Connect with us

Opinión

A dos años de la muerte de Stramessi: Sonrisa extrañable

Published

on

Un sábado para alquilar balcones, se preveía aquél 27 de octubre de 2012. Cristopher Jonathan Stramessi, junto a su amigo Ezequiel Machín, salieron caminando distendidos rumbo a Fomento Pueblo Nuevo. La idea juvenil era como la de tantos: divertirse. Ya llegarían después, con el correr del tiempo, los asuntos en los cuales “enroscarse”, los temas para preocuparse como cualquier adulto. “Ahora, a vivirla, che, a la única vida que tenemos”, se repitieron al caminar. Por Mario Delgado.

Jonathan era un chico alegre, distendido. Familiares y amigos del alma, recordarán, quizá para anestesiar el dolor de su partida, cada instante su pegadiza sonrisa, colgada de su cara, imborrable parecía. Y sus bromas que invitaban a abrazarlo. “Sos plaga, tía”, sabía comentarle a una hermana de su mamá, cada vez que la veía. Entonces el sol del cariño se instalaba en los ojos de la mujer que reía con su sobrino. “Ya se va haciendo hombre”, pensaba para sí la dama. Y flotaban los recuerdos de la niñez. Nunca es demasiado fácil para una familia de clase media sostener un hogar, pero César, el papá y Andrea, la mamá, se las arreglaron para criar a los hijos.

Nunca quedó claro cómo fue que entraron al bailable siendo menores de 18 años; ambos andaban por los 17. Tampoco han querido las crónicas develar ampliados datos de lo acaecido adentro de las instalaciones de la calle Maipú.

Una gresca, afirman los que saben, y Cristopher que es sacado afuera por personal de seguridad. ¿Había acaso el muchacho, bebido en demasía y alteró o se sumó a una alteración del orden? Él y su acompañante Ezequiel terminaron en la vereda. Y, hete aquí, que luego se hacen difusas las instancias. Entran a mediar las conjeturas, las contradicciones y las sombras de la madrugada del domingo 28, absorben un cuerpo, una presencia, una historia, una existencia humana en definitiva.

Forcejeos, corridas, desesperación. Los códigos nocturnos son inflexibles. Las complicidades también. Lo cierto es que Jonathan no volvió a casa jamás. Se acuerda su tía cada vez que observa la foto de Jonathan, de aquella ocasión cuando lo encontró fumando. ¡Mi Dios! Si no sabía dónde meterse el pibe. “Cosas que pasan”, cantaría don José Larralde.

La tristeza y las presunciones de lo que pudo haber sido del futuro del joven, son ambivalentes. Pero en la mesa familiar, falta un ocupante, que dejó una silla bacante. Y tal circunstancia, no posee parangón.

En la convulsionada tarde del miércoles 31, a eso de las 18 horas, un pescador en la intersección del arroyo Tapalqué y Necochea, se topó inesperadamente con un cuerpo inerte. La búsqueda infructuosa con buzos e incluso con un helicóptero, arribaba al peor epílogo. Siniestro desenlace que iría desencadenando más tragedias anexas.

El llanto impotente de sus progenitores, lo sentenciaron todo: era él, era Jona. Después el aluvión de gente arrimándose a la vera de las aguas. La marcha céntrica y los destrozos ulteriores en la sede la Comisaría Primera y en la Distrital.

Desconsolados pedidos de justicia de doloridos afectos, se contrapusieron con vándalos que ni siquiera sabían quién era el papá del chico hallado. Y los insultos enmarañados en la noche. Y las piedras, y el desmadre. Y ese auto de una señora perito que, ¡oh, sorpresa!, contenía carpetas importantísimas con detalles y fotos del hecho en cuestión, que se convierte en blanco predilecto de incendiarios que lo prenden fuego, como si nada.

Único vehículo quemado, elegido ¿al azar? entre otros varios. Y la represión policial que llegó una eternidad demorada, desde la Distrital de Belgrano y Brown. Caos y balas de goma  multiplicando el caos. Algunos sujetos se tomaron su pretendida revancha con Fomento y rompieron cosas y robaron bebidas.

El trámite de la operación de autopsia, se hizo en Junín, en el Instituto de Ciencias Criminalísticas. Su mensaje enunció: “muerte por asfixia mecánica por sumersión”. Los investigadores estimaron que Cristopher cayó por la vera desvanecido y se ahogó. Mas, ¿cómo llegó ahí desde Fomento?

Su compañero Ezequiel deambuló por las salas de Fiscalía, una docena de oportunidades. Reflejan las hojas de los expedientes de sus declaraciones que tendió con insistencia, estudiada o no, a ceder a contradicciones. Éstas en un principio, podían caber por su nerviosismo, por las consecuencias del shock y la desolación de perder a su amigo.

