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Opinión

Panorama religioso: temas pendientes

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Cuando sólo restan horas para culminar este 2014, desde el ámbito de la cristiandad, es buen momento para hacer un breve croquis de lo actuado y fijar pautas hacia el devenir de las próximas semanas.

En un contexto de inmejorable condición para la grey católica vernácula, don Jorge Bergoglio como Francisco I, va dando pasos firmes en el Vaticano, mostrando una uniformidad que se visualiza muy respetable dentro y fuera del estándar de la cruz: es un hombre que no contiene dicotomías entre lo que expresa y lo que vive.

Por tal motivo, se ha ido granjeando la admiración de sus pares de fe e inclusive, de personas de otros estamentos religiosos y de líderes de la política a nivel mundial. Un claro ejemplo es el del Presidente de las huestes del norte, Barak Obama, quien públicamente lo ha ensalzado.

Además de su coherencia, eje basal de su carrera, el Sumo Pontífice ha tenido que hacer equilibrios en una tensa y compleja cuerda que no admite demasiados equívocos y sí exige, un alto grado de ubicuidad, concentración y diplomacia. Pero también, queridos lectores, una mano firme y un carácter decidido al preciso instante de ordenar e instaurar, variaciones potenciales en el mismísimo seno de la Iglesia sanpedrina.

La unción apostólica se hizo notar cuando revisó las cuentas del Banco tan cuestionado. Los comentarios se propagaron cual reguero de pólvora, cuando tomó cartas en el delicado y tantas veces ocultado ítem, de los sacerdotes pedófilos. Los cimientos del “stablisment” temblaron al meterse con las riquezas de ciertos jerarcas del catolicismo.

Ha puesto énfasis el prelado en los asuntos bélicos que enlutan y mutilan a cientos o miles de seres humanos, desprotegidos frente a la demencia ambiciosa de los imbéciles de turno. Ávido profeta antibélico, su gestión ha desembocado en un principio de unión entre dos adversarios de fuste: Estados Unidos y Cuba.

Se respira, no obstante, un halo de recelo a su alrededor. No todos los individuos lo estiman. No todas las ventanas se abren al ritmo de su canción. Hay quienes lo defenestran al ex arzobispo de la Ciudad Autónoma. Y motivos no les faltan a estos enhiestos católicos que no comulgan con la impronta de su Jefe.

Parece una fábula, mas es una auténtica verdad. No son escasas las manifestaciones de medios especializados en temas de la curia, que ponen el grito en el cielo cuando la circunstancia, a su entender, lo amerita.

Por citar un botón de muestra, esbocemos que deslizaron su insidiosa pluma, cargada de verborrágico veneno, cuando descubrieron a Marcelo Tinelli en Roma y luego lo tuvieron que soportar muy cerca del Papa.

Y otras pequeñas o grandes fallas, son expresadas con contundencia. Su estilo es obvio, no tiene porqué agradar a cada quien. Pero se asimila a su vez, un mover, un agitar de aguas promovido por aquellos que no concuerdan con el pensamiento y la filosofía evangelizadora de Bergoglio. Y, atentos a todo, no desaprovechan ninguna posibilidad para criticar sus gestos de mando.

En este circuito tan apasionante, quedan, amigos, cuestiones aún pendientes. Por supuesto que es viable deducir que se trata esencialmente de cosas de altísimo impacto. Posicionar a la Iglesia crística con ecuanimidad, en tan candentes cosas, no es un elemento menor. Hay que andar con pie de plomo.

Nos referimos, entre lo sin resolver todavía, a las parejas divorciadas y a los homosexuales. El catolicismo esquivó el bulto lo más que le fue factible. Pero Francisco desempolvó estas temáticas y les ha quitado el rótulo de “tabú”.

Se presenta un debate rico y quizá prolongado. Donde debiera primar la sinceridad y la practicidad. El punto es que se colisiona con el dogma doctrinal, mantenido por siglos, y la praxis que, en estos casos, no se llevan muy bien que digamos.

