Opinión
Opinión: De sueños y certezas
El plazo para la apertura de las mesas electivas se acorta, mis lectores. Y en tal circunstancia, podemos desde nuestra atalaya, observar con detenimiento como los corazones de los políticos oferentes, vibran entre sueños y certezas.
El panorama es variopinto, desde luego. Amplio también. Con un abanico de nombres y posibilidades que se abren, que se deshojan frente a un público que reacciona de diferentes maneras y con distinto entusiasmo.
Desde la total indiferencia hasta el analista sagaz. Hay de todo, como en una enorme botica, exhibiendo los prolegómenos de una idea de ciudad, de un planteo que abarca las necesidades visibles y los estamentos más concentrados y ocultos a la visión global.
Hay nombres enormemente nuevos, prácticamente desconocidos, que tendrán que mover las alas para intentar cobijar en su seno, el porcentaje requerido por ley; el famoso 1,5 % del total de válidos votos.
Titánica tarea es tratar de mover el bulto de lo ya establecido en un paisaje como el local. Las oportunidades pueden ubicarse allí nomás, a tiro de piedra, pero a nadie debiera escandalizar si los remolinos de cambio, no brillan todavía en el cenit olavarriense.
Ser novel en el arte de la democracia, no garantiza nada en esta sociedad que tenemos y de la que somos parte, mis amigos. La novedad posee intrínseca dos aristas: por un lado, el atractivo de ser justamente algo que aparece, que busca relucir con luz propia. Y en segundo término, acarrea casi inconsciente, la duda que encierra la cuestión de no contar con experiencia o con un marco práctico referencial.
No son pocos quizá, los vecinos que inflan sus pechos solicitando un aire renovado. No obstante, a la sacrosanta hora de poner el sobre en la urna, deciden catapultar lo ya conocido. Inclusive cargando luego con la cruz de la contradicción y la incoherencia.
Lo que permanece, de última, siempre garantiza algo. El gran salto, el gran gasto, ha de correr por cuenta y orden de aquellos que aspiran a sentarse en el sillón de don Amparo Castro. Aunque habría que aclarar, so pena de ser repudiado por alguien, que postularse como precandidato, no significa fehacientemente, un anhelo “brutal” o esencial del tal individuo por llegar al triunfo, a la obtención del cargo.
Por eso es menester ser, además de parecer. Una cosa es candidatearse y otra muy diferente, estar en reales condiciones de ocupar el trono, la voz de mando. No es ajeno al sentir del tema, reflexionar que varios no sabrían que corno hacer con la Comuna, en caso de vencer en las elecciones.
Por eso sería grato que la gente pensase con tiempo a quien avalar. Y por qué. Los acertijos son interesantes, mas la cotidianeidad nos confronta con un desafío anexo. Porque el referente puede hablar muy bien, y perder por goleada y también es factible que otro apueste al silencio y roce la gloria.
Idiocincracia compleja, por supuesto. Nada es tan sencillo pero tampoco tan difícil de captar, de comprender. Las peripecias y logros que nos asisten, no son obra de extraterrestres; son el precio que abonamos por ser como somos y por animarnos a lo que nos atrevemos. O no. Porque recaemos en el círculo de no huir o de no animarnos. Aunque puede tocarnos en suerte que no exista aún el paladín con concretas ambiciones de poder, que destierre los preceptos arcaicos y ultra conservadores y nos plante de cara a una vida inédita. ¿O sí, ya está por estos lares?
Empero tal engranaje deberá contar de dos piezas sincronizadas a la perfección: el elector y el postulante.
Por Mario Delgado.-

