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Opinión

Opinión: Apuntes vecinales

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Desde distintos sectores geográficos de la ciudad que habitamos, se han venido desarrollando en los últimos meses, diversas manifestaciones que evidencian, cuando menos, una voz que habría que oír con atención.

Quizá el grupo más lejano en el tiempo del reclamo, lo configure el que viene desde Colonia Hinojo e Hinojo, aduciendo un problema urticante para ellos, con implicancias a su entender, para el resto del tándem olavarriense.

Son ellos los “Vecinos Autoconvocados” que trazaron un camino de sacar a la palestra la factibilidad de que la empresa ASP SA pueda ser nada más y nada menos, mis amigos, que un agente al servicio de la contaminación ambiental.

Claro que si nos detuviésemos en investigar uno por uno estos componentes de personas que peticionan cosas, nos encontraríamos con varios. Empero aquí en esta columna, solamente la intención es ubicarnos frente a tal fenómeno de acción popular.

Otro tanto lo reciben los habitantes del barrio “Coronel Dorrego”, por ejemplo, los cuales a través de una fracción de autoconvocados también, protestó en su hora por la consolidación del bendito asfalto en las arterias correspondientes.

Por el lado del “Lourdes” y el “12 de Octubre”, idénticas posturas se hicieron notar con el estandarte de conseguir el, para ellos, fundamental tributo de las calles asfaltadas, para no continuar con las penurias de la sequedad en ciertas épocas del año, y con la preocupación latente ante cada lágrima del cielo.

Más acá nos topamos con los “Autoconvocados de Villa Magdalena y Villa Aurora”, que unieron criterios y días de gomas encendidas con tres ítems básicos: mejor iluminación, cordón cuneta y el aclamado asfalto.

O sea, mis lectores, la cuestión, se desprende, es repetitiva; no se ubica en un marco de originalidad. Ante desidias, desprolijidades o inacciones puntuales, es común entonces el “aglomeramiento” de vecinos en pos de algo en especial.

Ahora bien, la expresión es clara: “Autoconvocados” se van titulando. Pueden ser diversas ideas o planteos, pero con esa misma consigna, con el concepto por delante, sin excepción alguna. Lo que amerita disponer de una pregunta que, a su vez, también cae en ángulo común: ¿Por qué no recurren a los organismos ya establecidos y prefieren “jugársela” solos, por fuera de cualquier paraguas protector institucional o gubernamental inclusive?

Las respuestas posibles se resumen sin embargo en una esencial: porque no hallan representatividad en aquellos que se supone, poseen un sesgo de poder o autoridad para conseguir los más preciados anhelos.

Los protestantes se refugian por tal motivo en su propio caparazón. Se unen en casos anárquicamente. En otras oportunidades se advierte un poco más de ejecutividad. Mas la filosofía es candente: no aceptan, no quieren, no se identifican con la persona o entidad que podría intermediar y constituyen un universo aparte.

La duración de la vida de estos nucleamientos es divergente. En ocasiones persisten años, otras veces se esfuman en cuanto logrado el deseo específico. Por lo general, no devienen en algo formal posteriormente, aunque podría haber excepciones, por supuesto.

Más allá de las opiniones respetables, a favor y en contra, hemos de considerar que nada es porque sí. Por lo tanto, los líderes barriales tendrían que mirarse hacia adentro y reconocer fallas y distanciamientos con sus presuntos representados.

¿Cómo se entiende que un vecino prefiera moverse en contra inclusive de su Junta o Sociedad de Fomento? Algo no funciona con la precisión de otrora. Ha de haber cables sueltos, grietas sin tapar, agujeros sin sellar en la pared.

Hay dirigentes que se han estancado. Otros pululan por un puesto aun de mayor énfasis. Un tercer espacio yace bajo las sombras de las Territoriales. Y después sobreviven otros como leones en medio de una selva sin comida.

El fomentismo no seduce hoy. Y es triste admitirlo. Pero habría que hacerlo. La presidencia de Juan Carlos Castelli en la Federación, empezó con ilusiones, con  proyectos innovadores que desbordaban de sueños, tras un opacado cierre de gestión del profe Lizardía. El mar se deglutió la arena lindante y los castillos jamás se cristalizaron en la práctica.

