Opinión
Opinión: No pidas explicaciones
El cimiento de este tiempo político lo representa, a todas luces, la capacidad que cada quien debe disponer para absorber, sin cuestionamientos demasiado intensos, los movimientos del tablero o, dicho de otra forma, de la coyuntura.
La transición de un estado de ánimo a otro, suele ser rápido. De ahí se infiere que le cuesta en ocasiones, ponerse el hombre del llano, a tono con las noveles circunstancias que van desgranando el panorama.
Obvio es señalar, mis amigos, que no es convincente que alguien a esta altura del cotejo, experimente un grado crítico de asombro. Tal actitud ha quedado en los arcones del pasado. Hoy se vive a prisa y nada está garantizado por un largo período de meses o años.
Las mutaciones políticas obedecen a varias razones. “Pragmatismo”, expresan unos con total soltura de cuerpo. Aunque les retruquen, desde otra tribuna, que, en rigor de verdad, lo que observamos por estos días tan vertiginosos no sea otra cosita que incoherencia y posturas acomodaticias.
Lógico que a veces hay gente que no sabe bien cómo reaccionar. Si a las risas o llorando, absortos ante tanta inconsistencia y falta de respeto. El asunto es simple: ¿puede acaso la mente humana, digerir con tanta facilidad y docilidad, los “idas y vueltas” de los actores de la democracia nuestra?
Imaginen las páginas los “Libros de pases”. Hasta ayer nomás, el boom era transferir las acciones al señor tigrense, por ejemplo. Hete aquí que de golpe, cual rechazo producido por contagiosa enfermedad, lo noble se volvió innoble y la contundencia expuesta en defender una presunta ideología, mutó en extrovertidas críticas hacia lo antes amado y se pasó a rubricar otro cuaderno. La firma se registró entonces en un segundo redil. Y a otra cosa, mi linda mariposa.
Sin decir “ni mu” los vientos soplaron a partir de ese instante, en otra dirección. Silencio en la sala. Nada ocurrió y a olvidar prontito que la cotidianeidad así lo requiere.
No hay que solicitar explicaciones, amigos, no cae correcto. No queda simpático. Total, las adhesiones se encuentran por doquier. Además, el fin está por sobre cualquier especulación mezquina o torpe.
Se mira encima de la edificación y se actúa en consecuencia. Sin lógicas teóricas previas ni amor exclusivo por una camiseta. No vale el sello, la herramienta política, el comité. Sirve nada más que a los fines del momento y lo que cotiza a ciencia cierta es la persona, el apellido del candidato, la soltura del mismo y su tesitura sin timidez.
Que nadie susurre preguntas. Melange inconcebible para los arraigados a posiciones de otrora. Claro que un consejito es propicio darles: modernícense, muchachos. Hoy todo vale, no es como fue. Que el radical era y el peronista era y punto. Ahorita no es así.
Pueden confluir todos en un redil supremo, deseando por supuesto el poder y mantener cargos y sueldos. ¿O creen que es por enamoramiento con la sociedad?
Y se ven ademanes nunca vistos y coros de ángeles acompañando a los serafines del anhelo eterno.
Por Mario Delgado.-




