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Opinión

Barrio Químico: Las tablas de la Ley

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Según la concepción judeo-cristiana, Dios en el Monte Sinaí le entregó a Moisés dos tablas de piedra con diez órdenes o mandamientos precisos, imperiosos, irreductibles y no negociables para el pueblo que caminaba en pos de la voluntad divina. Tal consideración específica, tales catálogos de cumplimiento efectivo, figuran en Éxodo 20: 2 al 17 y en Deuteronomio 5: 6 al 21. Por Mario Delgado.

Son observaciones potentes que han venido rigiendo hasta nuestros días, tomándose incluso en la Legislación Civil o Penal, algunos ítems.
El sentido esencial de estas premisas, puede ser interpretado de varias maneras, si se quiere. No obstante el eje central, insoslayable, pasa por un matiz de obediencia del sujeto hacia su deidad, sin controversias. Aunque obran a su vez, en pos del día a día del hombre y su comportamiento entre sus pares.
Bien se podría tomar este modelo, mis amigos, para introducirlo en las líneas de la institucionalidad, aplicarlo digo para los funcionarios o referentes políticos, sindicales y de entidades intermedias, por qué no.
Porque la situación moral y de prolijidad en las acciones, es harto interesante y, sobre todo, no hemos de olvidar algo sumamente inquietante: dejan huellas las decisiones, los procedimientos erróneos o desprolijos, por ende, el requerimiento teórico de funcionar, de obrar con exactitud y equidad, cobra un peso de balanza.
Este marco introductorio, estas referencias generales, amigos, tienden a mirar, en esta oportunidad, a lo acaecido años atrás, en el hoy ya casi terminado y reluciente barrio “Químico II” de Sierras Bayas.
Nadie ha podido, por más intentos que se han hecho y de buena fe, desde luego, dilucidar ciertos aspectos que acarrearon dramas de diversa índole a decenas de familias sierrabayenses.
O sea, para ser concisos, es evidente que algún o algunos personajes que tuvieron en su momento, una fuente de autoridad, no reaccionaron como se debía ante una necesidad siempre vigente por otro lado: la de poseer un nido propio, nada menos.
Un repaso concienzudo e imparcial, nos dejará azorados por completo. Para colmo de sinsabores e incertidumbres, quien podría haber aportado respuestas, falleció antes del “despiplume”. Me refiero al señor encargado del “Sindicato de los Químicos”, el cual llevaba adelante las anotaciones para ingresar a la pre adjudicación de casas para la construcción barrial, después aclaremos, de una ponderable realización del barrio “Químico I”.
De modo tal que bien vendrían los decálogos bíblicos en manos de personas que no hacen las cosas claras, por equis motivos.
Cuando el avispero se removió, allá por 2012, en pleno calor veraniego, los descubrimientos fueron tenebrosos: había más gente inscripta que casas por hacer. La cantidad de viviendas asignadas era de treinta y los anotados superaban con creces los cien.
Y luego saltó otra ficha ruidosa, mientras las viviendas estaban “ocupadas”. Los recibos de pago de iniciación y de cuotas mensuales, dieron la vuelta al mundo. Hubo que discutir muchas ocasiones para dar en el clavo. Decir que el ex Sub Administrador del Instituto de la Vivienda provincial, don José González Hueso, dio la cara y se puso al hombro la mochila de negociar y descifrar el enigma.
El caos y las disputas sobrevinieron, con vecinos enfrentados y peleándose en los almacenes por ejemplo, o donde se ubicaran. Los “usurpadores”, presuntos pre adjudicatarios, chocaban con los también presumibles pre adjudicatarios que no habían tomado la actitud de apoderarse de una casa a medio terminar.
Los fríos de junio y julio, la humedad, la precariedad, fue haciendo mella en los ocupantes y de a poco, se alejaron, quedando una tanda de seis familias para el cierre del polémico asunto.
Claro que tuvo que intervenir la Justicia. Claro que los nuevos componentes sindicales, hicieron su parte para ir armando un rompecabezas delicado.
El meollo de la cuestión tiene su génesis en algo que no debiera reiterarse jamás: la desidia o la mala concreción de hechos de significancia hacia terceros. Algo anduvo negativamente; incisivo a propósito soy en este plano. No fue criteriosa la puesta en marcha o en algún recodo del camino, hubo una nefasta postura que luego desencadenó al monstruo.
En base a esa mancha en el placard, en perspectiva de lo que ocasionó tantos vaivenes, y ahora que las aguas se han aquietado y que ya se sabe a la perfección quien es quien, es que saco a relucir este humilde pedido de cordura y honestidad sin eufemismos a la sacro santa hora de actuar en los ámbitos de poder.
Porque las heridas estuvieron, porque las cicatrices aún pueden verse si se mira con detenimiento, y porque en rigor de verdad, semejante tamborileo insensato, no tendría que oírse nunca más.
Por Mario Delgado.-

