Opinión
Opinión: Siempre estuvo la duda
La humanidad como tal ha ido acaparando distintas cuestiones que se pueden perfilar como dudosas. Desde antiquísimos mitos, hasta los más recientes discursos de ciertos políticos que para nada resultan creíbles. Sobre todo a la luz potente de sus propias contradicciones.
Instalar logros ha sido un ponderable muy aplaudido. Larga, extensa pero muy jugosa por cierto, caería la nómina de situaciones que se inventaron para justificar acciones o para posicionar ideologías o países.
En plena “Guerra Fría” entre los Estados Unidos y la ex URSS, comenzó a expandirse una carrera importantísima: la conquista del espacio exterior. De modo tal que ambas naciones, pusieron lo mejor de sí, en tecnología y presupuesto, para imponerse sobre la rival.
Los cohetes, los animalitos que ya no volverían y Yuri Gagarin, formaron una caravana de éxitos y también fracasos costosos. Cuando parecía que los soviéticos cruzaban el disco ganadores por escasos cuerpos, la Tierra se estremeció de pronto.
Los yanquis, a través de su NASA, anunciaron con bombos y platillos, que en breve el hombre pisaría nada menos que la Luna. La expectativa colmó los ámbitos y se propendió a establecer un especial clima.
Finalmente, un 21 de julio de 1969, los cielos se abrieron y tres astronautas del país del norte americano, treparon a la cima. Inclusive uno de ellos, Neil Amstrong, se convirtió en el primer individuo terrestre en tomar contacto con el suelo lunar. La transmisión se observó y los gritos de alborozo se hicieron visibles.
Un round magnífico a favor de “los halcones”. Frases célebres y nombres catapultados a la fama eterna. Fotos y sueños que se materializaron, concretando en la práctica una lección de poder y gloria. La búsqueda espacial continuó, pero ya había algo que signaba la senda. La presunción de triunfo yanqui, quedó impresa, desde luego.
Tal fue el alboroto mundial, que, haciéndose eco del acontecimiento, se instituyó el “Día del Amigo” esa fecha símbolo. Aunque es verosímil pensar y advertir que hubo mentes que no adscribieron tan fácil a la parafernalia propagandística de los émulos de don Washington.
A decir verdad, lectores míos, quedaron ángulos de dudas por doquier. Partiendo por la coloración de las imágenes y los campos de sombra del paisaje, hasta la incógnita de miles de almas: ¿por qué nunca se retornó a la luna?
El tiempo ha transcurrido y la puja “fría” culminó, al ceder las paredes de la URSS. Fin de una etapa caótica. Sin embargo, tal eventualidad, no ha zanjado las preguntas ni ha dejado conforme a los escépticos.
Y llegamos a nuestra actualidad, amigos, con una vuelta de tuerca interesante y atractiva: los rusos quieren comprobar en el ambiente lunar, si es verídico o no que los yanquis “alunizaron” allá por el ’69, como ellos mismos afirmaron con total desparpajo.
Para tal fin, han dispuesto una campaña de recaudación de dinero. Esta tarea la promueven ingenieros espaciales. “BoomStarter” es el nombre oficial del grupo y de la propuesta.
Lo que se planea es mandar una nave espacial que fotografíe el presunto sitio exacto de la llegada del hombre a la Luna. Se sabe que se necesitan unos 74.000 euros para poner en órbita el diseño y permitir que llegue sin inconvenientes.
La idea central asume que será una nave no tripulada. Con cámaras fotográficas dispuestas estratégicamente. Con mayor apariencia en realidad de satélite, en vez de nave, manejado por control remoto desde una base terrestre.
Esperemos que, de cristalizarse, el proyecto eche definitiva luz sobre la polémica. En la órbita de la Luna, entrará el artefacto y pasará a una baja altura, sobre la superficie. Llegado el momento, entonces, podremos averiguar si las huellas humanas están allí o no.
Por Mario Delgado.-
Opinión
Lo bueno de tener prioridades
Tener prioridades es realmente óptimo: sugiere, entre otras cosas, que el individuo o los gobiernos de los tres niveles, poseen un criterio juicioso, y cuentan, además, con un proyecto de vida de largo alcance.
Marcar las cuestiones a realizar o resolver con premura, habla bien y nos habilita a creer que hay una contemplación completa de la realidad, y, en base a tal visión, se planea un estricto núcleo de objetivos a cumplimentar.
Marchar por la senda sin rumbo, sin norte ni guía, es mala o necia, al menos, señal. Por tal motivo se interpela siempre a cada quien, contar con una agenda al alcance de la diestra. Y activar los hilos en consecuencia, desde luego.
A propósito, este pequeño marco introductorio pretende depositarnos, mis amigos, en un ítem crucial para la concreción individual y colectiva como ciudadanos plenos. Y, conviene por cierto mencionar, la imposibilidad de seguir guitarreando en esta temática que ofreceremos, y desprenderla lo antes posible, de fanatismos partidistas. Me refiero en concreto a la Educación nuestra, en esta nación gloriosa.
Se ha difundido hace horas atrás un informe contundente por parte de la señora Ministra de Educación de CABA que sentencia con supina espontaneidad, los vericuetos de la niñez y adolescencia que no transitan por un camino elogiable en materia de aprendizaje, llegando a terminar la Primaria o estar en Tercer Año de la Secundaria y no saber leer y escribir sin yerros y tampoco poder comprender y explicar con palabras propias, un texto cualquiera.
