Opinión
Caso Marcos Alonso: Seis 25 de enero después
Observar hacia seis 25 de enero atrás, con la perspectiva que otorga el espejo retrovisor de los años, es una experiencia interesante, pues nos irá dilucidando algunos aspectos ocultos antes, pero también habrá que reconocer que no todo ha salido del subsuelo. Quedan aristas muy puntiagudas aún de un caso espeluznante e inédito en Olavarría: el crimen del abogado penalista de 42 años de edad, Marcos Alonso, acaecido allá por precisamente, enero de 2010. Por Mario Delgado.
Los trapos sucios, o mejor expresado, amigos, ciertos trapitos mugrientos de la Ley y la Justicia, parecieron adquirir brillo luego de tamaño impacto visual que provocó que delincuentes de poca monta, al parecer, mandasen al otro mundo al ascendente doctor que se iba ganando un círculo de respeto y afecto en el ambiente tribunalicio.
Los prolegómenos del hecho en sí, están más o menos ya sabidos por la comunidad. En definitiva, se terminó adhiriendo a una línea investigativa, considerada en su momento como la más verosímil, y se encarceló a los presuntos autores materiales del conmovedor crimen y se dio a su vez, con quien se presentaba, siguiendo tal vía de análisis, como el instigador de la obra siniestra.
Claro que en el medio del fango quedaron nombres célebres, vinculados a la piratería del asfalto y a la dudosa venta de autopartes. Claro que en dicho medio también permanecieron muy calladitos, amigotes y compañeritos de Marcos que solían comer asados en su quinta al amparo de una gran amistad que, a la postre, resultó ficticia.
Seis veranos más adelante puede resultar fácil aseverar varias deducciones y poner blanco encima de negro. Mas, en esos días, las configuraciones no eran tan plausibles de ser aceptadas como absolutas verdades incuestionables.
Se avanzó entre el pánico que enmarcaba el cuerpo de Alonso, metido dentro de su Peugeot 307, en Chiclana entre Del Valle y Pellegrino, atado y con siete tiros en su anatomía y un billete llamativo por valor de un dólar insertado en su boca.
Por supuesto que tal circunstancia hizo temblar variopintos cimientos. Y se comenzaron a notar fuentes diversas con agua estancada, con visos de podredumbre de muy vieja data. Entonces, lo que sólo advertían unos pocos elegidos, fue pasando a ser materia más popular: en Olavarría se pactaba con el señor Diablo más de la cuenta.
Si hasta un Juez, don Cayetano Saladino, fue bajado, mis lectores, de su peldaño señorial acusado de escribirle los datos precisos a algunos “bogas” y de cobrar encima unos buenos “mangos” por cambiar carátulas de causas en curso. O sea, era un letrado “saca presos”.
Fabiana Márquez, esposa de Alonso y embarazada en esas jornadas calurosas, fue quien denunció su prolongada ausencia. Siempre él la llamaba o mensajeaba y no resultaba común que ella no supiese qué sucedía.
El tema en cuestión era muy sencillo: Marcos ya no estaba en condiciones de avisar nada; lo habían enfriado y colocado en el asiento trasero de su propio coche, cerca de un domicilio quizá bastante especial.
Los cables se fueron atando por el lado de Walter Gallastegui y la carpeta pareció cerrar redondita. Tenemos la mano de obra, tenemos al autor intelectual, un resentido al que no se le cumplieron las promesas de liberarlo, luego de la balacera de Gallastegui sobre Fabricio Armendano, un 14 de noviembre de 2009. Y fin del cuento.
Dicen los que dicen saber, que don Cayetano recibió, tal vez el 18 de enero, el sobre con la “mosca” y no mutó sin embargo la condición de Gallastegui, preso por aquél entonces en Tapalqué. Furioso, éste sujeto de averías, ordenó “liquidar” a Alonso.
