Opinión
Mirá esas caritas
Algún día todos los actores sociales comprometidos con la calidad de vida de la comunidad, debieran reflexionar en jornadas intensas y provechosas, sobre la cuestión esencial de la real inserción de las personas a un sistema que se precia, al menos en la teoría, de velar por las contingencias de cada quien en todo punto cardinal de la geografía, en este caso, local.
Claro que cualquier amigo lector reconoce, a esta altura del cotejo, que los ángulos de lo que debiera ser y de lo que en verdad es, distan demasiado; jamás ni siquiera se rozan, por más esfuerzos que se hagan al respecto.
Y no tiene que ver esto con una sentida crítica al Gobierno que pasó y una vital alarma resonante, al que hoy comanda los hilos políticos del partido de Olavarría.
Más bien, en aras de ser auténticamente sinceros, les diré que se trata esta columna de un pedido de acción puntual, sin distingos de visión partidista. Porque le cabe el sayo a oficialistas y a opositores. A los que mandan y a los que nos mandaron también, por qué no.
El quid de la cuestión atraviesa una situación de vigilia: el estado actual y el concerniente futuro de cientos o miles de niños y adolescentes que se hallan a nuestro alrededor, solicitando un mínimo de atención.
Hace poco fui a un evento vecinal en un sector con falencias de Olavarría. Y mientras los pibes se arremolinaban en busca de un juguete, con alegría extrema en sus facciones, un señor se acercó y me susurró: “Mirá esas caritas”. Y tal frase caló hondo en mi espíritu porque poniendo énfasis en observar con detenimiento, noté detalles no visibles a ojos vista. A veces, las implicancias de la vida, requieren de un doble efecto, de una introspección de carácter liberado de prejuicios.
Y ¿saben qué? La rueda giratoria puede hacer de esos niños grandes figuras del porvenir o, en su defecto, esas criaturas inocentes, pueden caer en manos de la tempestad.
Y ahí se ubica el desafío dirigencial del que hablaba al inicio de esta nota. Porque si no se les ofrece oportunidades tangibles a los purretes, ellos solos irán decidiendo y tales opciones pueden no culminar del todo bien. Teniendo como eje que variadas familias, triste es subrayarlo, no colaboran con la procesión hacia exitosos dominios morales y altruistas de sus críos.
Una referente de otro barrio olavarriense me comentó días atrás, con suma pena en sus conceptos, que varios de los chicos que ella venía ayudando desde hace tiempo, hoy permanecen tras las rejas siniestras de alguna cárcel. El lobo es lobo, aún disfrazado. Y la tentación tuerce árboles débiles.
Por eso y solo con la labor conjunta del Estado, los fomentistas, los religiosos de distintos credos, distintas ONGs y la vecindad en general, se capitalizará, mis amigos, ese profundo y subyacente deseo de un mundo mejor; sino será todo puro humo, pura “cháchara”.
Porque las carencias a veces no son solamente materiales. Recorren también las venas de lo humano. Pongamos u ejemplo: se puede asfaltar un complejo habitacional y se valorizarán las casas del sitio. Y será una algarabía total y merecida, desde luego. Mas, permítanme sugerir un bocadillo: no se irrumpe en la condición cultural del individuo, decorándole su hábitat. Y es una pena tal deducción, por supuesto.
Lo lindo fuese que todo en ellos virara ciento ochenta grados. Sin embargo, el proceso gusta de ser más sutil. Hay que entregarles entonces, el asfalto, el agua corriente, las cloacas, etc. pero, al mismo momento, darles un cúmulo de cosas más. Darles valores y hacerles comprender, luego de un paciente y concienzudo acompañamiento, que es mejor transitar por la correcta senda.
Y dotar al barrio de juegos, de talleres de capacitación, con artes y oficios, con herramientas de las que ellos, logren asirse con agrado, sin dobles discursos ni utilizaciones de ninguna índole.
Muchos males y dolores de cabeza se combaten desde la génesis. Después, es doblemente complejo.
Por Mario Delgado.-
Opinión
Lo bueno de tener prioridades
Tener prioridades es realmente óptimo: sugiere, entre otras cosas, que el individuo o los gobiernos de los tres niveles, poseen un criterio juicioso, y cuentan, además, con un proyecto de vida de largo alcance.
Marcar las cuestiones a realizar o resolver con premura, habla bien y nos habilita a creer que hay una contemplación completa de la realidad, y, en base a tal visión, se planea un estricto núcleo de objetivos a cumplimentar.
Marchar por la senda sin rumbo, sin norte ni guía, es mala o necia, al menos, señal. Por tal motivo se interpela siempre a cada quien, contar con una agenda al alcance de la diestra. Y activar los hilos en consecuencia, desde luego.
A propósito, este pequeño marco introductorio pretende depositarnos, mis amigos, en un ítem crucial para la concreción individual y colectiva como ciudadanos plenos. Y, conviene por cierto mencionar, la imposibilidad de seguir guitarreando en esta temática que ofreceremos, y desprenderla lo antes posible, de fanatismos partidistas. Me refiero en concreto a la Educación nuestra, en esta nación gloriosa.
Se ha difundido hace horas atrás un informe contundente por parte de la señora Ministra de Educación de CABA que sentencia con supina espontaneidad, los vericuetos de la niñez y adolescencia que no transitan por un camino elogiable en materia de aprendizaje, llegando a terminar la Primaria o estar en Tercer Año de la Secundaria y no saber leer y escribir sin yerros y tampoco poder comprender y explicar con palabras propias, un texto cualquiera.