Tamaña deficiencia se ata, en cierta manera, al tiempo de parálisis escolar impreso por la pandemia y la sucesión de cuarentenas. Podríamos asimilar tal contingencia en mayor o menor talante; sin embargo las deducciones del informe van más allá del proceso frontal del Covid 19 y sus medidas aleatorias. El problema a aceptar sin disimulos ni excusas mantiene firme la idea de que, en rigor de verdad, hay un drama previo, un dilema estructural que se agudizó con el virus chino, pero no es solamente esta reciente etapa dispar, entre la virtualidad y la ausencia en las aulas.
Aún se agrega otro condimento no menor: se ha hecho un relevamiento entre una determinada cantidad de chicos, de entre 12 y 16 años, para averiguar si logran captar los subtítulos de las películas habladas en inglés u otro idioma, en cines o dispositivos hogareños. El análisis resulta desalentador, puesto que la gran mayoría, expresa no alcanzar a leer en tiempo real los zócalos correspondientes, no por interferencias en la visión, sino por no saber leer de corrido.
El temido abandono del noble hábito de la cotidiana lectura, es una incómoda piedra puntiaguda en el calzado. Y no se notan visos de mejoría.
Como daño colateral, por otra parte, del virus coronado, se ha comprobado que alrededor de 600.000 alumnos en el territorio nacional y 200.000 en la Provincia de Buenos Aires, no retornaron a sus establecimientos educativos al abrirse la famosa y tardía presencialidad.
Un escándalo, sin objeciones de ninguna naturaleza. ¿Y ahora, quién carga con semejante cruz social? Porque, ¿alguien puede aseverarnos que tales pibas y pibes, volverán raudos a sus obligaciones escolares, al ser visitados por un docente o asistente social?
Una auténtica lástima que redobla la apuesta a constatar en qué sitio hemos colocado a la educación. Obvio, que ha descendido varios peldaños de cómo supo hallarse situada otrora.
Por Mario Delgado.-
Opinión
Te acostumbrás
Un amigo, un poco mayor que yo, me graficaba ayer que, en rigor de verdad, los argentinos nos vamos acomodando, nos adaptamos, con suma ductilidad, aunque refunfuñemos, a ciertas cuestiones demenciales que debieran sacarnos de quicio y movilizarnos de otra manera.
“Te acostumbrás”, me pontificó, despejando incluso con tal frase, cualquier sombra de duda que pudiera subsistir aún. No hay pena ni atropello que no se nos haya puesto de manifiesto, y, sin embargo, continuamos erguidos como sociedad y metidos cada quien en lo suyo.
La escasa atención que le brindamos a los sucesos del entorno, tal vez tenga mucho que ver con las instancias personales de cada sujeto. Las ocupaciones son cada vez más en base a que el dinero rinde menos.
Se naturaliza la opción del mayor esfuerzo y la gente dispuesta, sale en pos de ganarse el cada día más caro, pan vital. Una pequeña gran gragea, un botoncito de muestra que nos revuelve la panza, pero, reitero, no todavía como la contingencia requiere de un pueblo auténticamente agobiado y harto.
Los niveles de corrupción piramidal se elevan a la enésima potencia, revolean bolsos con dinero mal habido en conventos o cuentan plata afanada en sendos videos virales, y todo gira sin más que algún comentario atrevido, desafiando a la ya incorporada manía de soportar y sobrellevar el drama, las culpas de otros.
No se hace ni siquiera un necesario gasoducto y luego llegan los “verseros” de siempre, con excusas y mensajes altisonantes. Y los robadores de vacunas contra el Covid se pasean orondos, dando cátedras seguro, de cómo fomentar el buen turismo ahora que todo mundo acató órdenes salvadoras. Hipócritas impíos, exonerados por el poder, como un tal Firmenich o un viscoso Verbitsky. Falsedades convertidas en relatos presumiblemente verídicos, para entretener a la platea boquiabierta, que no despierta.
En tal contexto de locura y terror, no escasean los heridores del campo, los que nada saben del trabajo aguerrido de los productores chicos o medianos, y demonizan al sector, olvidando que de ahí emana el 65 % de lo que consume el argentino.
Y nos quedaría chico el espacio para ir citando con mayúsculas, si lo desean, los yerros y las tropelías de los poderosos que se apoltronan en sus sillones, bebiendo en copas de oro, el sudor de los humildes.
Ya probaron el sabor de dominar a una población encerrada y muerta de miedo e incertidumbre y van a ir por más perversidades. Porque no les importa subsanar las necesidades básicas, ni mejorar la calidad de vida del ser humano; sólo ansían llenar sus propias arcas, permanecer y ampliar la red de mantenidos por el Estado, que son los votantes cautivos, los temerosos que no se irán del redil por no perder sus planes sociales.
Mientras la inflación consume las billeteras y separa a familias enteras, ahorcadas y sin solución, al tiempo que la inseguridad y la droga incrementa su paso fuerte y mortal, se encienden los doble discursos, las linternitas de los jetones de ocasión, charlatanes de bar, sin programas efectivos para mutar tanta mugre.
Te acostumbrás, es cierto y penoso, a convivir con la putrefacción y contemplar sin esperanzas el panorama difuso del país que amás.
Por Mario Delgado.-