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Opinión

Amoris Laetitia

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Para el universo religioso, propiamente el católico, las disyuntivas continúan y son un proceso dinámico y adaptable a las circunstancias del presente que se advierte.

Cada Jefe, cada Papa, por ende, amigos, le pone su impronta, su visión a los temas. Elabora postulados que suelen ser más o menos indulgentes, más o menos conservadores, de eso se da perfecta fe, baste solo una leída a vuelo de pájaro, a sus principales escritos.
La sociedad en su conjunto, por otro andarivel, va mutando con el transcurrir de las épocas. E inclusive ahora, da la impresión que tales variaciones, tales oscilaciones, se ubican con mayor premura.
Los exégetas, los teólogos, los eruditos en Biblia y la feligresía común, con tal parámetro, toman abiertamente o no, actitudes de debate y reaccionan de una manera u otra, ante los movimientos del tablero. Y es la curia romana, con el líder a la cabeza, la que intenta al menos, ir marcando cada día el terreno de juego de la Iglesia de San Pedro.
En este contexto de idas y vueltas temáticas, de discusiones débiles o súper encendidas, según el instante, se observa con cautela o con efusividad un documento del convocante Pontífice Francisco I. El texto recibe el nombre sugestivo desde luego, de “AMORIS LAETITIA”, cuya traducción sería “La alegría del amor”, donde el jesuita pastor condensa un grupo de ideas en nueve capítulos, acerca del amor precisamente, de la pareja, de la familia, de los homosexuales y de los divorciados, entre otras cuestiones puntuales y puntillosas por cierto.
Y se nota en los corrillos de la comunidad militante, en la hermandad, un murmullo descollante, porque las urgencias de los tópicos, ameritan un análisis profundo y a la luz del mensaje papal, pero a su vez, a través de lo expuesto desde siempre, tanto por la Iglesia Romana, tanto por la mismísimas Sagradas Escrituras.
“El tiempo es superior al espacio”, sentencia el báculo pastoral de Francisco I. Otro clérigo, “Tucho” Fernández, arzobispo, rector y osculador, recoge el guante y promueve un quiebre al señalar, suelto de cuerpo, que el texto “Amoris Laetitia” termina siendo: “Una puerta pastoral y no una cuestión fundamental”.
Se discierne entonces que la controversia existe. Thomas Rausch, otro jesuita, expone que “La doctrina debe cambiar para coincidir con la práctica religiosa”.
En tal sentido, mis lectores, el libro papal citado, es evidentemente una puerta que pretende abrirse sin rechinar. Claro que no es tarea fácil. Se choca con años o siglos de una tradición que puede resultar incómoda para algunos.
La esencia del texto les da un espaldarazo a los divorciados y “recasados”, ya que les habilita, según los casos, a comulgar. También acaricia la idiosincrasia de los que viven en concubinato, aún sin haberse unido en matrimonio. Los divorciados en nueva unión, llevándolos tal vez muy pronto, a que puedan ser “padrinos”, cosa novedosa si las hay.
El Papa argentino toma en cuenta aspectos sociales y particulares para defender a quienes sin estar dentro de los “encuadres” dogmáticos de la grey católica, igualmente han de ser considerados y sobre todo, aceptados y valorados por sus pares y por la estructura religiosa en sí, como auténticos “Hijos de Dios”.
Esta interpretación sacude a los ultra ortodoxos de la teología. Los enerva. Los pone en estado de alerta. Porque el grueso de la masa dogmática, no percibe ni procede aún, a abrir las ventanas de la luz a los creyentes que no condicen con lo teórico, con lo recibido hasta hoy.
El ex Arzobispo de Buenos Aires, quizá a sabiendas de lo que desataría, exhibe prudencia y pone el acento en estudiar minuciosamente si fuere menester, los casos, no cayendo en generalidades abstractas e inconducentes.
Su aparente generosidad colisiona, atención mis amigos, no obstante, con dos álgidos tópicos: el rechazo sin dubitaciones ni concesiones al aborto y la realidad de los homosexuales. Porque, si bien Bergoglio en su calidad de Pontífice, los respeta a los “gays” o lesbianas en su dignidad de personas, no autoriza las uniones entre individuos del mismo sexo. Las considera lisa y llanamente “inaceptables”.
En síntesis, una ocasión más la palabra establecida se topa con la modernización de la comunidad mundial. Y es ahí donde la institución de la cruz del Gólgota, ha de situarse para indicar las flechas correspondientes. Por supuesto que esa labor en atrapante y no se practica así nomás.
Por Mario Delgado.-

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Opinión

Lo bueno de tener prioridades

Tener prioridades es realmente óptimo: sugiere, entre otras cosas, que el individuo o los gobiernos de los tres niveles, poseen un criterio juicioso, y cuentan, además, con un proyecto de vida de largo alcance.

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Marcar las cuestiones a realizar o resolver con premura, habla bien y nos habilita a creer que hay una contemplación completa de la realidad, y, en base a tal visión, se planea un estricto núcleo de objetivos a cumplimentar. 

Marchar por la senda sin rumbo, sin norte ni guía, es mala o necia, al menos, señal. Por tal motivo se interpela siempre a cada quien, contar con una agenda al alcance de la diestra. Y activar los hilos en consecuencia, desde luego. 

A propósito, este pequeño marco introductorio pretende depositarnos, mis amigos, en un ítem crucial para la concreción individual y colectiva como ciudadanos plenos. Y, conviene por cierto mencionar, la imposibilidad de seguir guitarreando en esta temática que ofreceremos, y desprenderla lo antes posible, de fanatismos partidistas. Me refiero en concreto a la Educación nuestra, en esta nación gloriosa. 