El quid de la cuestión es tangencial: ¿cómo insertamos en la rutina diaria del cristianismo católico a separados y vueltos a casar? ¿Qué deben o no hacer, para no contrariar los preámbulos de la tradición, considerando además que son almas que merecen redención, pese a sus contingencias privadas?

Y ¿qué me dicen de aquellos que se relacionan íntimamente con seres de su mismo sexo? Si no hace mucho tiempo atrás, a éstas personas se las excluía de toda ceremonia y de todo manto de piedad o contemplación.

Si se los enmarcaba como “enfermos” incluso. Y ahora, en nuestros días, tal presunción continúa vigente en algunos círculos ultra conservadores. El dilema es atrayente y álgido. Hay que deslizarse con cautela, no herir susceptibilidades.

La punta del iceberg es apenas lo que podemos preludiar. El émulo de Cristo cuenta con una balanza con dos pesas. En una, antiquísima ella, se introduce presuroso el regalismo religioso, la doctrina. En la segunda pesa reside el devenir de los hechos.

Y ahí juega un rol indubitable la homogeneidad y la paciencia del sucesor de Pedro para saber exponer el contrapeso justo. Los ojos están puestos en la sede purpurada. Los labios se multiplican, hablando de las picantes consignas. Tal vez en breve, el telón se descorra del todo.

Por Mario Delgado.-

Opinión

Lo bueno de tener prioridades

Tener prioridades es realmente óptimo: sugiere, entre otras cosas, que el individuo o los gobiernos de los tres niveles, poseen un criterio juicioso, y cuentan, además, con un proyecto de vida de largo alcance.

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Marcar las cuestiones a realizar o resolver con premura, habla bien y nos habilita a creer que hay una contemplación completa de la realidad, y, en base a tal visión, se planea un estricto núcleo de objetivos a cumplimentar. 

Marchar por la senda sin rumbo, sin norte ni guía, es mala o necia, al menos, señal. Por tal motivo se interpela siempre a cada quien, contar con una agenda al alcance de la diestra. Y activar los hilos en consecuencia, desde luego. 

A propósito, este pequeño marco introductorio pretende depositarnos, mis amigos, en un ítem crucial para la concreción individual y colectiva como ciudadanos plenos. Y, conviene por cierto mencionar, la imposibilidad de seguir guitarreando en esta temática que ofreceremos, y desprenderla lo antes posible, de fanatismos partidistas. Me refiero en concreto a la Educación nuestra, en esta nación gloriosa. 

Se ha difundido hace horas atrás un informe contundente por parte de la señora Ministra de Educación de CABA que sentencia con supina espontaneidad, los vericuetos de la niñez y adolescencia que no transitan por un camino elogiable en materia de aprendizaje, llegando a terminar la Primaria o estar en Tercer Año de la Secundaria y no saber leer y escribir sin yerros y tampoco poder comprender y explicar con palabras propias, un texto cualquiera. 

Tamaña deficiencia se ata, en cierta manera, al tiempo de parálisis escolar impreso por la pandemia y la sucesión de cuarentenas. Podríamos asimilar tal contingencia en mayor o menor talante; sin embargo las deducciones del informe van más allá del proceso frontal del Covid 19 y sus medidas aleatorias. El problema a aceptar sin disimulos ni excusas mantiene firme la idea de que, en rigor de verdad, hay un drama previo, un dilema estructural que se agudizó con el virus chino, pero no es solamente esta reciente etapa dispar, entre la virtualidad y la ausencia en las aulas. 

Aún se agrega otro condimento no menor: se ha hecho un relevamiento entre una determinada cantidad de chicos, de entre 12 y 16 años, para averiguar si logran captar los subtítulos de las películas habladas en inglés u otro idioma, en cines o dispositivos hogareños. El análisis resulta desalentador, puesto que la gran mayoría, expresa no alcanzar a leer en tiempo real los zócalos correspondientes, no por interferencias en la visión, sino por no saber leer de corrido. 

El temido abandono del noble hábito de la cotidiana lectura, es una incómoda piedra puntiaguda en el calzado. Y no se notan visos de mejoría. 

