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El show de la impunidad

Que ya no esté más el depósito de piedra y arena en el Kilómetro 17 de la Ruta Néstor Kirchner, no debe tomarse bajo ningún concepto, mis amigos, como el fin de la novela sádica de la impunidad más estrepitosa. Por Mario Delgado.

Nadie puede creer que la operatoria demoníaca, que permite la sobrecarga de equipos de camiones, concluya así como así, de un plumazo.

Es altamente probable que los elementos comprometedores hayan sido trasladados a otro sitio. Porque, insistimos, la fuerza de la soberbia y la displicencia es enorme. Voraz y tétrica infusión del mal. Una cadena, una serie aceitada con detenimiento para obrar sin inconvenientes de ninguna clase.
Hasta un niño ha de deducir, mis lectores del alma, que acá no existen improvisaciones ni casualidades. Es una maquinaria dispuesta para tal efecto. Con una parva de billetes bien repartidos para obtener silencios que son más que propicios.
8.000 pesos de “coimas” pagados por la empresa madre a cuatro funcionarios estatales. 8.000 pesos de “coimas” por camión que entraba a la planta del Kilómetro 17 y egresaba con sorna, destruyendo sin dramas el asfalto construido hace escasos años a un costo interesante. No hay derecho de echar por tierra tal trabajo que tanto se deseó por décadas. Aunque el poder inmoral de don Dinero parece vencer reglas elementales de convivencia social.
El quid de la cuestión es que por ejemplo, el señor director de Control Urbano de la tribunalicia y vecina Azul, señala a un portal olavarriense que “la situación está regularizada” y entonces las exclamaciones han de brotar cual agua de los manantiales.
¿Cómo es digerible tal aseveración? ¿Para este buen hombre “regularizar” es un auténtico sinónimo de “desmantelar”? Porque, a ver como dicen los chicos, la planta no sufrió clausura, no se la rodeó de custodia policial por sus “fechorías” de sobrecargas, sino que de un día para otro, se abandonó el rectángulo “pecaminoso”, libres los responsables primarios y secundarios de cualquier culpa.
¿De qué regularización estamos hablando, cuando se movían al menos tres camiones nuevos por hora, durante un lapso prolongado de tiempo, lo suficiente incluso como para haber sido detectados más antes?
Pero además la cuestión es grave de toda gravedad, por los tres delitos que lleva concatenados y de los que hemos dado cita en columnas previas, o sea: 1) Exceso adrede de carga de arena o piedras; 2) La consiguiente evasión impositiva (con una factura, pagaban el monto de dos que en realidad llevaban) y 3) La degradación de los recursos naturales no renovables.
A esta cifra triple de impunidad arcaica e increíble, desde el punto de vista de los entes de control que nada controlaron hasta que estalló el escándalo, hay que adosarle la multiplicidad de canteras que han copiado la misma forma de evadir y sobrecargar equipos de transportes.
A falta de pan, buenas son las tortas, expresan algunos. Con la fachada de un corralón de materiales en pleno centro azuleño, trabaja una planta de recarga, cuyo propietario posee vinculaciones amplias y sabidas con el Ejecutivo local.
Y no es el único, ya que hay un segundo negocio supuestamente de materiales que en su interior cobija las montañas respectivas de arena y piedra y la pala mecánica se ocupa a diario de sobrellenar los vientres de los camiones que salen después de cometida la acción mencionada, con rumbo a la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
Las sombras de la impunidad se convierten en show. Bueno es saberlo. Y mejor sería que quienes cuentan con la tijera a mano para cortar con tanta demencia impúdica. Lo hiciesen y no que se suban al trencito lento y largo de las “cometas”.
Por Mario Delgado.-

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