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Opinión

Con el viento a tu favor

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No hace falta ser vidente, mis queridos lectores, para percibir en el ambiente la impunidad. El ser impune normalmente ostenta algo que los demás, mortales comunes, no tenemos: poder. Y ese andamio de soberbia e insensatez, está basado en un elemento tan amado como odiado a la vez: el señor Dinero. Por Mario Delgado.

Venir estudiando con detenimiento desde mediados de enero, lo que acaece en la Ruta Néstor Kirchner, altura Kilómetro 17, nos permite aseverar sin ningún dejo de temor a equivocación, que allí algo huele mal: se olfatea la corrupción y la deliberada acción sin dramas de los que se creen dueños del mundo.

El tema es sencillo, elocuente y fatal: se evaden impuestos, se rompe el asfalto y se devasta el medio ambiente con la extracción de recursos que dejarán el clásico pozo en medio de los cerros y montañas.

Tres infracciones al precio de una. Y la ambigüedad de quienes tocan de oído y no perciben, o no desean hacerlo, el daño que viene produciendo esta gente que opera con llamativa displicencia. Quizá ahora los movimientos varíen y el viento deje de soplar a favor de los detractores de la ley.

La metodología ya la hemos descripto. ¿Es menester recalcarla? Hagámoslo, pues: el equipo de transporte ingresa al sitio cercado y alambrado, la pala mecánica lo sobrecarga, el camionero alisa la parva de piedra o arena, coloca la lona luego y, silbando bajito, se retira con posterioridad hacia la ruta Kirchner.

El cálculo matemático ha de ser hecho, teniendo como marco de referencia que entran al menos tres camiones cada hora. Una pila de guita en los bolsillos de los empresarios de una cantera, de la cual provienen los transportes.

Porque es una cantera, con asiento en Sierras Bayas, la “dueña del circo”. Por tal motivo, nadie debe pecar de ingenuo y tirar el saco para que se lo coloque otro funcionario. EL DEPÓSITO ESTÁ EN JURIDISDICIÓN DE AZUL, PERO LA CANTERA ES DE SIERRAS BAYAS, PARTIDO DE OLAVARRÍA.

Entonces que no nos vengan con ninguneos de cuarta categoría, amigos. Los camioneros son empleados, el “pez gordo” goza de excelente salud. “Multen a los camioneros”, expresó alguien, proponiendo una solución. “Deténganle el camión”, sugirió una segunda opinión.

Salidas alternativas, atajos innecesarios. Acá hay que caer como corresponde. Hay que entrar en órbita. ¿Cómo ha sido factible la implementación de este perverso sistema de evasión y recarga, en las narices de todo el espectro controlador?

¿Es acaso creíble cualquier “globo de ensayo”, a manera de excusa? No hubo ni hay respeto alguno por la enorme satisfacción que significó en su momento, la concreción de esta obra, tan ansiada y costosa, la obra siempre conocida como “el enlace”.

Y la destrozan los buitres sin piedad. Las juntas dilatadoras en el citado Kilómetro 17, dan lástima: hundidas y derruidas, erosionadas por el sobrepeso impúdico. Sin pausa. Sin intromisión de la vara de la defensa de la sociedad.

Recién por estas calurosas y húmedas horas, se elevan las voces al cielo, pidiendo intervenir en este desastre. Tres camiones por hora, mínimo salen y entran al lugar señalado. No es broma ni un dato esbozado al azar. Y no es el humilde camioncito “volcador” que se gana el puchero haciendo fletes urbanos. Estamos ante otra cosa; son equipos modernos, son bastiones de la locura devastadora de una ruta que es de todos y nos costó a todos.

Acá, en esta circunstancia, no admitimos espacios para héroes. Sí para responsables que empiecen a velar por los intereses de la comunidad, de la sociedad en su máxima expresión. No es un condimento tampoco para la utilización de sendas “chicanas”. Es el preciso minuto de poner coto a este flagelo delincuencial.

E insistimos, con todo respeto, no se pasen la pelota, queridos muchachos palaciegos: la cantera es de nosotros y de allí salen los camiones que van al depósito y después a la ruta, rumbo a su destino. Entre todos se logrará frenar el ímpetu del poderoso billete, que, por lo que hemos divisado, compra voluntades “a rolete”.

Por Mario Delgado.-

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Opinión

Lo bueno de tener prioridades

Tener prioridades es realmente óptimo: sugiere, entre otras cosas, que el individuo o los gobiernos de los tres niveles, poseen un criterio juicioso, y cuentan, además, con un proyecto de vida de largo alcance.

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Marcar las cuestiones a realizar o resolver con premura, habla bien y nos habilita a creer que hay una contemplación completa de la realidad, y, en base a tal visión, se planea un estricto núcleo de objetivos a cumplimentar. 

Marchar por la senda sin rumbo, sin norte ni guía, es mala o necia, al menos, señal. Por tal motivo se interpela siempre a cada quien, contar con una agenda al alcance de la diestra. Y activar los hilos en consecuencia, desde luego. 

A propósito, este pequeño marco introductorio pretende depositarnos, mis amigos, en un ítem crucial para la concreción individual y colectiva como ciudadanos plenos. Y, conviene por cierto mencionar, la imposibilidad de seguir guitarreando en esta temática que ofreceremos, y desprenderla lo antes posible, de fanatismos partidistas. Me refiero en concreto a la Educación nuestra, en esta nación gloriosa. 