Como daño colateral, por otra parte, del virus coronado, se ha comprobado que alrededor de 600.000 alumnos en el territorio nacional y 200.000 en la Provincia de Buenos Aires, no retornaron a sus establecimientos educativos al abrirse la famosa y tardía presencialidad. 

Un escándalo, sin objeciones de ninguna naturaleza. ¿Y ahora, quién carga con semejante cruz social? Porque, ¿alguien puede aseverarnos que tales pibas y pibes, volverán raudos a sus obligaciones escolares, al ser visitados por un docente o asistente social?

Una auténtica lástima que redobla la apuesta a constatar en qué sitio hemos colocado a la educación. Obvio, que ha descendido varios peldaños de cómo supo hallarse situada otrora. 

Por Mario Delgado.-  

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Opinión

Te acostumbrás 

Un amigo, un poco mayor que yo, me graficaba ayer que, en rigor de verdad, los argentinos nos vamos acomodando, nos adaptamos, con suma ductilidad, aunque refunfuñemos, a ciertas cuestiones demenciales que debieran sacarnos de quicio y movilizarnos de otra manera. 

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“Te acostumbrás”, me pontificó, despejando incluso con tal frase, cualquier sombra de duda que pudiera subsistir aún. No hay pena ni atropello que no se nos haya puesto de manifiesto, y, sin embargo, continuamos erguidos como sociedad y metidos cada quien en lo suyo. 

La escasa atención que le brindamos a los sucesos del entorno, tal vez tenga mucho que ver con las instancias personales de cada sujeto. Las ocupaciones son cada vez más en base a que el dinero rinde menos. 

Se naturaliza la opción del mayor esfuerzo y la gente dispuesta, sale en pos de ganarse el cada día más caro, pan vital. Una pequeña gran gragea, un botoncito de muestra que nos revuelve la panza, pero, reitero, no todavía como la contingencia requiere de un pueblo auténticamente agobiado y harto. 

Los niveles de corrupción piramidal se elevan a la enésima potencia, revolean bolsos con dinero mal habido en conventos o cuentan plata afanada en sendos videos virales, y todo gira sin más que algún comentario atrevido, desafiando a la ya incorporada manía de soportar y sobrellevar el drama, las culpas de otros. 

No se hace ni siquiera un necesario gasoducto y luego llegan los “verseros” de siempre, con excusas y mensajes altisonantes. Y los robadores de vacunas contra el Covid se pasean orondos, dando cátedras seguro, de cómo fomentar el buen turismo ahora que todo mundo acató órdenes salvadoras. Hipócritas impíos, exonerados por el poder, como un tal Firmenich o un viscoso Verbitsky. Falsedades convertidas en relatos presumiblemente verídicos, para entretener a la platea boquiabierta, que no despierta.

En tal contexto de locura y terror, no escasean los heridores del campo, los que nada saben del trabajo aguerrido de los productores chicos o medianos, y demonizan al sector, olvidando que de ahí emana el 65 % de lo que consume el argentino. 

Y nos quedaría chico el espacio para ir citando con mayúsculas, si lo desean, los yerros y las tropelías de los poderosos que se apoltronan en sus sillones, bebiendo en copas de oro, el sudor de los humildes. 

Ya probaron el sabor de dominar a una población encerrada y muerta de miedo e incertidumbre y van a ir por más perversidades. Porque no les importa subsanar las necesidades básicas, ni mejorar la calidad de vida del ser humano; sólo ansían llenar sus propias arcas, permanecer y ampliar la red de mantenidos por el Estado, que son los votantes cautivos, los temerosos que no se irán del redil por no perder sus planes sociales. 

Mientras la inflación consume las billeteras y separa a familias enteras, ahorcadas y sin solución, al tiempo que la inseguridad y la droga incrementa su paso fuerte y mortal, se encienden los doble discursos, las linternitas de los jetones de ocasión, charlatanes de bar, sin programas efectivos para mutar tanta mugre. 

Te acostumbrás, es cierto y penoso, a convivir con la putrefacción y contemplar sin esperanzas el panorama difuso del país que amás. 

Por Mario Delgado.-   

  

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 Farmacias de turno en Olavarría Facultad de Derecho