Fin del cuento y a leer un nuevo libro. El Jefe interino, don Eugenio Fernández, arrancó visitando con gente del Municipio, determinados barrios. Lindo emprendimiento que permitía saber un poco más del tema inherente a estos señores.

Un par de visitas y se terminó el combustible. Y ahora, ¿qué? Se miran los fomentistas y evalúan situaciones. Es muy potable la creencia de que nuevamente habrá un par de listas con oferentes a comandar el barco madre.

Que Walter Vega. Que Daniel Seguel. Que la “Pety” Saizar. Nombres que se deslizan como agua en  medio del calor ¿Quién da  más? Ah, acuérdense desde ya, señores míos, que si no cuentan con un respaldo del Palacio San Martín, no tendrán la suerte de una buena carta.

Un fomentista que no tenga acceso a la “puerta marrón” del primer piso de Rivadavia y San Martín, perderá aire enseguida. Aunque es un arma de doble filo, porque su cargo implica un equilibrio constante, una cuerda que lo hace bailar sobre el precipicio o sobre algodón.

La oportunidad se ve ya cercana. Habrá que olfatear los movimientos. Del éxito de una Federación podría redundar un cese de los despliegues “autoconvocados”. Pero para eso hay que condimentar el alimento sin miedos. Y hay que sentarse a charlar con los vecinos y entenderlos.

Por Mario Delgado.-

 

 

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Opinión

Lo bueno de tener prioridades

Tener prioridades es realmente óptimo: sugiere, entre otras cosas, que el individuo o los gobiernos de los tres niveles, poseen un criterio juicioso, y cuentan, además, con un proyecto de vida de largo alcance.

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Marcar las cuestiones a realizar o resolver con premura, habla bien y nos habilita a creer que hay una contemplación completa de la realidad, y, en base a tal visión, se planea un estricto núcleo de objetivos a cumplimentar. 

Marchar por la senda sin rumbo, sin norte ni guía, es mala o necia, al menos, señal. Por tal motivo se interpela siempre a cada quien, contar con una agenda al alcance de la diestra. Y activar los hilos en consecuencia, desde luego. 

A propósito, este pequeño marco introductorio pretende depositarnos, mis amigos, en un ítem crucial para la concreción individual y colectiva como ciudadanos plenos. Y, conviene por cierto mencionar, la imposibilidad de seguir guitarreando en esta temática que ofreceremos, y desprenderla lo antes posible, de fanatismos partidistas. Me refiero en concreto a la Educación nuestra, en esta nación gloriosa. 

Se ha difundido hace horas atrás un informe contundente por parte de la señora Ministra de Educación de CABA que sentencia con supina espontaneidad, los vericuetos de la niñez y adolescencia que no transitan por un camino elogiable en materia de aprendizaje, llegando a terminar la Primaria o estar en Tercer Año de la Secundaria y no saber leer y escribir sin yerros y tampoco poder comprender y explicar con palabras propias, un texto cualquiera. 

Tamaña deficiencia se ata, en cierta manera, al tiempo de parálisis escolar impreso por la pandemia y la sucesión de cuarentenas. Podríamos asimilar tal contingencia en mayor o menor talante; sin embargo las deducciones del informe van más allá del proceso frontal del Covid 19 y sus medidas aleatorias. El problema a aceptar sin disimulos ni excusas mantiene firme la idea de que, en rigor de verdad, hay un drama previo, un dilema estructural que se agudizó con el virus chino, pero no es solamente esta reciente etapa dispar, entre la virtualidad y la ausencia en las aulas. 

Aún se agrega otro condimento no menor: se ha hecho un relevamiento entre una determinada cantidad de chicos, de entre 12 y 16 años, para averiguar si logran captar los subtítulos de las películas habladas en inglés u otro idioma, en cines o dispositivos hogareños. El análisis resulta desalentador, puesto que la gran mayoría, expresa no alcanzar a leer en tiempo real los zócalos correspondientes, no por interferencias en la visión, sino por no saber leer de corrido. 

El temido abandono del noble hábito de la cotidiana lectura, es una incómoda piedra puntiaguda en el calzado. Y no se notan visos de mejoría. 