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Opinión

Lo bueno de tener prioridades

Tener prioridades es realmente óptimo: sugiere, entre otras cosas, que el individuo o los gobiernos de los tres niveles, poseen un criterio juicioso, y cuentan, además, con un proyecto de vida de largo alcance.

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Marcar las cuestiones a realizar o resolver con premura, habla bien y nos habilita a creer que hay una contemplación completa de la realidad, y, en base a tal visión, se planea un estricto núcleo de objetivos a cumplimentar. 

Marchar por la senda sin rumbo, sin norte ni guía, es mala o necia, al menos, señal. Por tal motivo se interpela siempre a cada quien, contar con una agenda al alcance de la diestra. Y activar los hilos en consecuencia, desde luego. 

A propósito, este pequeño marco introductorio pretende depositarnos, mis amigos, en un ítem crucial para la concreción individual y colectiva como ciudadanos plenos. Y, conviene por cierto mencionar, la imposibilidad de seguir guitarreando en esta temática que ofreceremos, y desprenderla lo antes posible, de fanatismos partidistas. Me refiero en concreto a la Educación nuestra, en esta nación gloriosa. 

Se ha difundido hace horas atrás un informe contundente por parte de la señora Ministra de Educación de CABA que sentencia con supina espontaneidad, los vericuetos de la niñez y adolescencia que no transitan por un camino elogiable en materia de aprendizaje, llegando a terminar la Primaria o estar en Tercer Año de la Secundaria y no saber leer y escribir sin yerros y tampoco poder comprender y explicar con palabras propias, un texto cualquiera. 

Tamaña deficiencia se ata, en cierta manera, al tiempo de parálisis escolar impreso por la pandemia y la sucesión de cuarentenas. Podríamos asimilar tal contingencia en mayor o menor talante; sin embargo las deducciones del informe van más allá del proceso frontal del Covid 19 y sus medidas aleatorias. El problema a aceptar sin disimulos ni excusas mantiene firme la idea de que, en rigor de verdad, hay un drama previo, un dilema estructural que se agudizó con el virus chino, pero no es solamente esta reciente etapa dispar, entre la virtualidad y la ausencia en las aulas. 

Aún se agrega otro condimento no menor: se ha hecho un relevamiento entre una determinada cantidad de chicos, de entre 12 y 16 años, para averiguar si logran captar los subtítulos de las películas habladas en inglés u otro idioma, en cines o dispositivos hogareños. El análisis resulta desalentador, puesto que la gran mayoría, expresa no alcanzar a leer en tiempo real los zócalos correspondientes, no por interferencias en la visión, sino por no saber leer de corrido. 

El temido abandono del noble hábito de la cotidiana lectura, es una incómoda piedra puntiaguda en el calzado. Y no se notan visos de mejoría. 

Como daño colateral, por otra parte, del virus coronado, se ha comprobado que alrededor de 600.000 alumnos en el territorio nacional y 200.000 en la Provincia de Buenos Aires, no retornaron a sus establecimientos educativos al abrirse la famosa y tardía presencialidad. 