Prueba del miedo imperante en la ciudad, fue que Saladino recibió custodia policial. Los vericuetos, no obstante, poseían más recios condimentos; había más tela por cortar. Drogas, autopartes, tráfico de influencias, relaciones carnales peligrosas entre quienes representaban al Bien y aquellos que se presuponía del sector del Mal. Pero la fachada ya se había construido y no hubo voluntad de inquirir más allá de la puerta que se cerró.
Es muy factible que Marcos haya quedado entrampado en una tramoya superior a sus posibilidades. Es altamente sugerente, por otro lado, como se borraron de la escena personas que hasta ayer nomás, daban su alma por el “tordo” tan simpático y bonachón.
¿Fue Alonso utilizado adrede y descartado luego? ¿Era él inocente de los vaivenes demenciales que se producían en su microclima leguleyo? ¿Quiso volar más alto y las alas se toparon con el sol y se derritieron?
Lo que sí hoy interpretamos es que su cruel muerte, abrió un abanico de cuestionamientos a la Justicia y arrojó un haz de luminosidad sobre los rostros enmascarados de actores que acostumbraban a deambular entre bambalinas. Más cerca del Infierno que del Cielo.
Por Mario Delgado.-
Opinión
Lo bueno de tener prioridades
Tener prioridades es realmente óptimo: sugiere, entre otras cosas, que el individuo o los gobiernos de los tres niveles, poseen un criterio juicioso, y cuentan, además, con un proyecto de vida de largo alcance.
Marcar las cuestiones a realizar o resolver con premura, habla bien y nos habilita a creer que hay una contemplación completa de la realidad, y, en base a tal visión, se planea un estricto núcleo de objetivos a cumplimentar.
Marchar por la senda sin rumbo, sin norte ni guía, es mala o necia, al menos, señal. Por tal motivo se interpela siempre a cada quien, contar con una agenda al alcance de la diestra. Y activar los hilos en consecuencia, desde luego.
A propósito, este pequeño marco introductorio pretende depositarnos, mis amigos, en un ítem crucial para la concreción individual y colectiva como ciudadanos plenos. Y, conviene por cierto mencionar, la imposibilidad de seguir guitarreando en esta temática que ofreceremos, y desprenderla lo antes posible, de fanatismos partidistas. Me refiero en concreto a la Educación nuestra, en esta nación gloriosa.
Se ha difundido hace horas atrás un informe contundente por parte de la señora Ministra de Educación de CABA que sentencia con supina espontaneidad, los vericuetos de la niñez y adolescencia que no transitan por un camino elogiable en materia de aprendizaje, llegando a terminar la Primaria o estar en Tercer Año de la Secundaria y no saber leer y escribir sin yerros y tampoco poder comprender y explicar con palabras propias, un texto cualquiera.
Tamaña deficiencia se ata, en cierta manera, al tiempo de parálisis escolar impreso por la pandemia y la sucesión de cuarentenas. Podríamos asimilar tal contingencia en mayor o menor talante; sin embargo las deducciones del informe van más allá del proceso frontal del Covid 19 y sus medidas aleatorias. El problema a aceptar sin disimulos ni excusas mantiene firme la idea de que, en rigor de verdad, hay un drama previo, un dilema estructural que se agudizó con el virus chino, pero no es solamente esta reciente etapa dispar, entre la virtualidad y la ausencia en las aulas.
Aún se agrega otro condimento no menor: se ha hecho un relevamiento entre una determinada cantidad de chicos, de entre 12 y 16 años, para averiguar si logran captar los subtítulos de las películas habladas en inglés u otro idioma, en cines o dispositivos hogareños. El análisis resulta desalentador, puesto que la gran mayoría, expresa no alcanzar a leer en tiempo real los zócalos correspondientes, no por interferencias en la visión, sino por no saber leer de corrido.
El temido abandono del noble hábito de la cotidiana lectura, es una incómoda piedra puntiaguda en el calzado. Y no se notan visos de mejoría.
