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Opinión

Opinión: Sombras dentro de sombras

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La aparente calma que impone el sueño, dentro de un lugar sin paz, se vio subrepticiamente invadida. Eran casi las 7 de la mañana de este viernes 3 de julio. Y en la Unidad Penal Número 38 de Sierra Chica, un grupo de internos se abalanzó sobre otros “colegas” privados de la libertad.

 

Los pliegues del mal se movieron, sigilosos. Premeditada acción delincuencial dentro de un marco de referencia inapropiado. Sombras dentro de sombras. Las armas de uso casero, las “facas”, algún palo y el odio irascible.

Hablar de motivaciones o de cuál fue el origen de la tragedia, sería como redundar en múltiples facetas intrincadas. Sería revolver un recipiente repleto de sustanciales materiales con desagradable e irrespirable olor.

Ponerse a analizar cuestiones propias del ámbito carcelario, es sin lugar a dudas, apasionante. Sin embargo, amigos, desprenden tales cosas también un vaho depresivo y opresivo al mismo tiempo. Porque en un recinto dónde nada es lo que sugiere, ni nadie es tan bueno o tímido como puede quizá parecer, lo único recomendable es andar con pies de plomo y con sumo estado de alerta.

Lo cierto es, mis lectores del alma, que mientras el músculo descansaba en el Pabellón 8 Celda 1, aquellos que querían cobrarse deudas o buscar otro objetivo, se vinieron al humo desde los pabellones 5 y 6, y golpearon con saña, aprovechando el factor sorpresa.

5 heridos de diversa consideración y la posterior intervención del personal uniformado. Costó reinstalar el orden. Las consecuencias habría que medirlas en hipotéticas elucubraciones, teniendo presente más de lo que pasó, lo que podría haber acaecido.

Ateniéndose a las normas no escritas intra muros, nadie hizo denuncias ni contó detalles. Apenas un individuo deslizó cual leve pincelada en un tapiz, el siguiente comentario: “Fue un problema del momento y lo arreglamos así”. Fin de la declaración escueta.

Claro que hay que leer entre líneas. Pues esto no es novedad en los dominios de los presos.  Se dan episodios que no trascienden pero que existen, y cada vez con mayor asistencia de la violencia y el desprecio casi natural, por la humanidad del contrincante ocasional.

Las diferencias las zanjan a los golpes o con puntazos y buscando el minuto preciso para atacar con premura. Los nervios de punta y el miedo constante, se dan cita. Por supuesto, es muy común observar una frialdad seca, y una ignorancia total de resolver dilemas por una restante vía: el diálogo.

“Solicitarles a los internos que dialoguen es absurdo”, me aseveró hace poco un experimentado guardiacárcel. Y es una lástima y un punto esencial a corregir por aquellos que aún creen, y confían en la sociabilización factible en las dependencias penitenciarias.

Aunque por carácter transitivo, se visualiza idéntico comportamiento en otras esferas ciudadanas. Familiares que dirimen sus disputas momentáneas o añejas, a los tiros o con el brillar de los cuchillos. O pandillitas de jóvenes que se zurran aduciendo pueriles presupuestos. La maquinaria de la intolerancia, funciona las 24 horas, sin derecho a la pausa.

A veces una pared medianera, es la génesis del bullicio atroz. Otras oportunidades puede ser una mascota ladradora, o las causales más diversas y por qué no, absurdas. Hasta las pujas de poder por la venta de sustancias non santas.

En fin, todo vale. Todo es admitido a la hora de arrancar prendiendo el fuego del resentimiento y el rencor. Se ha ido opacando la virtud deliciosa de la palabra hablada, del entendimiento práctico a través de la charla. Hoy se prefiere utilizar, salvo excepciones, otros métodos. Y así nos está yendo. Y, permítanme recalcar, que esto es parte de todo ámbito, lo cual lo convierte en más preocupante todavía.

Por Mario Delgado.-

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Opinión

Lo bueno de tener prioridades

Tener prioridades es realmente óptimo: sugiere, entre otras cosas, que el individuo o los gobiernos de los tres niveles, poseen un criterio juicioso, y cuentan, además, con un proyecto de vida de largo alcance.

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Marcar las cuestiones a realizar o resolver con premura, habla bien y nos habilita a creer que hay una contemplación completa de la realidad, y, en base a tal visión, se planea un estricto núcleo de objetivos a cumplimentar. 

Marchar por la senda sin rumbo, sin norte ni guía, es mala o necia, al menos, señal. Por tal motivo se interpela siempre a cada quien, contar con una agenda al alcance de la diestra. Y activar los hilos en consecuencia, desde luego. 

A propósito, este pequeño marco introductorio pretende depositarnos, mis amigos, en un ítem crucial para la concreción individual y colectiva como ciudadanos plenos. Y, conviene por cierto mencionar, la imposibilidad de seguir guitarreando en esta temática que ofreceremos, y desprenderla lo antes posible, de fanatismos partidistas. Me refiero en concreto a la Educación nuestra, en esta nación gloriosa. 

Se ha difundido hace horas atrás un informe contundente por parte de la señora Ministra de Educación de CABA que sentencia con supina espontaneidad, los vericuetos de la niñez y adolescencia que no transitan por un camino elogiable en materia de aprendizaje, llegando a terminar la Primaria o estar en Tercer Año de la Secundaria y no saber leer y escribir sin yerros y tampoco poder comprender y explicar con palabras propias, un texto cualquiera. 

