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Opinión

Agenda fomentista

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Las peculiaridades de las asociaciones barriales fomentistas, son muy dignas de evaluación permanente. Partiendo de la base ya reconocida, mis amigos, de que los señores dirigentes son el primer nexo que deben visualizar los vecinos a la hora de poner de pie un determinado sector de la ciudad.

El que se dedica de alma y poniendo pasión y tiempo a su tarea de servicio comunitario, por supuesto, ha de estar bien atento a los latidos de su zona de influencia.

En estos años modernos, donde prima la inmediatez y la comunicación se da en el mismo instante en que se producen los hechos, la óptica entonces del fomentista, no puede hallarse ajena a las circunstancias que lo rodean y rozan.

Casi cual atalaya, ha de permanecer con los sentidos despejados, en virtud de captar cualquier sonido, cualquier comentario y, sobre todo claro, cualquier posibilidad de engrosar la ya seguramente, gorda carpeta de trabajos y proyectos.

Es de aseverarse con pleno convencimiento, pues, que la agenda de los conspicuos líderes barriales, nunca puede notarse cerrada; por el contrario, la mentalidad y la practicidad del fomentista, sea veterano o joven, tiene que disponer cada jornada, de un espacio para algo nuevo por cristalizar, o en qué poner el énfasis.

O sea, queridos lectores, hablo fundamentalmente, de ir anexando fojas al expediente de lo ya tradicional. Las cuestiones primordiales que acompañan siempre y una batería de factibles ingresos de temas, de esos ingredientes se nutre la faceta del fomentismo también.

El actual Siglo XXI requiere del laburo noble, sacrificado y perspicaz del referente de cada barrio. Eso no está en discusión, porque, más allá de los intentos que se han orquestado desde distintos ángulos, para desestabilizar o vilipendiar la función fomenteril, las banderas y la fortaleza en particular de los fomentistas de ley, no han logrado ser chamuscadas o derribadas.

Y este mismo Siglo, a su vez, desea contar en su haber con gente capaz de advertir los vaivenes de la sociedad y poner su cuerpo y espíritu al frente de las noveles batallas por librar.

Cierto es, no obstante, que tal decisión conlleva jugarse el pellejo y poner el pecho a posibles balas criticonas. Aunque se sabe de memoria el viejo adagio: “Quien más habla negativamente, es quien menos hace”.

El cuero curtido del dirigente, soporta el frío y el calor de los embates furiosos de los intempestivos. Lamentable es reconocer, sin embargo, que son variadas las penurias por resistir. Desde los reclamos incesantes por aquello que precisa el barrio, hasta los tétricos robos que incluso padecen algunas entidades en su propia sede, dejándolas rengas porque cada elemento que sustraigan, por pocos que fueren, son de excelso valor para la institución que se habrá “roto el lomo” para ir consiguiendo cada cosita, con sumo esfuerzo repito.

A eso habrá que adicionarle la burocracia y los posibles plantones frente a los ámbitos de poder. Y los pedidos insistentes y sin desmayo. Y la indiferencia de los vecinos que no se asocian y que, muchas veces, ni siquiera concurren a los eventos de la Junta Vecinal o Sociedad de Fomento a la que pertenecen.

Mas los baldazos de agua helada, no coartan el impulso del auténtico fomentista. El cual se sobrepone, toma nuevo envión y prosigue en aras de alcanzar victorias para su redil, no fracasos. Un dirigente no llora impotente en un rincón de su entidad; sino que se reinventa y camina con más bríos cada día.

Resulta por tal motivo, amigos del alma, interesante debatir sobre los futuros pasos del fomentismo, ya “agiornado” a los tópicos del minuto actual.

Por ejemplo, la propuesta de incorporar a las instituciones a la lucha por la gratuidad del boleto escolar, en todos sus niveles, y a la conclusión de ir perfilando entre todos los actores de la comunidad, que transporte público nos merecemos.

Como entidad madre, la Federación sienta postura y cada quien recoge el guante. Apostar a mejorar la calidad de vida de los chicos y de todos los que son el cuerpo activo de cada barrio. De eso estamos conversando.

Desprendidos quizá de sesgos partidistas, por misión intrínseca del fomentismo, pero sin dejar de comprometerse con la urgencia del asunto.

¿Me explico con claridad, mis amigos? La agenda cargadita de los señores fomentistas, puede insisto, continuar recibiendo consignas. Depende de cada uno de ellos, adherir o no a lo que se viene.

Por Mario Delgado.-

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Opinión

Lo bueno de tener prioridades

Tener prioridades es realmente óptimo: sugiere, entre otras cosas, que el individuo o los gobiernos de los tres niveles, poseen un criterio juicioso, y cuentan, además, con un proyecto de vida de largo alcance.

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Marcar las cuestiones a realizar o resolver con premura, habla bien y nos habilita a creer que hay una contemplación completa de la realidad, y, en base a tal visión, se planea un estricto núcleo de objetivos a cumplimentar. 

Marchar por la senda sin rumbo, sin norte ni guía, es mala o necia, al menos, señal. Por tal motivo se interpela siempre a cada quien, contar con una agenda al alcance de la diestra. Y activar los hilos en consecuencia, desde luego. 

A propósito, este pequeño marco introductorio pretende depositarnos, mis amigos, en un ítem crucial para la concreción individual y colectiva como ciudadanos plenos. Y, conviene por cierto mencionar, la imposibilidad de seguir guitarreando en esta temática que ofreceremos, y desprenderla lo antes posible, de fanatismos partidistas. Me refiero en concreto a la Educación nuestra, en esta nación gloriosa. 