Un escándalo, sin objeciones de ninguna naturaleza. ¿Y ahora, quién carga con semejante cruz social? Porque, ¿alguien puede aseverarnos que tales pibas y pibes, volverán raudos a sus obligaciones escolares, al ser visitados por un docente o asistente social?

Una auténtica lástima que redobla la apuesta a constatar en qué sitio hemos colocado a la educación. Obvio, que ha descendido varios peldaños de cómo supo hallarse situada otrora. 

Por Mario Delgado.-  

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Opinión

Te acostumbrás 

Un amigo, un poco mayor que yo, me graficaba ayer que, en rigor de verdad, los argentinos nos vamos acomodando, nos adaptamos, con suma ductilidad, aunque refunfuñemos, a ciertas cuestiones demenciales que debieran sacarnos de quicio y movilizarnos de otra manera. 

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“Te acostumbrás”, me pontificó, despejando incluso con tal frase, cualquier sombra de duda que pudiera subsistir aún. No hay pena ni atropello que no se nos haya puesto de manifiesto, y, sin embargo, continuamos erguidos como sociedad y metidos cada quien en lo suyo. 

La escasa atención que le brindamos a los sucesos del entorno, tal vez tenga mucho que ver con las instancias personales de cada sujeto. Las ocupaciones son cada vez más en base a que el dinero rinde menos. 

Se naturaliza la opción del mayor esfuerzo y la gente dispuesta, sale en pos de ganarse el cada día más caro, pan vital. Una pequeña gran gragea, un botoncito de muestra que nos revuelve la panza, pero, reitero, no todavía como la contingencia requiere de un pueblo auténticamente agobiado y harto. 

Los niveles de corrupción piramidal se elevan a la enésima potencia, revolean bolsos con dinero mal habido en conventos o cuentan plata afanada en sendos videos virales, y todo gira sin más que algún comentario atrevido, desafiando a la ya incorporada manía de soportar y sobrellevar el drama, las culpas de otros. 

No se hace ni siquiera un necesario gasoducto y luego llegan los “verseros” de siempre, con excusas y mensajes altisonantes. Y los robadores de vacunas contra el Covid se pasean orondos, dando cátedras seguro, de cómo fomentar el buen turismo ahora que todo mundo acató órdenes salvadoras. Hipócritas impíos, exonerados por el poder, como un tal Firmenich o un viscoso Verbitsky. Falsedades convertidas en relatos presumiblemente verídicos, para entretener a la platea boquiabierta, que no despierta.

En tal contexto de locura y terror, no escasean los heridores del campo, los que nada saben del trabajo aguerrido de los productores chicos o medianos, y demonizan al sector, olvidando que de ahí emana el 65 % de lo que consume el argentino. 

Y nos quedaría chico el espacio para ir citando con mayúsculas, si lo desean, los yerros y las tropelías de los poderosos que se apoltronan en sus sillones, bebiendo en copas de oro, el sudor de los humildes. 

Ya probaron el sabor de dominar a una población encerrada y muerta de miedo e incertidumbre y van a ir por más perversidades. Porque no les importa subsanar las necesidades básicas, ni mejorar la calidad de vida del ser humano; sólo ansían llenar sus propias arcas, permanecer y ampliar la red de mantenidos por el Estado, que son los votantes cautivos, los temerosos que no se irán del redil por no perder sus planes sociales. 

Mientras la inflación consume las billeteras y separa a familias enteras, ahorcadas y sin solución, al tiempo que la inseguridad y la droga incrementa su paso fuerte y mortal, se encienden los doble discursos, las linternitas de los jetones de ocasión, charlatanes de bar, sin programas efectivos para mutar tanta mugre. 

Te acostumbrás, es cierto y penoso, a convivir con la putrefacción y contemplar sin esperanzas el panorama difuso del país que amás. 

Por Mario Delgado.-   

  

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 Farmacias de turno en Olavarría Facultad de Derecho