Tamaña deficiencia se ata, en cierta manera, al tiempo de parálisis escolar impreso por la pandemia y la sucesión de cuarentenas. Podríamos asimilar tal contingencia en mayor o menor talante; sin embargo las deducciones del informe van más allá del proceso frontal del Covid 19 y sus medidas aleatorias. El problema a aceptar sin disimulos ni excusas mantiene firme la idea de que, en rigor de verdad, hay un drama previo, un dilema estructural que se agudizó con el virus chino, pero no es solamente esta reciente etapa dispar, entre la virtualidad y la ausencia en las aulas. 

Aún se agrega otro condimento no menor: se ha hecho un relevamiento entre una determinada cantidad de chicos, de entre 12 y 16 años, para averiguar si logran captar los subtítulos de las películas habladas en inglés u otro idioma, en cines o dispositivos hogareños. El análisis resulta desalentador, puesto que la gran mayoría, expresa no alcanzar a leer en tiempo real los zócalos correspondientes, no por interferencias en la visión, sino por no saber leer de corrido. 

El temido abandono del noble hábito de la cotidiana lectura, es una incómoda piedra puntiaguda en el calzado. Y no se notan visos de mejoría. 

Como daño colateral, por otra parte, del virus coronado, se ha comprobado que alrededor de 600.000 alumnos en el territorio nacional y 200.000 en la Provincia de Buenos Aires, no retornaron a sus establecimientos educativos al abrirse la famosa y tardía presencialidad. 

Un escándalo, sin objeciones de ninguna naturaleza. ¿Y ahora, quién carga con semejante cruz social? Porque, ¿alguien puede aseverarnos que tales pibas y pibes, volverán raudos a sus obligaciones escolares, al ser visitados por un docente o asistente social?

Una auténtica lástima que redobla la apuesta a constatar en qué sitio hemos colocado a la educación. Obvio, que ha descendido varios peldaños de cómo supo hallarse situada otrora. 

Por Mario Delgado.-  

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Opinión

Te acostumbrás 

Un amigo, un poco mayor que yo, me graficaba ayer que, en rigor de verdad, los argentinos nos vamos acomodando, nos adaptamos, con suma ductilidad, aunque refunfuñemos, a ciertas cuestiones demenciales que debieran sacarnos de quicio y movilizarnos de otra manera. 

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“Te acostumbrás”, me pontificó, despejando incluso con tal frase, cualquier sombra de duda que pudiera subsistir aún. No hay pena ni atropello que no se nos haya puesto de manifiesto, y, sin embargo, continuamos erguidos como sociedad y metidos cada quien en lo suyo. 

La escasa atención que le brindamos a los sucesos del entorno, tal vez tenga mucho que ver con las instancias personales de cada sujeto. Las ocupaciones son cada vez más en base a que el dinero rinde menos. 

Se naturaliza la opción del mayor esfuerzo y la gente dispuesta, sale en pos de ganarse el cada día más caro, pan vital. Una pequeña gran gragea, un botoncito de muestra que nos revuelve la panza, pero, reitero, no todavía como la contingencia requiere de un pueblo auténticamente agobiado y harto. 

Los niveles de corrupción piramidal se elevan a la enésima potencia, revolean bolsos con dinero mal habido en conventos o cuentan plata afanada en sendos videos virales, y todo gira sin más que algún comentario atrevido, desafiando a la ya incorporada manía de soportar y sobrellevar el drama, las culpas de otros. 

No se hace ni siquiera un necesario gasoducto y luego llegan los “verseros” de siempre, con excusas y mensajes altisonantes. Y los robadores de vacunas contra el Covid se pasean orondos, dando cátedras seguro, de cómo fomentar el buen turismo ahora que todo mundo acató órdenes salvadoras. Hipócritas impíos, exonerados por el poder, como un tal Firmenich o un viscoso Verbitsky. Falsedades convertidas en relatos presumiblemente verídicos, para entretener a la platea boquiabierta, que no despierta.

En tal contexto de locura y terror, no escasean los heridores del campo, los que nada saben del trabajo aguerrido de los productores chicos o medianos, y demonizan al sector, olvidando que de ahí emana el 65 % de lo que consume el argentino. 

Y nos quedaría chico el espacio para ir citando con mayúsculas, si lo desean, los yerros y las tropelías de los poderosos que se apoltronan en sus sillones, bebiendo en copas de oro, el sudor de los humildes. 

Ya probaron el sabor de dominar a una población encerrada y muerta de miedo e incertidumbre y van a ir por más perversidades. Porque no les importa subsanar las necesidades básicas, ni mejorar la calidad de vida del ser humano; sólo ansían llenar sus propias arcas, permanecer y ampliar la red de mantenidos por el Estado, que son los votantes cautivos, los temerosos que no se irán del redil por no perder sus planes sociales. 

Mientras la inflación consume las billeteras y separa a familias enteras, ahorcadas y sin solución, al tiempo que la inseguridad y la droga incrementa su paso fuerte y mortal, se encienden los doble discursos, las linternitas de los jetones de ocasión, charlatanes de bar, sin programas efectivos para mutar tanta mugre. 

Te acostumbrás, es cierto y penoso, a convivir con la putrefacción y contemplar sin esperanzas el panorama difuso del país que amás. 

Por Mario Delgado.-   

  

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 Farmacias de turno en Olavarría Facultad de Derecho