Opinión
Barrio Independencia, séptima nota
Todavía resta limpiar. Los espasmódicos gritos de los presuntos involucrados en las usurpaciones del Independencia, resuenan aún en los oídos de vecinos y ocasiones testigos de la batahola desatada apenas días atrás por fuerzas del orden de diversas áreas.
Indudable es que el movimiento y la serie de allanamientos, sucedidos en los monoblocks 4,5,6 y 7, ha traído interesantes consecuencias, puesto que era algo muy reclamado por las personas de bien que conviven a diario con la “suciedad” de una zona del sur de nuestra ciudad.
Mujeres y varones trasladados en los vehículos policiales, muebles cargados en camionetas y una sarta de insultos hacia los promotores de la acción de “limpieza”, coparon la escena de un sector ultra convulsionado.
Claro que los entendidos y conocedores del tema, no compran espejitos de colores ni se rinden ante situaciones fílmicas; solamente anhelan resultados prácticos, no simplemente palabras alusivas.
Y estos sabedores proclaman a viva voz, que la cabecilla de toda la pandilla relacionada con la operatoria de usurpar y hacer luego girar la rueda, en busca de ingenuos que caen en la trampa de la compra o alquiler de apartamentos del barrio en cuestión, continúa gozando de aire fresco.
La jefa máxima del infierno barrial está libre; no ha sido molestada todavía. Disfruta de total impunidad. La pregunta surge inmediata entonces en el ávido público expectante: ¿Será absoluta casualidad que hayan pasado de largo, o ya le va a tocar su turno en brevísimo lapso, para desmoronarle el castillo de arena levantado por ella desde hace tiempo?
Una parte al fin, las hojas del árbol han caído al piso. Pero es apenitas un gozne; no es toda la puerta. Una familia con serios antecedentes, fue aprehendida. Y algunos más. Sin embargo, las botas de los uniformados deben visitar el departamento de la jerarca (por el Monoblock 1, por si no lo saben los especialistas) y hacerla temblar y retroceder.
En el revuelo de las sirenas altisonantes y de los “azules” armados hasta los dientes, dominando el cuadro, dándole curso al trazo del pincel, son pocos los que consienten en revisar ciertas escrituras de varios nuevos dueños de departamentos, los cuales han ido arribando de la diestra de ésta organización tan enquistada en su rubro maligno.
Un escribano ha “truchado” escrituras con asombrosa asiduidad. Asumiendo riesgos. Por algo será. Si tan simple se ha orquestado todo el circo que hasta parece un cuento de novela negra. Mas es producto nocivo de la realidad más siniestra.
Y ¿para cuándo la investigación precisa y concisa en su oficina? Por supuesto que hay más. Demasiados actores más para presentar en sociedad una obra de terror muy particular.
Y la connivencia trepando hasta los cúmulos nimbos. Con delincuentes usurpadores “trabajando” a veces para ciertos servidores de la Ley corruptos que en rigor de verdad, se sirven a sí mismos. Ustedes me comprenden…
No es de altos intelectos descubrir por qué nada viró antes con la impronta que la causa amerita. Las molestias y riesgos, las han terminado abonando todos: inclusive los inocentes vecinos que maldicen cada día semejante desidia estatal que recién ahora ha mutado a actividad de limpieza de la basura.
Aunque bien podría el brazo de la Justicia extenderse en toda su anatomía, no dejando tentáculos ni cabeza suelta.
Por Mario Delgado.-
Opinión
Lo bueno de tener prioridades
Tener prioridades es realmente óptimo: sugiere, entre otras cosas, que el individuo o los gobiernos de los tres niveles, poseen un criterio juicioso, y cuentan, además, con un proyecto de vida de largo alcance.
Marcar las cuestiones a realizar o resolver con premura, habla bien y nos habilita a creer que hay una contemplación completa de la realidad, y, en base a tal visión, se planea un estricto núcleo de objetivos a cumplimentar.
Marchar por la senda sin rumbo, sin norte ni guía, es mala o necia, al menos, señal. Por tal motivo se interpela siempre a cada quien, contar con una agenda al alcance de la diestra. Y activar los hilos en consecuencia, desde luego.
A propósito, este pequeño marco introductorio pretende depositarnos, mis amigos, en un ítem crucial para la concreción individual y colectiva como ciudadanos plenos. Y, conviene por cierto mencionar, la imposibilidad de seguir guitarreando en esta temática que ofreceremos, y desprenderla lo antes posible, de fanatismos partidistas. Me refiero en concreto a la Educación nuestra, en esta nación gloriosa.
Se ha difundido hace horas atrás un informe contundente por parte de la señora Ministra de Educación de CABA que sentencia con supina espontaneidad, los vericuetos de la niñez y adolescencia que no transitan por un camino elogiable en materia de aprendizaje, llegando a terminar la Primaria o estar en Tercer Año de la Secundaria y no saber leer y escribir sin yerros y tampoco poder comprender y explicar con palabras propias, un texto cualquiera.
