ni De la Rúa”. El plato estaba servido entonces, amigos, para elogiar a los Kirchner, estableciendo que “fueron ellos (Néstor y Cristina) los que más concretaron, los que reactivaron el servicio como jamás se había visto”.
Las palabras dieron espacio a las manos en alto de los veinte concejales y el tema tuvo plena unanimidad. Resta esperar que el tren, en breve lapso, se normalice para bien de todos los usuarios.
Por Mario Delgado.-

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Opinión

Lo bueno de tener prioridades

Tener prioridades es realmente óptimo: sugiere, entre otras cosas, que el individuo o los gobiernos de los tres niveles, poseen un criterio juicioso, y cuentan, además, con un proyecto de vida de largo alcance.

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Marcar las cuestiones a realizar o resolver con premura, habla bien y nos habilita a creer que hay una contemplación completa de la realidad, y, en base a tal visión, se planea un estricto núcleo de objetivos a cumplimentar. 

Marchar por la senda sin rumbo, sin norte ni guía, es mala o necia, al menos, señal. Por tal motivo se interpela siempre a cada quien, contar con una agenda al alcance de la diestra. Y activar los hilos en consecuencia, desde luego. 

A propósito, este pequeño marco introductorio pretende depositarnos, mis amigos, en un ítem crucial para la concreción individual y colectiva como ciudadanos plenos. Y, conviene por cierto mencionar, la imposibilidad de seguir guitarreando en esta temática que ofreceremos, y desprenderla lo antes posible, de fanatismos partidistas. Me refiero en concreto a la Educación nuestra, en esta nación gloriosa. 

Se ha difundido hace horas atrás un informe contundente por parte de la señora Ministra de Educación de CABA que sentencia con supina espontaneidad, los vericuetos de la niñez y adolescencia que no transitan por un camino elogiable en materia de aprendizaje, llegando a terminar la Primaria o estar en Tercer Año de la Secundaria y no saber leer y escribir sin yerros y tampoco poder comprender y explicar con palabras propias, un texto cualquiera. 

Tamaña deficiencia se ata, en cierta manera, al tiempo de parálisis escolar impreso por la pandemia y la sucesión de cuarentenas. Podríamos asimilar tal contingencia en mayor o menor talante; sin embargo las deducciones del informe van más allá del proceso frontal del Covid 19 y sus medidas aleatorias. El problema a aceptar sin disimulos ni excusas mantiene firme la idea de que, en rigor de verdad, hay un drama previo, un dilema estructural que se agudizó con el virus chino, pero no es solamente esta reciente etapa dispar, entre la virtualidad y la ausencia en las aulas. 

Aún se agrega otro condimento no menor: se ha hecho un relevamiento entre una determinada cantidad de chicos, de entre 12 y 16 años, para averiguar si logran captar los subtítulos de las películas habladas en inglés u otro idioma, en cines o dispositivos hogareños. El análisis resulta desalentador, puesto que la gran mayoría, expresa no alcanzar a leer en tiempo real los zócalos correspondientes, no por interferencias en la visión, sino por no saber leer de corrido. 

El temido abandono del noble hábito de la cotidiana lectura, es una incómoda piedra puntiaguda en el calzado. Y no se notan visos de mejoría. 

Como daño colateral, por otra parte, del virus coronado, se ha comprobado que alrededor de 600.000 alumnos en el territorio nacional y 200.000 en la Provincia de Buenos Aires, no retornaron a sus establecimientos educativos al abrirse la famosa y tardía presencialidad. 

Un escándalo, sin objeciones de ninguna naturaleza. ¿Y ahora, quién carga con semejante cruz social? Porque, ¿alguien puede aseverarnos que tales pibas y pibes, volverán raudos a sus obligaciones escolares, al ser visitados por un docente o asistente social?

Una auténtica lástima que redobla la apuesta a constatar en qué sitio hemos colocado a la educación. Obvio, que ha descendido varios peldaños de cómo supo hallarse situada otrora. 

Por Mario Delgado.-  

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Opinión

Te acostumbrás 

Un amigo, un poco mayor que yo, me graficaba ayer que, en rigor de verdad, los argentinos nos vamos acomodando, nos adaptamos, con suma ductilidad, aunque refunfuñemos, a ciertas cuestiones demenciales que debieran sacarnos de quicio y movilizarnos de otra manera. 

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“Te acostumbrás”, me pontificó, despejando incluso con tal frase, cualquier sombra de duda que pudiera subsistir aún. No hay pena ni atropello que no se nos haya puesto de manifiesto, y, sin embargo, continuamos erguidos como sociedad y metidos cada quien en lo suyo. 

La escasa atención que le brindamos a los sucesos del entorno, tal vez tenga mucho que ver con las instancias personales de cada sujeto. Las ocupaciones son cada vez más en base a que el dinero rinde menos. 

Se naturaliza la opción del mayor esfuerzo y la gente dispuesta, sale en pos de ganarse el cada día más caro, pan vital. Una pequeña gran gragea, un botoncito de muestra que nos revuelve la panza, pero, reitero, no todavía como la contingencia requiere de un pueblo auténticamente agobiado y harto. 

Los niveles de corrupción piramidal se elevan a la enésima potencia, revolean bolsos con dinero mal habido en conventos o cuentan plata afanada en sendos videos virales, y todo gira sin más que algún comentario atrevido, desafiando a la ya incorporada manía de soportar y sobrellevar el drama, las culpas de otros. 

No se hace ni siquiera un necesario gasoducto y luego llegan los “verseros” de siempre, con excusas y mensajes altisonantes. Y los robadores de vacunas contra el Covid se pasean orondos, dando cátedras seguro, de cómo fomentar el buen turismo ahora que todo mundo acató órdenes salvadoras. Hipócritas impíos, exonerados por el poder, como un tal Firmenich o un viscoso Verbitsky. Falsedades convertidas en relatos presumiblemente verídicos, para entretener a la platea boquiabierta, que no despierta.

En tal contexto de locura y terror, no escasean los heridores del campo, los que nada saben del trabajo aguerrido de los productores chicos o medianos, y demonizan al sector, olvidando que de ahí emana el 65 % de lo que consume el argentino. 

Y nos quedaría chico el espacio para ir citando con mayúsculas, si lo desean, los yerros y las tropelías de los poderosos que se apoltronan en sus sillones, bebiendo en copas de oro, el sudor de los humildes. 

Ya probaron el sabor de dominar a una población encerrada y muerta de miedo e incertidumbre y van a ir por más perversidades. Porque no les importa subsanar las necesidades básicas, ni mejorar la calidad de vida del ser humano; sólo ansían llenar sus propias arcas, permanecer y ampliar la red de mantenidos por el Estado, que son los votantes cautivos, los temerosos que no se irán del redil por no perder sus planes sociales. 

Mientras la inflación consume las billeteras y separa a familias enteras, ahorcadas y sin solución, al tiempo que la inseguridad y la droga incrementa su paso fuerte y mortal, se encienden los doble discursos, las linternitas de los jetones de ocasión, charlatanes de bar, sin programas efectivos para mutar tanta mugre. 

Te acostumbrás, es cierto y penoso, a convivir con la putrefacción y contemplar sin esperanzas el panorama difuso del país que amás. 

Por Mario Delgado.-   

  

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 Farmacias de turno en Olavarría Facultad de Derecho