Sin embargo, los tropezones de sus enunciados se replicaron, aún con el alejamiento cronológico de aquella jornada aciaga y funesta. Quedó implicado por “abandono de persona”. Otros nombres, otras posibles personas partícipes, se han ido enmoheciendo en la distancia. Sólo Machín ha continuado pendiendo de un delgado hilo.

Las miradas se posan en su rostro. Creen varios que sabe más de lo que ha dicho. (¿Ha dicho algo, en rigor de verdad?). No obstante, la nada cubre su silencio. Hace poco, fue ya liberado de sospechas por la Justicia, previo pago de mil pesos.

El 30 de mayo de 2013, Jonathan hubiese cumplido 18 años. El festejo por razones obvias, no tuvo lugar. Al menos aquí en la tierra. Una fiscal que enfermó y un reemplazo por la doctora Susana Alonso. Una serie de hipótesis y una sola cosa constatable: el cadáver de Cristopher.

En la mañana del 2 de noviembre de 2012, a las 9:40 el cortejo con 12 autos, partió desde la sala velatoria de Avenida Pringles 3676, hacia el cementerio privado Loma de Paz. El postrer adiós a un chico, a un proyecto de hombre, que ya estaba entrando en la recta para serlo, para comportarse como un auténtico adulto.

Por cierto, el joven no era perfecto, ni modelo de perfección. Pero las aristas de la piedra investigativa, nos presentan todavía hoy, más interrogaciones que respuestas. Demasiado caudal de dudas al minuto de ubicarlo en un sitio ya rastreado con anterioridad. ¿Qué ocurrió? ¿O antes los expertos buzos no lo visualizaron o no se hallaba allí?

¿Por qué la pulcritud de las zapatillas del occiso, resaltando ostensiblemente en ese sustancial contexto de tres días de estar bajo el agua, y se explayaron tan poco sobre eso? Si hay algo tangible en esta causa es su carencia de firmezas a la hora sacrosanta de dar explicaciones concatenadas y coherentes. Sobra hilo y faltan ojales, es evidente.

La tía calmó a su sobrino querido aquella vez que lo vio fumando. Jonathan estrujaba el paquete de cigarrillos y ella lo contuvo. La casa donde vivía Cristopher tiene un espacio vacante, su espacio. Aunque sus papás, sus afectos más sentidos y sus amigos, tienden en ocasiones, a contemplar la eterna sonrisa de Jona en una estrella.

Por Mario Delgado.-

Opinión

Lo bueno de tener prioridades

Tener prioridades es realmente óptimo: sugiere, entre otras cosas, que el individuo o los gobiernos de los tres niveles, poseen un criterio juicioso, y cuentan, además, con un proyecto de vida de largo alcance.

Published

on

Marcar las cuestiones a realizar o resolver con premura, habla bien y nos habilita a creer que hay una contemplación completa de la realidad, y, en base a tal visión, se planea un estricto núcleo de objetivos a cumplimentar. 

Marchar por la senda sin rumbo, sin norte ni guía, es mala o necia, al menos, señal. Por tal motivo se interpela siempre a cada quien, contar con una agenda al alcance de la diestra. Y activar los hilos en consecuencia, desde luego. 

A propósito, este pequeño marco introductorio pretende depositarnos, mis amigos, en un ítem crucial para la concreción individual y colectiva como ciudadanos plenos. Y, conviene por cierto mencionar, la imposibilidad de seguir guitarreando en esta temática que ofreceremos, y desprenderla lo antes posible, de fanatismos partidistas. Me refiero en concreto a la Educación nuestra, en esta nación gloriosa. 

Se ha difundido hace horas atrás un informe contundente por parte de la señora Ministra de Educación de CABA que sentencia con supina espontaneidad, los vericuetos de la niñez y adolescencia que no transitan por un camino elogiable en materia de aprendizaje, llegando a terminar la Primaria o estar en Tercer Año de la Secundaria y no saber leer y escribir sin yerros y tampoco poder comprender y explicar con palabras propias, un texto cualquiera. 

Tamaña deficiencia se ata, en cierta manera, al tiempo de parálisis escolar impreso por la pandemia y la sucesión de cuarentenas. Podríamos asimilar tal contingencia en mayor o menor talante; sin embargo las deducciones del informe van más allá del proceso frontal del Covid 19 y sus medidas aleatorias. El problema a aceptar sin disimulos ni excusas mantiene firme la idea de que, en rigor de verdad, hay un drama previo, un dilema estructural que se agudizó con el virus chino, pero no es solamente esta reciente etapa dispar, entre la virtualidad y la ausencia en las aulas. 

