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Opinión

Si me tocan el bolsillo…

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La iracundia de los avasallantes anuncios de aumentos, hacen tambalear las amuralladas fortalezas de los trabajadores. Los bolsillos desahuciados se quejan al sentirse continuamente molestados. Es meter la mano y sacar, en proporción doble a lo que ingresa, en varios casos. Por Mario Delgado.

Los incrementos en los sueldos, a su turno, y como ya es habitual, se refugian tímidos en un costado de la cancha, absortos. Marchan muy por detrás de las expectativas de la población asalariada.
El ácido diluyente de toda esperanza, sigue siendo la bruja inflación que se mantiene en pie de guerra, desafiando a propios y extraños.
Los precios van cabalgando por las nubes y las penas financieras de las familias se vislumbran con asiduidad. Vuelan con su vuelo tentador pero corto, las tarjetas de crédito, invitadas de honor permanentes en más de un negocio.
Ahora mismo, amigos, mientras esta columna redacto, se anticipan nuevos y gigantescos retoques en los valores de las verduras, por ejemplo. Alcanzarían algunas de ellas, cifras exorbitantes. Una auténtica calamidad.
En ese pizarrón, también hay que anotar con fibrón rojo, los impulsos “retocadores” de los tres niveles del poder Ejecutivo. Los servicios esenciales, pasan en cuestión de días, a valorizarse mucho más de lo esperado. Y, peor aún, amigos: mucho más de lo que los argentinos medios, pueden pagar. Ni que decir de los sectores más desprotegidos.
Los gritos se oyen. El jueves 14 fue una muestra del descontento civil, de la bronca por los aumentos tan descorteses. Las ciudades vencieron la rutina con cacerolas y bocinazos estridentes.
Olavarría estuvo presente con un número de almas reducido, si tomamos en cuenta la magnitud de la problemática. Redondear con buena voluntad en cien concurrentes, es expresar una cantidad mínima. Quizá no ayudó el pésimo clima. Quizá.
Pese a ese detalle, convengamos en que nuestra comarca, a su estilo, se sumó a la protesta. Y el agotamiento está, se palpa, se respira casi, en cada charla, en cada reunión de amigos, sale a relucir el temita de los “aumentazos insensibles”.
Para colmo, Balcarce 50, va y vuelve, como en un laberinto, con la cantidad real de incremento. Y desafía incluso la predisposición de los contribuyentes.
Provincia tampoco le esquivó al yunque y golpeó con nula sutileza. Y se contrarían además, decisiones de la Justicia. Turbulencia y peligrosidad en las alturas de las insólitas olas.
Terreno útil se supone para opositores que lancen, cual bengalas, críticas a troche y moche. Pero, por el contrario, sorprende un poquito ciertos silencios o tibias charlas de algún redil de la vereda de enfrente. Salvo exepciones, por cierto. Es la izquierda quien más busca el nock out.
Bueno, en rigor de verdad, no es tan extraño que los kirchneristas, por citar otro espacio, den manotazos al aire y expongan ambivalencias. Ellos fueron responsables de suculentos y truculentos subsidios a empresas que jamás revisaron. Nunca protegieron los intereses nacionales, ni ordenaron invertir o al menos, mantener en condiciones las fuentes energéticas. El vaciamiento y la desinversión, no era pecado para estos ostentadores de la máquina de crear relatos falaces y engrupir incautos.
Por tal motivo, no es creíble si algún sobreviviente “K”, se atreve en soledad, a esgrimir su sable filoso contra “Cambiemos”. Carecen de autoridad moral.
En Olavarría la perspectiva no seduce. Es como salir a bailar con la más fea del boliche. Un chasco. Sin embargo, las luces de la marquesina se encienden e iluminan al Intendente Municipal. Él está dispuesto a abonar el costo político de los aumentos que se avecinan, crudos, mordaces, antipáticos.
El agua corriente, que puede trepar a un 90 % (80 % solicitó “Coopelectric” en diciembre de 2015 y 10 % más desean ahora, en junio – julio). Las tasas de Servicios Urbanos y la Tasa por Hectárea, y otras más que andan por ahí, pavoneándose, subirían bastante, si reciben finalmente la mano levantada de la mayoría en el HCD.
En este partido no hay alargue ni penales que le den al contribuyente un halo de luz. Las sombras lo envuelven y a pagar, se ha dicho.
Y, como frutillita del postre, los malditos despidos y la ausencia de trabajo en el ámbito privado, para que la alarma chille incordiosa, llamando a una meditación concienzuda de los señores que ejercen el Gobierno.
Mientras se cuecen las habas, la risa de muchos, ya es historia.
Por Mario Delgado.-

