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Opinión

¿Oro o problemas sobre ruedas?

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La duda queda instalada en un limbo, como flotando, como cubriendo la temática áspera y con variados tentáculos que algunos han analizado con premura y otros, simplemente se han limitado a creer en parte la cuestión y entonces, han optado por compadecer a los señores concesionarios del transporte público olavarriense.

Y la inquietud, la preguntilla del millón de pesos es una solita: ¿es auténticamente rentable o es deficitario el hecho particular de manejar lo urbano e interurbano en nuestro partido? Es un dilema, o manejan oro o problemas por doquier.

Dar contestaciones apresuradas sería imprudente y, a todas luces, redundaría, queridos lectores, en una actitud entre ingenua y superficial. Aunque, claro, también dependerá de la seguridad con que se instrumenten y fundamenten frente al auditorio, tales aseveraciones concentradas.

Las lágrimas copiosas de los empresarios vienen deslizándose por sus mejillas desde tiempo antiguo y ya han formado un riacho. Para ellos, para ambas compañías operantes, Nuevo Bus y Ola Bus, la cosa en sí, es “peliaguda” y ha requerida en sonadas veces del auxilio del incremento del valor de los boletos.

Hoy mantienen y reafirman, una temporada más, esa tesitura que consiste, en síntesis en propulsar la idea fuerza de que no alcanzan los subsidios del Estado nacional, ni los respectivos cortes de boleto, para sobrellevar la pesada carga de subsistir cada jornada. Poco menos que un “vía crucis”, pareciera sonar el canto de los dueños del transporte de personas en colectivos, dentro del Distrito Olavarría.

La posición es idéntica y ha recibido, con huelgas y rencillas incluidas con el Municipio y los concejales, una tajante decisión oficial, ya que, más tarde o más temprano, han ido consiguiendo los avances deseados, sin demasiadas barreras y sin auditorías molestas, en la gran mayoría de las ocasiones.

Dicen los empresarios que con el subsidio cubren solo lo inherente a cargas laborales. En el 2015, Ola Bus embolsó de Nación $ 11.4 millones. Su colega Nuevo Bus, $ 18.7 millones. Ya en lo que va de este año, las concesionarias han acopiado, entre las dos, una cifra superior incluso a los $ 2 millones.

Una nominación sideral. Un hermoso respaldo a la actividad, si se quiere. Y los ojos de los amigos dueños, continúan manando llanto. Además, abonan el gas oil a un precio inferior al resto de los mortales: $ 5.33 por litro.

 

“No hacemos mucho; cada vez menos”, dirán con tono severo. Encima la impronta “catapúltica” de las Tarjetas Estudiantiles, las famosas TEO, que recorren las unidades cual multitudes sedientas de viajar.

¡Qué reboleo este de las TEO! ¡Cómo dan que hablar y escribir! Ahora han esbozado un retoque desde el área Municipal. La presunción busca encausar un desborde que trae polémicas de variopinto tenor.

Primero fueron 5.000, luego 9.000 y por estos minutos, hay quienes arriesgan la cantidad de 14.000 alumnos en condiciones de acceder a la gratuidad del sistema. Ante el inminente comienzo del ciclo lectivo presente, iremos seguramente, barajando la verdadera conjugación del alumnado poseedor del plástico habilitante.

De modo tal, amigos, que cualquier excusa es entendible para reclamar ante el Palacio San Martín y ante los legisladores vernáculos, un aumento del boleto único y sus anexos. Si no, se derrumba el edificio montado sobre ruedas.

Por cierto, nada exclaman los defensores a ultranza de esa estocada al bolsillo del pasajero, de los tres campos adquiridos por alguien de fuste en el ambiente. Ni de los cuarenta inmuebles. Ni de los diez camiones trabajando en ruta. Ni de la venta de un emprendimiento paralelo, los contenedores. Poco se entintan los diarios con la “desaparición” de coches que son empleados, o “desviados” para llevar y traer chicos de las colonias. Y, bueno, ya que estamos, también llevamos y traemos obreros de fábricas con otros colectivos. Total, que la gente ilusa espere un poquitín más. O se quede sin tomar el vehículo sí éste va repleto en el circuito escolar.