Tamaña deficiencia se ata, en cierta manera, al tiempo de parálisis escolar impreso por la pandemia y la sucesión de cuarentenas. Podríamos asimilar tal contingencia en mayor o menor talante; sin embargo las deducciones del informe van más allá del proceso frontal del Covid 19 y sus medidas aleatorias. El problema a aceptar sin disimulos ni excusas mantiene firme la idea de que, en rigor de verdad, hay un drama previo, un dilema estructural que se agudizó con el virus chino, pero no es solamente esta reciente etapa dispar, entre la virtualidad y la ausencia en las aulas.
Aún se agrega otro condimento no menor: se ha hecho un relevamiento entre una determinada cantidad de chicos, de entre 12 y 16 años, para averiguar si logran captar los subtítulos de las películas habladas en inglés u otro idioma, en cines o dispositivos hogareños. El análisis resulta desalentador, puesto que la gran mayoría, expresa no alcanzar a leer en tiempo real los zócalos correspondientes, no por interferencias en la visión, sino por no saber leer de corrido.
El temido abandono del noble hábito de la cotidiana lectura, es una incómoda piedra puntiaguda en el calzado. Y no se notan visos de mejoría.
Como daño colateral, por otra parte, del virus coronado, se ha comprobado que alrededor de 600.000 alumnos en el territorio nacional y 200.000 en la Provincia de Buenos Aires, no retornaron a sus establecimientos educativos al abrirse la famosa y tardía presencialidad.
Un escándalo, sin objeciones de ninguna naturaleza. ¿Y ahora, quién carga con semejante cruz social? Porque, ¿alguien puede aseverarnos que tales pibas y pibes, volverán raudos a sus obligaciones escolares, al ser visitados por un docente o asistente social?
Una auténtica lástima que redobla la apuesta a constatar en qué sitio hemos colocado a la educación. Obvio, que ha descendido varios peldaños de cómo supo hallarse situada otrora.
Por Mario Delgado.-
Opinión
Te acostumbrás
Un amigo, un poco mayor que yo, me graficaba ayer que, en rigor de verdad, los argentinos nos vamos acomodando, nos adaptamos, con suma ductilidad, aunque refunfuñemos, a ciertas cuestiones demenciales que debieran sacarnos de quicio y movilizarnos de otra manera.
“Te acostumbrás”, me pontificó, despejando incluso con tal frase, cualquier sombra de duda que pudiera subsistir aún. No hay pena ni atropello que no se nos haya puesto de manifiesto, y, sin embargo, continuamos erguidos como sociedad y metidos cada quien en lo suyo.
La escasa atención que le brindamos a los sucesos del entorno, tal vez tenga mucho que ver con las instancias personales de cada sujeto. Las ocupaciones son cada vez más en base a que el dinero rinde menos.
Se naturaliza la opción del mayor esfuerzo y la gente dispuesta, sale en pos de ganarse el cada día más caro, pan vital. Una pequeña gran gragea, un botoncito de muestra que nos revuelve la panza, pero, reitero, no todavía como la contingencia requiere de un pueblo auténticamente agobiado y harto.
Los niveles de corrupción piramidal se elevan a la enésima potencia, revolean bolsos con dinero mal habido en conventos o cuentan plata afanada en sendos videos virales, y todo gira sin más que algún comentario atrevido, desafiando a la ya incorporada manía de soportar y sobrellevar el drama, las culpas de otros.
No se hace ni siquiera un necesario gasoducto y luego llegan los “verseros” de siempre, con excusas y mensajes altisonantes. Y los robadores de vacunas contra el Covid se pasean orondos, dando cátedras seguro, de cómo fomentar el buen turismo ahora que todo mundo acató órdenes salvadoras. Hipócritas impíos, exonerados por el poder, como un tal Firmenich o un viscoso Verbitsky. Falsedades convertidas en relatos presumiblemente verídicos, para entretener a la platea boquiabierta, que no despierta.
En tal contexto de locura y terror, no escasean los heridores del campo, los que nada saben del trabajo aguerrido de los productores chicos o medianos, y demonizan al sector, olvidando que de ahí emana el 65 % de lo que consume el argentino.
Y nos quedaría chico el espacio para ir citando con mayúsculas, si lo desean, los yerros y las tropelías de los poderosos que se apoltronan en sus sillones, bebiendo en copas de oro, el sudor de los humildes.
Ya probaron el sabor de dominar a una población encerrada y muerta de miedo e incertidumbre y van a ir por más perversidades. Porque no les importa subsanar las necesidades básicas, ni mejorar la calidad de vida del ser humano; sólo ansían llenar sus propias arcas, permanecer y ampliar la red de mantenidos por el Estado, que son los votantes cautivos, los temerosos que no se irán del redil por no perder sus planes sociales.
Mientras la inflación consume las billeteras y separa a familias enteras, ahorcadas y sin solución, al tiempo que la inseguridad y la droga incrementa su paso fuerte y mortal, se encienden los doble discursos, las linternitas de los jetones de ocasión, charlatanes de bar, sin programas efectivos para mutar tanta mugre.
Te acostumbrás, es cierto y penoso, a convivir con la putrefacción y contemplar sin esperanzas el panorama difuso del país que amás.
Por Mario Delgado.-