Tamaña deficiencia se ata, en cierta manera, al tiempo de parálisis escolar impreso por la pandemia y la sucesión de cuarentenas. Podríamos asimilar tal contingencia en mayor o menor talante; sin embargo las deducciones del informe van más allá del proceso frontal del Covid 19 y sus medidas aleatorias. El problema a aceptar sin disimulos ni excusas mantiene firme la idea de que, en rigor de verdad, hay un drama previo, un dilema estructural que se agudizó con el virus chino, pero no es solamente esta reciente etapa dispar, entre la virtualidad y la ausencia en las aulas.
Aún se agrega otro condimento no menor: se ha hecho un relevamiento entre una determinada cantidad de chicos, de entre 12 y 16 años, para averiguar si logran captar los subtítulos de las películas habladas en inglés u otro idioma, en cines o dispositivos hogareños. El análisis resulta desalentador, puesto que la gran mayoría, expresa no alcanzar a leer en tiempo real los zócalos correspondientes, no por interferencias en la visión, sino por no saber leer de corrido.
El temido abandono del noble hábito de la cotidiana lectura, es una incómoda piedra puntiaguda en el calzado. Y no se notan visos de mejoría.
Como daño colateral, por otra parte, del virus coronado, se ha comprobado que alrededor de 600.000 alumnos en el territorio nacional y 200.000 en la Provincia de Buenos Aires, no retornaron a sus establecimientos educativos al abrirse la famosa y tardía presencialidad.
Un escándalo, sin objeciones de ninguna naturaleza. ¿Y ahora, quién carga con semejante cruz social? Porque, ¿alguien puede aseverarnos que tales pibas y pibes, volverán raudos a sus obligaciones escolares, al ser visitados por un docente o asistente social?
Una auténtica lástima que redobla la apuesta a constatar en qué sitio hemos colocado a la educación. Obvio, que ha descendido varios peldaños de cómo supo hallarse situada otrora.
Por Mario Delgado.-
Opinión
Te acostumbrás
Un amigo, un poco mayor que yo, me graficaba ayer que, en rigor de verdad, los argentinos nos vamos acomodando, nos adaptamos, con suma ductilidad, aunque refunfuñemos, a ciertas cuestiones demenciales que debieran sacarnos de quicio y movilizarnos de otra manera.
“Te acostumbrás”, me pontificó, despejando incluso con tal frase, cualquier sombra de duda que pudiera subsistir aún. No hay pena ni atropello que no se nos haya puesto de manifiesto, y, sin embargo, continuamos erguidos como sociedad y metidos cada quien en lo suyo.
La escasa atención que le brindamos a los sucesos del entorno, tal vez tenga mucho que ver con las instancias personales de cada sujeto. Las ocupaciones son cada vez más en base a que el dinero rinde menos.
Se naturaliza la opción del mayor esfuerzo y la gente dispuesta, sale en pos de ganarse el cada día más caro, pan vital. Una pequeña gran gragea, un botoncito de muestra que nos revuelve la panza, pero, reitero, no todavía como la contingencia requiere de un pueblo auténticamente agobiado y harto.
Los niveles de corrupción piramidal se elevan a la enésima potencia, revolean bolsos con dinero mal habido en conventos o cuentan plata afanada en sendos videos virales, y todo gira sin más que algún comentario atrevido, desafiando a la ya incorporada manía de soportar y sobrellevar el drama, las culpas de otros.
No se hace ni siquiera un necesario gasoducto y luego llegan los “verseros” de siempre, con excusas y mensajes altisonantes. Y los robadores de vacunas contra el Covid se pasean orondos, dando cátedras seguro, de cómo fomentar el buen turismo ahora que todo mundo acató órdenes salvadoras. Hipócritas impíos, exonerados por el poder, como un tal Firmenich o un viscoso Verbitsky. Falsedades convertidas en relatos presumiblemente verídicos, para entretener a la platea boquiabierta, que no despierta.
En tal contexto de locura y terror, no escasean los heridores del campo, los que nada saben del trabajo aguerrido de los productores chicos o medianos, y demonizan al sector, olvidando que de ahí emana el 65 % de lo que consume el argentino.
Y nos quedaría chico el espacio para ir citando con mayúsculas, si lo desean, los yerros y las tropelías de los poderosos que se apoltronan en sus sillones, bebiendo en copas de oro, el sudor de los humildes.
Ya probaron el sabor de dominar a una población encerrada y muerta de miedo e incertidumbre y van a ir por más perversidades. Porque no les importa subsanar las necesidades básicas, ni mejorar la calidad de vida del ser humano; sólo ansían llenar sus propias arcas, permanecer y ampliar la red de mantenidos por el Estado, que son los votantes cautivos, los temerosos que no se irán del redil por no perder sus planes sociales.
Mientras la inflación consume las billeteras y separa a familias enteras, ahorcadas y sin solución, al tiempo que la inseguridad y la droga incrementa su paso fuerte y mortal, se encienden los doble discursos, las linternitas de los jetones de ocasión, charlatanes de bar, sin programas efectivos para mutar tanta mugre.
Te acostumbrás, es cierto y penoso, a convivir con la putrefacción y contemplar sin esperanzas el panorama difuso del país que amás.
Por Mario Delgado.-