Se ha difundido hace horas atrás un informe contundente por parte de la señora Ministra de Educación de CABA que sentencia con supina espontaneidad, los vericuetos de la niñez y adolescencia que no transitan por un camino elogiable en materia de aprendizaje, llegando a terminar la Primaria o estar en Tercer Año de la Secundaria y no saber leer y escribir sin yerros y tampoco poder comprender y explicar con palabras propias, un texto cualquiera. 

Tamaña deficiencia se ata, en cierta manera, al tiempo de parálisis escolar impreso por la pandemia y la sucesión de cuarentenas. Podríamos asimilar tal contingencia en mayor o menor talante; sin embargo las deducciones del informe van más allá del proceso frontal del Covid 19 y sus medidas aleatorias. El problema a aceptar sin disimulos ni excusas mantiene firme la idea de que, en rigor de verdad, hay un drama previo, un dilema estructural que se agudizó con el virus chino, pero no es solamente esta reciente etapa dispar, entre la virtualidad y la ausencia en las aulas. 

Aún se agrega otro condimento no menor: se ha hecho un relevamiento entre una determinada cantidad de chicos, de entre 12 y 16 años, para averiguar si logran captar los subtítulos de las películas habladas en inglés u otro idioma, en cines o dispositivos hogareños. El análisis resulta desalentador, puesto que la gran mayoría, expresa no alcanzar a leer en tiempo real los zócalos correspondientes, no por interferencias en la visión, sino por no saber leer de corrido. 

El temido abandono del noble hábito de la cotidiana lectura, es una incómoda piedra puntiaguda en el calzado. Y no se notan visos de mejoría. 

Como daño colateral, por otra parte, del virus coronado, se ha comprobado que alrededor de 600.000 alumnos en el territorio nacional y 200.000 en la Provincia de Buenos Aires, no retornaron a sus establecimientos educativos al abrirse la famosa y tardía presencialidad. 

Un escándalo, sin objeciones de ninguna naturaleza. ¿Y ahora, quién carga con semejante cruz social? Porque, ¿alguien puede aseverarnos que tales pibas y pibes, volverán raudos a sus obligaciones escolares, al ser visitados por un docente o asistente social?

Una auténtica lástima que redobla la apuesta a constatar en qué sitio hemos colocado a la educación. Obvio, que ha descendido varios peldaños de cómo supo hallarse situada otrora. 

Por Mario Delgado.-  

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Opinión

Te acostumbrás 

Un amigo, un poco mayor que yo, me graficaba ayer que, en rigor de verdad, los argentinos nos vamos acomodando, nos adaptamos, con suma ductilidad, aunque refunfuñemos, a ciertas cuestiones demenciales que debieran sacarnos de quicio y movilizarnos de otra manera. 

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“Te acostumbrás”, me pontificó, despejando incluso con tal frase, cualquier sombra de duda que pudiera subsistir aún. No hay pena ni atropello que no se nos haya puesto de manifiesto, y, sin embargo, continuamos erguidos como sociedad y metidos cada quien en lo suyo. 

La escasa atención que le brindamos a los sucesos del entorno, tal vez tenga mucho que ver con las instancias personales de cada sujeto. Las ocupaciones son cada vez más en base a que el dinero rinde menos. 

Se naturaliza la opción del mayor esfuerzo y la gente dispuesta, sale en pos de ganarse el cada día más caro, pan vital. Una pequeña gran gragea, un botoncito de muestra que nos revuelve la panza, pero, reitero, no todavía como la contingencia requiere de un pueblo auténticamente agobiado y harto. 

Los niveles de corrupción piramidal se elevan a la enésima potencia, revolean bolsos con dinero mal habido en conventos o cuentan plata afanada en sendos videos virales, y todo gira sin más que algún comentario atrevido, desafiando a la ya incorporada manía de soportar y sobrellevar el drama, las culpas de otros. 

No se hace ni siquiera un necesario gasoducto y luego llegan los “verseros” de siempre, con excusas y mensajes altisonantes. Y los robadores de vacunas contra el Covid se pasean orondos, dando cátedras seguro, de cómo fomentar el buen turismo ahora que todo mundo acató órdenes salvadoras. Hipócritas impíos, exonerados por el poder, como un tal Firmenich o un viscoso Verbitsky. Falsedades convertidas en relatos presumiblemente verídicos, para entretener a la platea boquiabierta, que no despierta.

En tal contexto de locura y terror, no escasean los heridores del campo, los que nada saben del trabajo aguerrido de los productores chicos o medianos, y demonizan al sector, olvidando que de ahí emana el 65 % de lo que consume el argentino. 

Y nos quedaría chico el espacio para ir citando con mayúsculas, si lo desean, los yerros y las tropelías de los poderosos que se apoltronan en sus sillones, bebiendo en copas de oro, el sudor de los humildes. 

Ya probaron el sabor de dominar a una población encerrada y muerta de miedo e incertidumbre y van a ir por más perversidades. Porque no les importa subsanar las necesidades básicas, ni mejorar la calidad de vida del ser humano; sólo ansían llenar sus propias arcas, permanecer y ampliar la red de mantenidos por el Estado, que son los votantes cautivos, los temerosos que no se irán del redil por no perder sus planes sociales. 

Mientras la inflación consume las billeteras y separa a familias enteras, ahorcadas y sin solución, al tiempo que la inseguridad y la droga incrementa su paso fuerte y mortal, se encienden los doble discursos, las linternitas de los jetones de ocasión, charlatanes de bar, sin programas efectivos para mutar tanta mugre. 

Te acostumbrás, es cierto y penoso, a convivir con la putrefacción y contemplar sin esperanzas el panorama difuso del país que amás. 

Por Mario Delgado.-   

  

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 Farmacias de turno en Olavarría Facultad de Derecho