Connect with us

Opinión

Un año sin Nisman

El lunes 18 será una fecha emplemática en nuestro país, puesto que se estará cumpliendo el primer aniversario de un enorme y truculento magnicidio que se llevó al más allá la vida del fiscal de la causa AMIA, Alberto Nisman, y todavía, tras ese lapsus perentorio, no hay una definición oficial con lo acaecido aquél día tan particular.

Todavía resuenan los ecos de los comentarios apresurados de ciertos referentes oficialistas de entonces. E inclusive la propia Jefe de Estado, en esos días tan aciagos, se permitió abrir grifos indebidos, aunque luego volvió sobre sus pasos.

Si bien el dictamen judicial no arribó a una conclusión pública definitiva, los argumentos verídicos apuntan, cada ocasión, con más vehemencia hacia la hipótesis del homicidio.

Aquellos endebles y timoratos pormenores que rubricaron la idea de un suicidio, no prevalecieron demasiado para las mentes serias y para los investigadores formados en la auténtica imparcialidad.

365 jornadas después de aquél fatídico instante, ya los estudios y relevamientos dispuestos por gente idónea, va perfilando sin obstáculos de fuste, que a don Alberto lo limpiaron por saber demasiado y para que no hablase ante el Congreso y empantanase aún un poco más, la órbita del poder central.

Falta eso sí, determinar quién en rigor de verdad, se atrevió a dar la orden. Pero lo demás, el prolegómeno, y los “intríngulis” del antes y del luego del hecho tenebroso, se viene despejando cual bruma que se disipa lentamente.

Las falencias de la Fiscalía de la doctora Viviana Fein, suelen abochornar. Impericias y testimonios no recabados, son ínfimos detallecitos, mis amigos, para contabilizar. Y la increíble libertad conservada por Diego Lagomarsino. Y los imprudentes conceptos, impensados por la investidura que ostentaba la señora fiscal, cuando exclamó casi al borde de la ira: “Lamentablemente no encontramos restos de pólvora en sus manos”, refiriéndose al doctor Nisman que no tenía vestigios de haberse liquidado, como querían que hubiese sucedido, sus detractores.

Ahora ha sido levantado el secreto que deben guardar los servicios que tuvieron alguna relación con el caso. Y se supone que Stiuso podría venir a prestar declaración ante la jueza Palmaghini en febrero. Y, por otro lado, lectores míos, se citará prontito nomás a los custodios de Alberto que lo conocían bien y que hicieron un pésimo laburo de resguardo precisamente.

Este domingo 17, el Presidente Mauricio Macri, estará recibiendo a las hijas del letrado muerto, a Iara y Kala. Y ya se sabe a la perfección que el Memo con la República de Irán, es cosa del pasado cristinista.

Todo el entramado, terminará recalando en el fuero federal investigativo y habrá que ver si los tiempos se aceleran de una bendita oportunidad y se llega a la cima del saber con relación a este sonado y cruel acontecimiento de relieve internacional.

La división existente en el país, se ha advertido en los considerandos del tema, en el tratamiento mediático, político y social de un magnicidio inédito que debiera unir a toda la dirigencia y a la sociedad en su conjunto en aras de hallar la veracidad única e irrefutable, no obstante, los pronunciamientos suelen conservar todavía un tufillo a odio o a rencor o a desviación ilógica de la ruta certera a seguir.

Nisman, controversial o no, era un alto funcionario nacional y lo acallaron y eso es lo primigenio; el resto es el devenir. Si no se tiene conciencia de la trascendencia de su muerte violenta, será muy dificultoso salir del anegamiento, y proceder a ubicarnos como corresponde en la grilla de las personas de bien y sin fanatismos estupidizantes, que actúan al fin cual pesadas anteojeras.

No digo que cada uno debamos sentirnos Nisman. Mas sí sería adecuado reincidir cada tanto, en la búsqueda de la sincera veracidad. No olvidarnos de lo chocante del caso. Y no dejar pasar por alto la inmoralidad cometida por alguien que no anhelaba que la olla se destapase.

Creer que Nisman se enfrió en la víspera de ir al Parlamento a “cantar” a pleno, es tan ridículo como afirmar que Casa Rosada, los Servicios y Compañía, eran ajenos al caldo revuelto y putrefacto.

Por Mario Delgado.-

Advertisement