Aún se agrega otro condimento no menor: se ha hecho un relevamiento entre una determinada cantidad de chicos, de entre 12 y 16 años, para averiguar si logran captar los subtítulos de las películas habladas en inglés u otro idioma, en cines o dispositivos hogareños. El análisis resulta desalentador, puesto que la gran mayoría, expresa no alcanzar a leer en tiempo real los zócalos correspondientes, no por interferencias en la visión, sino por no saber leer de corrido. 

El temido abandono del noble hábito de la cotidiana lectura, es una incómoda piedra puntiaguda en el calzado. Y no se notan visos de mejoría. 

Como daño colateral, por otra parte, del virus coronado, se ha comprobado que alrededor de 600.000 alumnos en el territorio nacional y 200.000 en la Provincia de Buenos Aires, no retornaron a sus establecimientos educativos al abrirse la famosa y tardía presencialidad. 

Un escándalo, sin objeciones de ninguna naturaleza. ¿Y ahora, quién carga con semejante cruz social? Porque, ¿alguien puede aseverarnos que tales pibas y pibes, volverán raudos a sus obligaciones escolares, al ser visitados por un docente o asistente social?

Una auténtica lástima que redobla la apuesta a constatar en qué sitio hemos colocado a la educación. Obvio, que ha descendido varios peldaños de cómo supo hallarse situada otrora. 

Por Mario Delgado.-  

Continue Reading

Opinión

Te acostumbrás 

Un amigo, un poco mayor que yo, me graficaba ayer que, en rigor de verdad, los argentinos nos vamos acomodando, nos adaptamos, con suma ductilidad, aunque refunfuñemos, a ciertas cuestiones demenciales que debieran sacarnos de quicio y movilizarnos de otra manera. 

Published

on

“Te acostumbrás”, me pontificó, despejando incluso con tal frase, cualquier sombra de duda que pudiera subsistir aún. No hay pena ni atropello que no se nos haya puesto de manifiesto, y, sin embargo, continuamos erguidos como sociedad y metidos cada quien en lo suyo. 

La escasa atención que le brindamos a los sucesos del entorno, tal vez tenga mucho que ver con las instancias personales de cada sujeto. Las ocupaciones son cada vez más en base a que el dinero rinde menos. 

Se naturaliza la opción del mayor esfuerzo y la gente dispuesta, sale en pos de ganarse el cada día más caro, pan vital. Una pequeña gran gragea, un botoncito de muestra que nos revuelve la panza, pero, reitero, no todavía como la contingencia requiere de un pueblo auténticamente agobiado y harto. 

Los niveles de corrupción piramidal se elevan a la enésima potencia, revolean bolsos con dinero mal habido en conventos o cuentan plata afanada en sendos videos virales, y todo gira sin más que algún comentario atrevido, desafiando a la ya incorporada manía de soportar y sobrellevar el drama, las culpas de otros. 

No se hace ni siquiera un necesario gasoducto y luego llegan los “verseros” de siempre, con excusas y mensajes altisonantes. Y los robadores de vacunas contra el Covid se pasean orondos, dando cátedras seguro, de cómo fomentar el buen turismo ahora que todo mundo acató órdenes salvadoras. Hipócritas impíos, exonerados por el poder, como un tal Firmenich o un viscoso Verbitsky. Falsedades convertidas en relatos presumiblemente verídicos, para entretener a la platea boquiabierta, que no despierta.

En tal contexto de locura y terror, no escasean los heridores del campo, los que nada saben del trabajo aguerrido de los productores chicos o medianos, y demonizan al sector, olvidando que de ahí emana el 65 % de lo que consume el argentino. 

Y nos quedaría chico el espacio para ir citando con mayúsculas, si lo desean, los yerros y las tropelías de los poderosos que se apoltronan en sus sillones, bebiendo en copas de oro, el sudor de los humildes. 

Ya probaron el sabor de dominar a una población encerrada y muerta de miedo e incertidumbre y van a ir por más perversidades. Porque no les importa subsanar las necesidades básicas, ni mejorar la calidad de vida del ser humano; sólo ansían llenar sus propias arcas, permanecer y ampliar la red de mantenidos por el Estado, que son los votantes cautivos, los temerosos que no se irán del redil por no perder sus planes sociales. 

Mientras la inflación consume las billeteras y separa a familias enteras, ahorcadas y sin solución, al tiempo que la inseguridad y la droga incrementa su paso fuerte y mortal, se encienden los doble discursos, las linternitas de los jetones de ocasión, charlatanes de bar, sin programas efectivos para mutar tanta mugre. 

Te acostumbrás, es cierto y penoso, a convivir con la putrefacción y contemplar sin esperanzas el panorama difuso del país que amás. 

Por Mario Delgado.-   

  

Continue Reading
 Farmacias de turno en Olavarría Facultad de Derecho