Se ha difundido hace horas atrás un informe contundente por parte de la señora Ministra de Educación de CABA que sentencia con supina espontaneidad, los vericuetos de la niñez y adolescencia que no transitan por un camino elogiable en materia de aprendizaje, llegando a terminar la Primaria o estar en Tercer Año de la Secundaria y no saber leer y escribir sin yerros y tampoco poder comprender y explicar con palabras propias, un texto cualquiera. 

Tamaña deficiencia se ata, en cierta manera, al tiempo de parálisis escolar impreso por la pandemia y la sucesión de cuarentenas. Podríamos asimilar tal contingencia en mayor o menor talante; sin embargo las deducciones del informe van más allá del proceso frontal del Covid 19 y sus medidas aleatorias. El problema a aceptar sin disimulos ni excusas mantiene firme la idea de que, en rigor de verdad, hay un drama previo, un dilema estructural que se agudizó con el virus chino, pero no es solamente esta reciente etapa dispar, entre la virtualidad y la ausencia en las aulas. 

Aún se agrega otro condimento no menor: se ha hecho un relevamiento entre una determinada cantidad de chicos, de entre 12 y 16 años, para averiguar si logran captar los subtítulos de las películas habladas en inglés u otro idioma, en cines o dispositivos hogareños. El análisis resulta desalentador, puesto que la gran mayoría, expresa no alcanzar a leer en tiempo real los zócalos correspondientes, no por interferencias en la visión, sino por no saber leer de corrido. 

El temido abandono del noble hábito de la cotidiana lectura, es una incómoda piedra puntiaguda en el calzado. Y no se notan visos de mejoría. 

Como daño colateral, por otra parte, del virus coronado, se ha comprobado que alrededor de 600.000 alumnos en el territorio nacional y 200.000 en la Provincia de Buenos Aires, no retornaron a sus establecimientos educativos al abrirse la famosa y tardía presencialidad. 

Un escándalo, sin objeciones de ninguna naturaleza. ¿Y ahora, quién carga con semejante cruz social? Porque, ¿alguien puede aseverarnos que tales pibas y pibes, volverán raudos a sus obligaciones escolares, al ser visitados por un docente o asistente social?

Una auténtica lástima que redobla la apuesta a constatar en qué sitio hemos colocado a la educación. Obvio, que ha descendido varios peldaños de cómo supo hallarse situada otrora. 

Por Mario Delgado.-  

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Opinión

Te acostumbrás 

Un amigo, un poco mayor que yo, me graficaba ayer que, en rigor de verdad, los argentinos nos vamos acomodando, nos adaptamos, con suma ductilidad, aunque refunfuñemos, a ciertas cuestiones demenciales que debieran sacarnos de quicio y movilizarnos de otra manera. 

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“Te acostumbrás”, me pontificó, despejando incluso con tal frase, cualquier sombra de duda que pudiera subsistir aún. No hay pena ni atropello que no se nos haya puesto de manifiesto, y, sin embargo, continuamos erguidos como sociedad y metidos cada quien en lo suyo. 

La escasa atención que le brindamos a los sucesos del entorno, tal vez tenga mucho que ver con las instancias personales de cada sujeto. Las ocupaciones son cada vez más en base a que el dinero rinde menos. 

Se naturaliza la opción del mayor esfuerzo y la gente dispuesta, sale en pos de ganarse el cada día más caro, pan vital. Una pequeña gran gragea, un botoncito de muestra que nos revuelve la panza, pero, reitero, no todavía como la contingencia requiere de un pueblo auténticamente agobiado y harto. 

Los niveles de corrupción piramidal se elevan a la enésima potencia, revolean bolsos con dinero mal habido en conventos o cuentan plata afanada en sendos videos virales, y todo gira sin más que algún comentario atrevido, desafiando a la ya incorporada manía de soportar y sobrellevar el drama, las culpas de otros. 

No se hace ni siquiera un necesario gasoducto y luego llegan los “verseros” de siempre, con excusas y mensajes altisonantes. Y los robadores de vacunas contra el Covid se pasean orondos, dando cátedras seguro, de cómo fomentar el buen turismo ahora que todo mundo acató órdenes salvadoras. Hipócritas impíos, exonerados por el poder, como un tal Firmenich o un viscoso Verbitsky. Falsedades convertidas en relatos presumiblemente verídicos, para entretener a la platea boquiabierta, que no despierta.

En tal contexto de locura y terror, no escasean los heridores del campo, los que nada saben del trabajo aguerrido de los productores chicos o medianos, y demonizan al sector, olvidando que de ahí emana el 65 % de lo que consume el argentino. 

Y nos quedaría chico el espacio para ir citando con mayúsculas, si lo desean, los yerros y las tropelías de los poderosos que se apoltronan en sus sillones, bebiendo en copas de oro, el sudor de los humildes. 

Ya probaron el sabor de dominar a una población encerrada y muerta de miedo e incertidumbre y van a ir por más perversidades. Porque no les importa subsanar las necesidades básicas, ni mejorar la calidad de vida del ser humano; sólo ansían llenar sus propias arcas, permanecer y ampliar la red de mantenidos por el Estado, que son los votantes cautivos, los temerosos que no se irán del redil por no perder sus planes sociales. 

Mientras la inflación consume las billeteras y separa a familias enteras, ahorcadas y sin solución, al tiempo que la inseguridad y la droga incrementa su paso fuerte y mortal, se encienden los doble discursos, las linternitas de los jetones de ocasión, charlatanes de bar, sin programas efectivos para mutar tanta mugre. 

Te acostumbrás, es cierto y penoso, a convivir con la putrefacción y contemplar sin esperanzas el panorama difuso del país que amás. 

Por Mario Delgado.-   

  

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 Farmacias de turno en Olavarría Facultad de Derecho