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Opinión

Lo bueno de tener prioridades

Tener prioridades es realmente óptimo: sugiere, entre otras cosas, que el individuo o los gobiernos de los tres niveles, poseen un criterio juicioso, y cuentan, además, con un proyecto de vida de largo alcance.

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Marcar las cuestiones a realizar o resolver con premura, habla bien y nos habilita a creer que hay una contemplación completa de la realidad, y, en base a tal visión, se planea un estricto núcleo de objetivos a cumplimentar. 

Marchar por la senda sin rumbo, sin norte ni guía, es mala o necia, al menos, señal. Por tal motivo se interpela siempre a cada quien, contar con una agenda al alcance de la diestra. Y activar los hilos en consecuencia, desde luego. 

A propósito, este pequeño marco introductorio pretende depositarnos, mis amigos, en un ítem crucial para la concreción individual y colectiva como ciudadanos plenos. Y, conviene por cierto mencionar, la imposibilidad de seguir guitarreando en esta temática que ofreceremos, y desprenderla lo antes posible, de fanatismos partidistas. Me refiero en concreto a la Educación nuestra, en esta nación gloriosa. 

Se ha difundido hace horas atrás un informe contundente por parte de la señora Ministra de Educación de CABA que sentencia con supina espontaneidad, los vericuetos de la niñez y adolescencia que no transitan por un camino elogiable en materia de aprendizaje, llegando a terminar la Primaria o estar en Tercer Año de la Secundaria y no saber leer y escribir sin yerros y tampoco poder comprender y explicar con palabras propias, un texto cualquiera. 

Tamaña deficiencia se ata, en cierta manera, al tiempo de parálisis escolar impreso por la pandemia y la sucesión de cuarentenas. Podríamos asimilar tal contingencia en mayor o menor talante; sin embargo las deducciones del informe van más allá del proceso frontal del Covid 19 y sus medidas aleatorias. El problema a aceptar sin disimulos ni excusas mantiene firme la idea de que, en rigor de verdad, hay un drama previo, un dilema estructural que se agudizó con el virus chino, pero no es solamente esta reciente etapa dispar, entre la virtualidad y la ausencia en las aulas. 

Aún se agrega otro condimento no menor: se ha hecho un relevamiento entre una determinada cantidad de chicos, de entre 12 y 16 años, para averiguar si logran captar los subtítulos de las películas habladas en inglés u otro idioma, en cines o dispositivos hogareños. El análisis resulta desalentador, puesto que la gran mayoría, expresa no alcanzar a leer en tiempo real los zócalos correspondientes, no por interferencias en la visión, sino por no saber leer de corrido. 

El temido abandono del noble hábito de la cotidiana lectura, es una incómoda piedra puntiaguda en el calzado. Y no se notan visos de mejoría. 

Como daño colateral, por otra parte, del virus coronado, se ha comprobado que alrededor de 600.000 alumnos en el territorio nacional y 200.000 en la Provincia de Buenos Aires, no retornaron a sus establecimientos educativos al abrirse la famosa y tardía presencialidad. 

