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Opinión

Desde qué ángulo se predica

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Las consecuencias de la convulsión en que estamos sumergidos como ciudad, parten de un mismo sitio: la perspectiva científica de noción de verdad que aporta cada predicador de los distintos tópicos, desde su púlpito barnizado de emisión de discurso.

Si se expresa la cuestión con claridad y sencillez, no habrá porque buscarle cinco patas al gato. El problema emerge a la palestra, cuando los mensajeros no disponen de un matiz de certeza y convicción propia.

Entonces los canales de instrumentación de lo referido, se tornan opacos, indigeribles y el agente receptor del contenido, se pone mal porque discierne que no están siendo del todo honestos con él.

¿Cómo es factible, amigos, sin ir más lejos en el tiempo y en el espacio, que nos hallamos sumergido en el lodo de la intranquilidad desbordada, el pasado primero de junio, y que, en definitiva, nadie se ponga el sayo de la responsabilidad a cuestas?

En definitiva, acá nos conocemos medianamente todos. Vivimos en una urbe que ansía crecer y convertirse en algo sumamente impresionante; mas aún conservamos el espíritu pueblerino en varias cosas.

De modo tal, mis lectores, que nada se escapa de la red o se esfuma así nomás, tan fácil. El cascabel al felino no se lo coloca nadie, hasta ahora. No porque sea un laburito simpático, claro. Sino, precisamente, por la sonoridad y trascendencia que conlleva el asunto.

Tomar este ejemplo es necesario. Sobre todo por la proximidad y relevancia histórica del tal. Pero una visión consciente e imparcial, nos devolverá una nueva insatisfacción. El círculo laberíntico saltará a los ojos aviesos de aquel olavarriense con deseos de que alguien le diga las cosas por su nombre, sin tapujos estériles.

A lo mejor, a más de cuatro petimetres se les hace imposible descifrar que es buena hora para expresar y explotar el cántaro fresco de la veracidad plena, y constante.

Reinan los eufemismos y los “bifurcadores”, mediáticos inclusive, de lo veraz, de lo auténtico. Estos sujetos aplican una ley uniforme para desarrollar el ítem a su criterio, esquivando los “baches” que conciernen a su propia inoperancia y falacia hermenéutica.

¿No es más directo el camino a la réplica de lo que pasó en rigor de verdad? Se simplifican los mundos paralelos si se habla con la voz candente de la veracidad supina. No hay aristas que no se logren pulir.

Aunque habrá que reconocer que no es una elección sin trabas. A veces cuesta horrores y no se gana en popularidad. La verdad bien entendida, suele no cotizar en bolsa. Parece más “masticable” el disfraz que la urgencia de la transmisión cierta de los aconteceres.

He visto acciones increíbles de algunos “comunicadores” que han huido de lugares comprometidos con su ideario, con los intereses empresariales de quienes representan.

Todavía la gente en general aquí, no ha chocado contra la pared como debiera, para escudriñar quién realmente se la juega, con pasión, con devoción por lo que lo asiste como profesión elegida.

Mientras tal milagro se materializa, y aunque haya que esperar más de la cuenta, “seguiremos en la soledad y la pobreza, predicando el camino del honor y de la gloria”.

Por Mario Delgado.-

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Opinión

Lo bueno de tener prioridades

Tener prioridades es realmente óptimo: sugiere, entre otras cosas, que el individuo o los gobiernos de los tres niveles, poseen un criterio juicioso, y cuentan, además, con un proyecto de vida de largo alcance.

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Marcar las cuestiones a realizar o resolver con premura, habla bien y nos habilita a creer que hay una contemplación completa de la realidad, y, en base a tal visión, se planea un estricto núcleo de objetivos a cumplimentar. 

Marchar por la senda sin rumbo, sin norte ni guía, es mala o necia, al menos, señal. Por tal motivo se interpela siempre a cada quien, contar con una agenda al alcance de la diestra. Y activar los hilos en consecuencia, desde luego. 

A propósito, este pequeño marco introductorio pretende depositarnos, mis amigos, en un ítem crucial para la concreción individual y colectiva como ciudadanos plenos. Y, conviene por cierto mencionar, la imposibilidad de seguir guitarreando en esta temática que ofreceremos, y desprenderla lo antes posible, de fanatismos partidistas. Me refiero en concreto a la Educación nuestra, en esta nación gloriosa. 

Se ha difundido hace horas atrás un informe contundente por parte de la señora Ministra de Educación de CABA que sentencia con supina espontaneidad, los vericuetos de la niñez y adolescencia que no transitan por un camino elogiable en materia de aprendizaje, llegando a terminar la Primaria o estar en Tercer Año de la Secundaria y no saber leer y escribir sin yerros y tampoco poder comprender y explicar con palabras propias, un texto cualquiera. 

Tamaña deficiencia se ata, en cierta manera, al tiempo de parálisis escolar impreso por la pandemia y la sucesión de cuarentenas. Podríamos asimilar tal contingencia en mayor o menor talante; sin embargo las deducciones del informe van más allá del proceso frontal del Covid 19 y sus medidas aleatorias. El problema a aceptar sin disimulos ni excusas mantiene firme la idea de que, en rigor de verdad, hay un drama previo, un dilema estructural que se agudizó con el virus chino, pero no es solamente esta reciente etapa dispar, entre la virtualidad y la ausencia en las aulas. 