De parcialidades se estila la controversia. Pero de algunos condimentos, no se atreve nadie, o casi nadie, a decir ni “mu”. Porque, acaso ustedes han oído a algún empresario o sindicalista, mencionar que los choferes no tienen descanso, ni baño, ni calefacción, en los coches? ¿Acaso han observado la rampa de discapacitados en, aunque más no sea, un colectivo?

Pro y contras. Idas y vueltas, que, como se otea finamente en el horizonte, volverá a contar con dos ganadores: los concesionarios, pues se “pispea”, insistimos, en el cenit un nuevo aumento. ¡Oia!, y quien te dice que a lo mejor, emulando viejitas épocas, sea dado de la mano de don Decreto.

Por Mario Delgado.-

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Opinión

Lo bueno de tener prioridades

Tener prioridades es realmente óptimo: sugiere, entre otras cosas, que el individuo o los gobiernos de los tres niveles, poseen un criterio juicioso, y cuentan, además, con un proyecto de vida de largo alcance.

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Marcar las cuestiones a realizar o resolver con premura, habla bien y nos habilita a creer que hay una contemplación completa de la realidad, y, en base a tal visión, se planea un estricto núcleo de objetivos a cumplimentar. 

Marchar por la senda sin rumbo, sin norte ni guía, es mala o necia, al menos, señal. Por tal motivo se interpela siempre a cada quien, contar con una agenda al alcance de la diestra. Y activar los hilos en consecuencia, desde luego. 

A propósito, este pequeño marco introductorio pretende depositarnos, mis amigos, en un ítem crucial para la concreción individual y colectiva como ciudadanos plenos. Y, conviene por cierto mencionar, la imposibilidad de seguir guitarreando en esta temática que ofreceremos, y desprenderla lo antes posible, de fanatismos partidistas. Me refiero en concreto a la Educación nuestra, en esta nación gloriosa. 

Se ha difundido hace horas atrás un informe contundente por parte de la señora Ministra de Educación de CABA que sentencia con supina espontaneidad, los vericuetos de la niñez y adolescencia que no transitan por un camino elogiable en materia de aprendizaje, llegando a terminar la Primaria o estar en Tercer Año de la Secundaria y no saber leer y escribir sin yerros y tampoco poder comprender y explicar con palabras propias, un texto cualquiera. 

Tamaña deficiencia se ata, en cierta manera, al tiempo de parálisis escolar impreso por la pandemia y la sucesión de cuarentenas. Podríamos asimilar tal contingencia en mayor o menor talante; sin embargo las deducciones del informe van más allá del proceso frontal del Covid 19 y sus medidas aleatorias. El problema a aceptar sin disimulos ni excusas mantiene firme la idea de que, en rigor de verdad, hay un drama previo, un dilema estructural que se agudizó con el virus chino, pero no es solamente esta reciente etapa dispar, entre la virtualidad y la ausencia en las aulas. 

Aún se agrega otro condimento no menor: se ha hecho un relevamiento entre una determinada cantidad de chicos, de entre 12 y 16 años, para averiguar si logran captar los subtítulos de las películas habladas en inglés u otro idioma, en cines o dispositivos hogareños. El análisis resulta desalentador, puesto que la gran mayoría, expresa no alcanzar a leer en tiempo real los zócalos correspondientes, no por interferencias en la visión, sino por no saber leer de corrido. 

El temido abandono del noble hábito de la cotidiana lectura, es una incómoda piedra puntiaguda en el calzado. Y no se notan visos de mejoría. 

Como daño colateral, por otra parte, del virus coronado, se ha comprobado que alrededor de 600.000 alumnos en el territorio nacional y 200.000 en la Provincia de Buenos Aires, no retornaron a sus establecimientos educativos al abrirse la famosa y tardía presencialidad. 