Un escándalo, sin objeciones de ninguna naturaleza. ¿Y ahora, quién carga con semejante cruz social? Porque, ¿alguien puede aseverarnos que tales pibas y pibes, volverán raudos a sus obligaciones escolares, al ser visitados por un docente o asistente social?

Una auténtica lástima que redobla la apuesta a constatar en qué sitio hemos colocado a la educación. Obvio, que ha descendido varios peldaños de cómo supo hallarse situada otrora. 

Por Mario Delgado.-  

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Opinión

Te acostumbrás 

Un amigo, un poco mayor que yo, me graficaba ayer que, en rigor de verdad, los argentinos nos vamos acomodando, nos adaptamos, con suma ductilidad, aunque refunfuñemos, a ciertas cuestiones demenciales que debieran sacarnos de quicio y movilizarnos de otra manera. 

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“Te acostumbrás”, me pontificó, despejando incluso con tal frase, cualquier sombra de duda que pudiera subsistir aún. No hay pena ni atropello que no se nos haya puesto de manifiesto, y, sin embargo, continuamos erguidos como sociedad y metidos cada quien en lo suyo. 

La escasa atención que le brindamos a los sucesos del entorno, tal vez tenga mucho que ver con las instancias personales de cada sujeto. Las ocupaciones son cada vez más en base a que el dinero rinde menos. 

Se naturaliza la opción del mayor esfuerzo y la gente dispuesta, sale en pos de ganarse el cada día más caro, pan vital. Una pequeña gran gragea, un botoncito de muestra que nos revuelve la panza, pero, reitero, no todavía como la contingencia requiere de un pueblo auténticamente agobiado y harto. 

Los niveles de corrupción piramidal se elevan a la enésima potencia, revolean bolsos con dinero mal habido en conventos o cuentan plata afanada en sendos videos virales, y todo gira sin más que algún comentario atrevido, desafiando a la ya incorporada manía de soportar y sobrellevar el drama, las culpas de otros. 

No se hace ni siquiera un necesario gasoducto y luego llegan los “verseros” de siempre, con excusas y mensajes altisonantes. Y los robadores de vacunas contra el Covid se pasean orondos, dando cátedras seguro, de cómo fomentar el buen turismo ahora que todo mundo acató órdenes salvadoras. Hipócritas impíos, exonerados por el poder, como un tal Firmenich o un viscoso Verbitsky. Falsedades convertidas en relatos presumiblemente verídicos, para entretener a la platea boquiabierta, que no despierta.

En tal contexto de locura y terror, no escasean los heridores del campo, los que nada saben del trabajo aguerrido de los productores chicos o medianos, y demonizan al sector, olvidando que de ahí emana el 65 % de lo que consume el argentino. 

Y nos quedaría chico el espacio para ir citando con mayúsculas, si lo desean, los yerros y las tropelías de los poderosos que se apoltronan en sus sillones, bebiendo en copas de oro, el sudor de los humildes. 

Ya probaron el sabor de dominar a una población encerrada y muerta de miedo e incertidumbre y van a ir por más perversidades. Porque no les importa subsanar las necesidades básicas, ni mejorar la calidad de vida del ser humano; sólo ansían llenar sus propias arcas, permanecer y ampliar la red de mantenidos por el Estado, que son los votantes cautivos, los temerosos que no se irán del redil por no perder sus planes sociales. 

Mientras la inflación consume las billeteras y separa a familias enteras, ahorcadas y sin solución, al tiempo que la inseguridad y la droga incrementa su paso fuerte y mortal, se encienden los doble discursos, las linternitas de los jetones de ocasión, charlatanes de bar, sin programas efectivos para mutar tanta mugre. 

Te acostumbrás, es cierto y penoso, a convivir con la putrefacción y contemplar sin esperanzas el panorama difuso del país que amás. 

Por Mario Delgado.-   

  

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 Farmacias de turno en Olavarría Facultad de Derecho