Opinión
Opinión: Roles
Fernando Niembro se presentaba como un “voluntario más” del programa macrista. Abría el arcón de su discurso con la invitación a un auténtico viraje de timón. Como quien ha recorrido un largo trayecto y de pronto descubre que la vida no es solo caminar.
En el caso del periodista deportivo en cuestión, mis amigos, al parecer y según sus propios dichos, encontró un buen día una novel beta a explorar: la factibilidad de ser útil a un espacio político y entonces ponerse en campaña, con una nueva impronta.
Su mensaje causó efecto rápido puesto que era y es un tipo conocido por la gente. Sobre todo las personas de barrios y localidades donde el “bichito” del PRO todavía no había “picado” demasiado. La algarabía creció en las huestes del ingeniero boquense.
Cartón lleno. Fernando venía de perillas para taparle la boca a detractores de ocasión. Un hombre como él, no podría ser tildado fácilmente de “facho” o “gorila”, a raíz insistimos de su cabida con el público futbolero al menos.
Su padre fue sindicalista en épocas duras. Perfecto. Todo ayuda y suma. Y, cual jugador recién ingresado a un club, se colocó la camiseta y salió al ruedo con aire de renovar la arcaica creencia de cientos de argentinos, que opinan a diario que “todo es lo mismo”, o “está todo podrido” o cantinelas parecidas.
Le puso el pecho a las balas y redituaba. Utilizando un término económico, amigos, diríamos que don Niembro “cotizaba en la bolsa”. Con altas acciones, desde luego. Se ganó la confianza de los suyos y, hacia afuera, un lugarcito en las listas por qué no.
Un señor así tan convincente, ¿por qué no colocarlo al tope de una boleta electoral? Pieza clave y de justo calce en una Provincia donde el PRO renguea aún un poquito. Interesante conjunción con la señora María Eugenia candidata a gobernar el territorio bonaerense.
Los aplausos bajaban sonoros de las tribunas. Y por FOX y por los ámbitos puebleros, Fernando descollaba. No faltaron otros ciudadanos de distintas áreas que se motivaron con su accionar. Después de todo, el redil auspiciaba la multiplicación de ideas, de almas con ansias reales de mejorar la cotidianeidad.
Hasta que el milagro sucedió y las dudas se despejaron: Fernando tuvo su premio de encabezar la lista de diputados nacionales, nada menos. Lógico ¿qué menos para un ser que aglutina? De mero empujador del carro, pasó a dirigente de élite.
Hasta que la quietud se disipó de golpe y la magia perdió su poder. El encantamiento se deshizo y la tierra tembló. Hete aquí que el comentarista tan afinado y afilado, con experiencia de décadas, no pudo explicar datos necesarios. Por ejemplo quienes fueron las supuestas otras dos compañías oferentes en la compulsa para cristalizar los pedidos oficiales capitalinos de encuestas.
El castillo se cae. ¿Estaba cimentado en la arena y no en la roca firme? Y tartamudea cuando quiere huir del cerco. Lógicamente, no se halla habituado a tales roles. Mas las circunstancias lo involucraron y debe explayarse con convicción. El problema es que no la posee, justo ahora, qué pena.
Y, acosado, y con el ceño fruncido, opta por renunciar a su rol de candidato. Los aires frescos de transformación sufren un rictus raro. Es la Justicia por un lado, la que determinará con sapiencia el grado de inmoralidad o de torpeza o de “delictualidad” cometido.
Y es don Mauricio por otro ángulo el que tiene un hierro candente. O lo enfría y sale airoso o se quema y grita de dolor e impotencia.
Mientras tanto, los cristinistas celebran con bombos estruendosos. Olvidándose claro de Boudou, Aníbal Fernández, Jaime, Máximo Kirchner y asociados. Procesados varios, sospechados otros de polifacéticas tropelías.
Es cuestión de roles, Y a veces, en minutos, éstos se invierten. Ya lo saben ustedes, mis amigos: cuesta más esfuerzo armar la carpa de un circo, que posteriormente, desarmarla.
Por Mario Delgado.-