Aún se agrega otro condimento no menor: se ha hecho un relevamiento entre una determinada cantidad de chicos, de entre 12 y 16 años, para averiguar si logran captar los subtítulos de las películas habladas en inglés u otro idioma, en cines o dispositivos hogareños. El análisis resulta desalentador, puesto que la gran mayoría, expresa no alcanzar a leer en tiempo real los zócalos correspondientes, no por interferencias en la visión, sino por no saber leer de corrido. 

El temido abandono del noble hábito de la cotidiana lectura, es una incómoda piedra puntiaguda en el calzado. Y no se notan visos de mejoría. 

Como daño colateral, por otra parte, del virus coronado, se ha comprobado que alrededor de 600.000 alumnos en el territorio nacional y 200.000 en la Provincia de Buenos Aires, no retornaron a sus establecimientos educativos al abrirse la famosa y tardía presencialidad. 

Un escándalo, sin objeciones de ninguna naturaleza. ¿Y ahora, quién carga con semejante cruz social? Porque, ¿alguien puede aseverarnos que tales pibas y pibes, volverán raudos a sus obligaciones escolares, al ser visitados por un docente o asistente social?

Una auténtica lástima que redobla la apuesta a constatar en qué sitio hemos colocado a la educación. Obvio, que ha descendido varios peldaños de cómo supo hallarse situada otrora. 

Por Mario Delgado.-  

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Opinión

Te acostumbrás 

Un amigo, un poco mayor que yo, me graficaba ayer que, en rigor de verdad, los argentinos nos vamos acomodando, nos adaptamos, con suma ductilidad, aunque refunfuñemos, a ciertas cuestiones demenciales que debieran sacarnos de quicio y movilizarnos de otra manera. 

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“Te acostumbrás”, me pontificó, despejando incluso con tal frase, cualquier sombra de duda que pudiera subsistir aún. No hay pena ni atropello que no se nos haya puesto de manifiesto, y, sin embargo, continuamos erguidos como sociedad y metidos cada quien en lo suyo. 

La escasa atención que le brindamos a los sucesos del entorno, tal vez tenga mucho que ver con las instancias personales de cada sujeto. Las ocupaciones son cada vez más en base a que el dinero rinde menos. 

Se naturaliza la opción del mayor esfuerzo y la gente dispuesta, sale en pos de ganarse el cada día más caro, pan vital. Una pequeña gran gragea, un botoncito de muestra que nos revuelve la panza, pero, reitero, no todavía como la contingencia requiere de un pueblo auténticamente agobiado y harto. 

Los niveles de corrupción piramidal se elevan a la enésima potencia, revolean bolsos con dinero mal habido en conventos o cuentan plata afanada en sendos videos virales, y todo gira sin más que algún comentario atrevido, desafiando a la ya incorporada manía de soportar y sobrellevar el drama, las culpas de otros. 

No se hace ni siquiera un necesario gasoducto y luego llegan los “verseros” de siempre, con excusas y mensajes altisonantes. Y los robadores de vacunas contra el Covid se pasean orondos, dando cátedras seguro, de cómo fomentar el buen turismo ahora que todo mundo acató órdenes salvadoras. Hipócritas impíos, exonerados por el poder, como un tal Firmenich o un viscoso Verbitsky. Falsedades convertidas en relatos presumiblemente verídicos, para entretener a la platea boquiabierta, que no despierta.

En tal contexto de locura y terror, no escasean los heridores del campo, los que nada saben del trabajo aguerrido de los productores chicos o medianos, y demonizan al sector, olvidando que de ahí emana el 65 % de lo que consume el argentino. 

Y nos quedaría chico el espacio para ir citando con mayúsculas, si lo desean, los yerros y las tropelías de los poderosos que se apoltronan en sus sillones, bebiendo en copas de oro, el sudor de los humildes. 

Ya probaron el sabor de dominar a una población encerrada y muerta de miedo e incertidumbre y van a ir por más perversidades. Porque no les importa subsanar las necesidades básicas, ni mejorar la calidad de vida del ser humano; sólo ansían llenar sus propias arcas, permanecer y ampliar la red de mantenidos por el Estado, que son los votantes cautivos, los temerosos que no se irán del redil por no perder sus planes sociales. 

Mientras la inflación consume las billeteras y separa a familias enteras, ahorcadas y sin solución, al tiempo que la inseguridad y la droga incrementa su paso fuerte y mortal, se encienden los doble discursos, las linternitas de los jetones de ocasión, charlatanes de bar, sin programas efectivos para mutar tanta mugre. 

Te acostumbrás, es cierto y penoso, a convivir con la putrefacción y contemplar sin esperanzas el panorama difuso del país que amás. 

Por Mario Delgado.-   

  

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 Farmacias de turno en Olavarría Facultad de Derecho