Como daño colateral, por otra parte, del virus coronado, se ha comprobado que alrededor de 600.000 alumnos en el territorio nacional y 200.000 en la Provincia de Buenos Aires, no retornaron a sus establecimientos educativos al abrirse la famosa y tardía presencialidad.
Un escándalo, sin objeciones de ninguna naturaleza. ¿Y ahora, quién carga con semejante cruz social? Porque, ¿alguien puede aseverarnos que tales pibas y pibes, volverán raudos a sus obligaciones escolares, al ser visitados por un docente o asistente social?
Una auténtica lástima que redobla la apuesta a constatar en qué sitio hemos colocado a la educación. Obvio, que ha descendido varios peldaños de cómo supo hallarse situada otrora.
Por Mario Delgado.-
Opinión
Te acostumbrás
Un amigo, un poco mayor que yo, me graficaba ayer que, en rigor de verdad, los argentinos nos vamos acomodando, nos adaptamos, con suma ductilidad, aunque refunfuñemos, a ciertas cuestiones demenciales que debieran sacarnos de quicio y movilizarnos de otra manera.
“Te acostumbrás”, me pontificó, despejando incluso con tal frase, cualquier sombra de duda que pudiera subsistir aún. No hay pena ni atropello que no se nos haya puesto de manifiesto, y, sin embargo, continuamos erguidos como sociedad y metidos cada quien en lo suyo.
La escasa atención que le brindamos a los sucesos del entorno, tal vez tenga mucho que ver con las instancias personales de cada sujeto. Las ocupaciones son cada vez más en base a que el dinero rinde menos.
Se naturaliza la opción del mayor esfuerzo y la gente dispuesta, sale en pos de ganarse el cada día más caro, pan vital. Una pequeña gran gragea, un botoncito de muestra que nos revuelve la panza, pero, reitero, no todavía como la contingencia requiere de un pueblo auténticamente agobiado y harto.
Los niveles de corrupción piramidal se elevan a la enésima potencia, revolean bolsos con dinero mal habido en conventos o cuentan plata afanada en sendos videos virales, y todo gira sin más que algún comentario atrevido, desafiando a la ya incorporada manía de soportar y sobrellevar el drama, las culpas de otros.
No se hace ni siquiera un necesario gasoducto y luego llegan los “verseros” de siempre, con excusas y mensajes altisonantes. Y los robadores de vacunas contra el Covid se pasean orondos, dando cátedras seguro, de cómo fomentar el buen turismo ahora que todo mundo acató órdenes salvadoras. Hipócritas impíos, exonerados por el poder, como un tal Firmenich o un viscoso Verbitsky. Falsedades convertidas en relatos presumiblemente verídicos, para entretener a la platea boquiabierta, que no despierta.
En tal contexto de locura y terror, no escasean los heridores del campo, los que nada saben del trabajo aguerrido de los productores chicos o medianos, y demonizan al sector, olvidando que de ahí emana el 65 % de lo que consume el argentino.
Y nos quedaría chico el espacio para ir citando con mayúsculas, si lo desean, los yerros y las tropelías de los poderosos que se apoltronan en sus sillones, bebiendo en copas de oro, el sudor de los humildes.
Ya probaron el sabor de dominar a una población encerrada y muerta de miedo e incertidumbre y van a ir por más perversidades. Porque no les importa subsanar las necesidades básicas, ni mejorar la calidad de vida del ser humano; sólo ansían llenar sus propias arcas, permanecer y ampliar la red de mantenidos por el Estado, que son los votantes cautivos, los temerosos que no se irán del redil por no perder sus planes sociales.
Mientras la inflación consume las billeteras y separa a familias enteras, ahorcadas y sin solución, al tiempo que la inseguridad y la droga incrementa su paso fuerte y mortal, se encienden los doble discursos, las linternitas de los jetones de ocasión, charlatanes de bar, sin programas efectivos para mutar tanta mugre.
Te acostumbrás, es cierto y penoso, a convivir con la putrefacción y contemplar sin esperanzas el panorama difuso del país que amás.
Por Mario Delgado.-