Opinión
De pobreza y de pobres
Cada charla familiar, o con amigos, o en nuestro lugar de trabajo, ha de referir por estos gélidos días un temita recurrente: los increíbles y desbordantes aumentos que nos vapulean el bolsillo, incrustando un puñal en la economía hogareña y personal.
Claro que, más allá de las conjeturas político – partidarias de cada quien, hay una verdad auténtica, transparente: el caos que ahorita divisamos y padecemos en carne propia, ya se venía anticipando, se hallaba al caer; sólo era una cuestión de tiempo su arribo demencial y preocupante.
El retraso tarifario fue una constante en el Gobierno Nacional del kirchnerismo. La propuesta se visualizó por un andarivel de subsidios, de bajas boletas de servicios en la Capital y de ir postergando las subas que fuesen menester. Con un anexo también de terror, mis lectores: no hubo prácticamente nada de inversión por parte de las empresas concesionarias.
Todo este cuadro de desprolijidades, terminó arrojándonos al vacío, con consecuencias que aún no podemos advertir ni medir en su justo juicio, en su exacta medida.
La sospecha la elabora todo un pueblo, alborotado y casi perdido por las sombras de los números extensos que aparecen en las boletas de los distintos y esenciales, porque no, servicios.
Del disgusto generalizado se logra avanzar a veces a un mediano ritmo de pragmático optimismo, ya que, desde las órbitas oficiales de Balcarce 50, se menciona el concepto de “superar las pruebas”. Habrá que ver…
Lo cierto es que los incrementos había que darlos. El punto neurálgico de la discusión sin embargo, amigos, se centraliza en un pequeño – gran apartado: los latigazos se están recibiendo de a montones y todos juntitos, con lo cual, la piel se abre trémula ante las heridas.
Hubiera sido más propicio, dicen algunos líderes y conocedores del meollo, un progresivo prorrateo de las cuotas en las boletas y de tal modo, se soliviaba el poder del aumento de luz, gas, combustibles, etcétera, etcétera.
Una corrección muy drástica se ha implantado en las tierras del sur del mundo. No solamente nos tropezamos entonces con los sueldos que no nos alcanzan para cubrirnos de las heladas matinales, sino que hemos de embestir furiosos y nerviosos, a otro gigante fiero que asoma su maldita cola: el desempleo.
La cosa se pone muy candente, pues; los que poseen laburo, temen perderlo de un momento a otro, en un gran porcentaje, habida cuenta de los vaivenes de la economía vernácula. Baste con observar los alicaídos comercios nuestros, pasadas las primeras jornadas de cada mes.
Y se adjunta en el paisaje otro monstruo de las pampas: el temor a no conseguir ningún trabajo, en caso de salir a buscarlo por ejemplo.
En tal contexto, el “Observatorio de la Deuda Social” de la “Universidad Católica Argentina”, ha elaborado, como ya es habitual en este organismo de prestigio, un nuevo y detallado informe que pone blanco sobre negro, sin dilaciones. Miremos sin disimulos…
En la República Argentina, justo en su 206° aniversario de la Semana de Mayo para colmo, tenemos 13 millones de hermanos, de compatriotas, en estado de pobreza. Esto es, 1,4 millones más de pobres desde el 10 de diciembre del pasado año.
Una tasa de pobreza del 34,5 % en este inicial semestre de 2016, que todavía incluso no ha concluido del todo. Y, en definitiva, repetimos para no olvidarnos, la nómina total de gente pobre asciende por estas horas turbulentas a 13 millones de almas argentinas, nada más y nada menos. El nivel de indigencia a su vez ronda el 6,9 %.
Por Mario Delgado.-