Como daño colateral, por otra parte, del virus coronado, se ha comprobado que alrededor de 600.000 alumnos en el territorio nacional y 200.000 en la Provincia de Buenos Aires, no retornaron a sus establecimientos educativos al abrirse la famosa y tardía presencialidad. 

Un escándalo, sin objeciones de ninguna naturaleza. ¿Y ahora, quién carga con semejante cruz social? Porque, ¿alguien puede aseverarnos que tales pibas y pibes, volverán raudos a sus obligaciones escolares, al ser visitados por un docente o asistente social?

Una auténtica lástima que redobla la apuesta a constatar en qué sitio hemos colocado a la educación. Obvio, que ha descendido varios peldaños de cómo supo hallarse situada otrora. 

Por Mario Delgado.-  

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Te acostumbrás 

Un amigo, un poco mayor que yo, me graficaba ayer que, en rigor de verdad, los argentinos nos vamos acomodando, nos adaptamos, con suma ductilidad, aunque refunfuñemos, a ciertas cuestiones demenciales que debieran sacarnos de quicio y movilizarnos de otra manera. 

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“Te acostumbrás”, me pontificó, despejando incluso con tal frase, cualquier sombra de duda que pudiera subsistir aún. No hay pena ni atropello que no se nos haya puesto de manifiesto, y, sin embargo, continuamos erguidos como sociedad y metidos cada quien en lo suyo. 

La escasa atención que le brindamos a los sucesos del entorno, tal vez tenga mucho que ver con las instancias personales de cada sujeto. Las ocupaciones son cada vez más en base a que el dinero rinde menos. 

Se naturaliza la opción del mayor esfuerzo y la gente dispuesta, sale en pos de ganarse el cada día más caro, pan vital. Una pequeña gran gragea, un botoncito de muestra que nos revuelve la panza, pero, reitero, no todavía como la contingencia requiere de un pueblo auténticamente agobiado y harto. 

Los niveles de corrupción piramidal se elevan a la enésima potencia, revolean bolsos con dinero mal habido en conventos o cuentan plata afanada en sendos videos virales, y todo gira sin más que algún comentario atrevido, desafiando a la ya incorporada manía de soportar y sobrellevar el drama, las culpas de otros. 

No se hace ni siquiera un necesario gasoducto y luego llegan los “verseros” de siempre, con excusas y mensajes altisonantes. Y los robadores de vacunas contra el Covid se pasean orondos, dando cátedras seguro, de cómo fomentar el buen turismo ahora que todo mundo acató órdenes salvadoras. Hipócritas impíos, exonerados por el poder, como un tal Firmenich o un viscoso Verbitsky. Falsedades convertidas en relatos presumiblemente verídicos, para entretener a la platea boquiabierta, que no despierta.

En tal contexto de locura y terror, no escasean los heridores del campo, los que nada saben del trabajo aguerrido de los productores chicos o medianos, y demonizan al sector, olvidando que de ahí emana el 65 % de lo que consume el argentino. 

Y nos quedaría chico el espacio para ir citando con mayúsculas, si lo desean, los yerros y las tropelías de los poderosos que se apoltronan en sus sillones, bebiendo en copas de oro, el sudor de los humildes. 

Ya probaron el sabor de dominar a una población encerrada y muerta de miedo e incertidumbre y van a ir por más perversidades. Porque no les importa subsanar las necesidades básicas, ni mejorar la calidad de vida del ser humano; sólo ansían llenar sus propias arcas, permanecer y ampliar la red de mantenidos por el Estado, que son los votantes cautivos, los temerosos que no se irán del redil por no perder sus planes sociales. 

Mientras la inflación consume las billeteras y separa a familias enteras, ahorcadas y sin solución, al tiempo que la inseguridad y la droga incrementa su paso fuerte y mortal, se encienden los doble discursos, las linternitas de los jetones de ocasión, charlatanes de bar, sin programas efectivos para mutar tanta mugre. 

Te acostumbrás, es cierto y penoso, a convivir con la putrefacción y contemplar sin esperanzas el panorama difuso del país que amás. 

Por Mario Delgado.-   

  

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 Farmacias de turno en Olavarría Facultad de Derecho