Un escándalo, sin objeciones de ninguna naturaleza. ¿Y ahora, quién carga con semejante cruz social? Porque, ¿alguien puede aseverarnos que tales pibas y pibes, volverán raudos a sus obligaciones escolares, al ser visitados por un docente o asistente social?

Una auténtica lástima que redobla la apuesta a constatar en qué sitio hemos colocado a la educación. Obvio, que ha descendido varios peldaños de cómo supo hallarse situada otrora. 

Por Mario Delgado.-  

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Opinión

Te acostumbrás 

Un amigo, un poco mayor que yo, me graficaba ayer que, en rigor de verdad, los argentinos nos vamos acomodando, nos adaptamos, con suma ductilidad, aunque refunfuñemos, a ciertas cuestiones demenciales que debieran sacarnos de quicio y movilizarnos de otra manera. 

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“Te acostumbrás”, me pontificó, despejando incluso con tal frase, cualquier sombra de duda que pudiera subsistir aún. No hay pena ni atropello que no se nos haya puesto de manifiesto, y, sin embargo, continuamos erguidos como sociedad y metidos cada quien en lo suyo. 

La escasa atención que le brindamos a los sucesos del entorno, tal vez tenga mucho que ver con las instancias personales de cada sujeto. Las ocupaciones son cada vez más en base a que el dinero rinde menos. 

Se naturaliza la opción del mayor esfuerzo y la gente dispuesta, sale en pos de ganarse el cada día más caro, pan vital. Una pequeña gran gragea, un botoncito de muestra que nos revuelve la panza, pero, reitero, no todavía como la contingencia requiere de un pueblo auténticamente agobiado y harto. 

Los niveles de corrupción piramidal se elevan a la enésima potencia, revolean bolsos con dinero mal habido en conventos o cuentan plata afanada en sendos videos virales, y todo gira sin más que algún comentario atrevido, desafiando a la ya incorporada manía de soportar y sobrellevar el drama, las culpas de otros. 

No se hace ni siquiera un necesario gasoducto y luego llegan los “verseros” de siempre, con excusas y mensajes altisonantes. Y los robadores de vacunas contra el Covid se pasean orondos, dando cátedras seguro, de cómo fomentar el buen turismo ahora que todo mundo acató órdenes salvadoras. Hipócritas impíos, exonerados por el poder, como un tal Firmenich o un viscoso Verbitsky. Falsedades convertidas en relatos presumiblemente verídicos, para entretener a la platea boquiabierta, que no despierta.

En tal contexto de locura y terror, no escasean los heridores del campo, los que nada saben del trabajo aguerrido de los productores chicos o medianos, y demonizan al sector, olvidando que de ahí emana el 65 % de lo que consume el argentino. 

Y nos quedaría chico el espacio para ir citando con mayúsculas, si lo desean, los yerros y las tropelías de los poderosos que se apoltronan en sus sillones, bebiendo en copas de oro, el sudor de los humildes. 

Ya probaron el sabor de dominar a una población encerrada y muerta de miedo e incertidumbre y van a ir por más perversidades. Porque no les importa subsanar las necesidades básicas, ni mejorar la calidad de vida del ser humano; sólo ansían llenar sus propias arcas, permanecer y ampliar la red de mantenidos por el Estado, que son los votantes cautivos, los temerosos que no se irán del redil por no perder sus planes sociales. 

Mientras la inflación consume las billeteras y separa a familias enteras, ahorcadas y sin solución, al tiempo que la inseguridad y la droga incrementa su paso fuerte y mortal, se encienden los doble discursos, las linternitas de los jetones de ocasión, charlatanes de bar, sin programas efectivos para mutar tanta mugre. 

Te acostumbrás, es cierto y penoso, a convivir con la putrefacción y contemplar sin esperanzas el panorama difuso del país que amás. 

Por Mario Delgado.-   

  

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 Farmacias de turno en Olavarría Facultad de Derecho