Se ha difundido hace horas atrás un informe contundente por parte de la señora Ministra de Educación de CABA que sentencia con supina espontaneidad, los vericuetos de la niñez y adolescencia que no transitan por un camino elogiable en materia de aprendizaje, llegando a terminar la Primaria o estar en Tercer Año de la Secundaria y no saber leer y escribir sin yerros y tampoco poder comprender y explicar con palabras propias, un texto cualquiera. 

Tamaña deficiencia se ata, en cierta manera, al tiempo de parálisis escolar impreso por la pandemia y la sucesión de cuarentenas. Podríamos asimilar tal contingencia en mayor o menor talante; sin embargo las deducciones del informe van más allá del proceso frontal del Covid 19 y sus medidas aleatorias. El problema a aceptar sin disimulos ni excusas mantiene firme la idea de que, en rigor de verdad, hay un drama previo, un dilema estructural que se agudizó con el virus chino, pero no es solamente esta reciente etapa dispar, entre la virtualidad y la ausencia en las aulas. 

Aún se agrega otro condimento no menor: se ha hecho un relevamiento entre una determinada cantidad de chicos, de entre 12 y 16 años, para averiguar si logran captar los subtítulos de las películas habladas en inglés u otro idioma, en cines o dispositivos hogareños. El análisis resulta desalentador, puesto que la gran mayoría, expresa no alcanzar a leer en tiempo real los zócalos correspondientes, no por interferencias en la visión, sino por no saber leer de corrido. 

El temido abandono del noble hábito de la cotidiana lectura, es una incómoda piedra puntiaguda en el calzado. Y no se notan visos de mejoría. 

Como daño colateral, por otra parte, del virus coronado, se ha comprobado que alrededor de 600.000 alumnos en el territorio nacional y 200.000 en la Provincia de Buenos Aires, no retornaron a sus establecimientos educativos al abrirse la famosa y tardía presencialidad. 

Un escándalo, sin objeciones de ninguna naturaleza. ¿Y ahora, quién carga con semejante cruz social? Porque, ¿alguien puede aseverarnos que tales pibas y pibes, volverán raudos a sus obligaciones escolares, al ser visitados por un docente o asistente social?

Una auténtica lástima que redobla la apuesta a constatar en qué sitio hemos colocado a la educación. Obvio, que ha descendido varios peldaños de cómo supo hallarse situada otrora. 

Por Mario Delgado.-  

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Opinión

Te acostumbrás 

Un amigo, un poco mayor que yo, me graficaba ayer que, en rigor de verdad, los argentinos nos vamos acomodando, nos adaptamos, con suma ductilidad, aunque refunfuñemos, a ciertas cuestiones demenciales que debieran sacarnos de quicio y movilizarnos de otra manera. 

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“Te acostumbrás”, me pontificó, despejando incluso con tal frase, cualquier sombra de duda que pudiera subsistir aún. No hay pena ni atropello que no se nos haya puesto de manifiesto, y, sin embargo, continuamos erguidos como sociedad y metidos cada quien en lo suyo. 

La escasa atención que le brindamos a los sucesos del entorno, tal vez tenga mucho que ver con las instancias personales de cada sujeto. Las ocupaciones son cada vez más en base a que el dinero rinde menos. 

Se naturaliza la opción del mayor esfuerzo y la gente dispuesta, sale en pos de ganarse el cada día más caro, pan vital. Una pequeña gran gragea, un botoncito de muestra que nos revuelve la panza, pero, reitero, no todavía como la contingencia requiere de un pueblo auténticamente agobiado y harto. 

Los niveles de corrupción piramidal se elevan a la enésima potencia, revolean bolsos con dinero mal habido en conventos o cuentan plata afanada en sendos videos virales, y todo gira sin más que algún comentario atrevido, desafiando a la ya incorporada manía de soportar y sobrellevar el drama, las culpas de otros. 

No se hace ni siquiera un necesario gasoducto y luego llegan los “verseros” de siempre, con excusas y mensajes altisonantes. Y los robadores de vacunas contra el Covid se pasean orondos, dando cátedras seguro, de cómo fomentar el buen turismo ahora que todo mundo acató órdenes salvadoras. Hipócritas impíos, exonerados por el poder, como un tal Firmenich o un viscoso Verbitsky. Falsedades convertidas en relatos presumiblemente verídicos, para entretener a la platea boquiabierta, que no despierta.

En tal contexto de locura y terror, no escasean los heridores del campo, los que nada saben del trabajo aguerrido de los productores chicos o medianos, y demonizan al sector, olvidando que de ahí emana el 65 % de lo que consume el argentino. 

Y nos quedaría chico el espacio para ir citando con mayúsculas, si lo desean, los yerros y las tropelías de los poderosos que se apoltronan en sus sillones, bebiendo en copas de oro, el sudor de los humildes. 

Ya probaron el sabor de dominar a una población encerrada y muerta de miedo e incertidumbre y van a ir por más perversidades. Porque no les importa subsanar las necesidades básicas, ni mejorar la calidad de vida del ser humano; sólo ansían llenar sus propias arcas, permanecer y ampliar la red de mantenidos por el Estado, que son los votantes cautivos, los temerosos que no se irán del redil por no perder sus planes sociales. 

Mientras la inflación consume las billeteras y separa a familias enteras, ahorcadas y sin solución, al tiempo que la inseguridad y la droga incrementa su paso fuerte y mortal, se encienden los doble discursos, las linternitas de los jetones de ocasión, charlatanes de bar, sin programas efectivos para mutar tanta mugre. 

Te acostumbrás, es cierto y penoso, a convivir con la putrefacción y contemplar sin esperanzas el panorama difuso del país que amás. 

Por Mario Delgado.-   

  

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 Farmacias de turno en Olavarría Facultad de Derecho