Connect with us

Opinión

Lo de siempre

Cae irremediable cada tarde y los jóvenes se arremolinan entre botellas de cerveza y “porros”. Deshechos humanos antes de empezar a vivir. Por allí se oye un ruido sordo y se percibe una pelea callejera. Por Mario Delgado.

Published

on

A mediados de la década del ’90, tuve la oportunidad de estar en medio de una atrapante reunión en el corazón del barrio “Ituzaingó” o de las “104 Viviendas”, como más se lo ubica. Dicho encuentro tuvo su epicentro en el domicilio de una señora que, por ese entonces, oficiaba con excelsas intenciones, de trabajadora social y tenía como proyecto, entre otras cuestiones, impregnarle a las mamás del sector, una dosis de compromiso y tratar de ofrecerles nobles alternativas para ir cambiando la imagen del complejo habitacional y mejorar la alicaída calidad de vida.
En tal reunión, entre mate y mate, las señoras, algunas muy jóvenes, fueron deshojando sus cuitas; mas también sus más íntimos anhelos que, en la mayoría de las ocasiones, chocaba de frente con la cotidianeidad sobresaltada del hábitat en cuestión.
La temática preponderante se daba por el lado de la creciente “estigmatización” y de la insufrible inseguridad que tocaba diversas puertas, teniendo que sufrir incluso hechos protagonizados por la propia “mano de obra” delincuencial de ese barrio. Lamentable era reconocerlo, pero así era, pues. Y las mujeres lo sabían y querían entonces, mutar ese calvario tan contumaz.
Las alternativas que se les ofrecían apuntaban a microemprendimientos, talleres y cursos que sostuvieran un tiempo efectivo, cualquier necesidad de tenor económico y poder, de tal forma, captar un horizonte prometedor.
Los intentos se hacían, cabe subrayar, en los albores del tráfico al menudeo de drogas, en un compacto plano de vecinos que no abonaban sus tasas ni cuotas mensuales por la casa que ocupaban y en los inicios de los procesos funestos de usurpación de propiedades.
Era una etapa cruda, donde no valía hacerse el distraído y observar en lontananza. Las antenas requerían estar bien puestas sobre el problema, porque los visionarios advertían un sistema embrionario de incidencia terrible de cara al porvenir.
Fueron aspirinas en la infección. Fueron bellos proyectos que cuajaron a medias. “Mi hijo fue rechazado en un empleo que ya casi tenía comprometido por ser del 104”, escuché decir con suma nitidez a una madre compungida.
Hoy, como ayer, no dan los números como para huir rápido del sector. Las devaluadas viviendas no compiten para nada con otras de zonas más “paquetas”. Con menos traumas.
A aquellos condimentos antiguos se le han sumado otros. O sea, no hubo disminución de las Plagas de Egipto. Por el contrario, los dioses se han ocupado de someter aún más a la gente del barrio.
Todos son esclavos: los unos de las sustancias y la delincuencia atroz, los otros de las rejas que compactan sus ventanas y puertas, o del miedo que los taladra por las balaceras de los imbéciles que dirimen sus disputas de imberbes hampones a los tiros.
No hay libres ni libertad. Como antes. Como siempre. Lo único que ahora son cada día más los vendedores de drogas que usan sus derruidas casas como albergue del “negocio” ilícito.
La ley y el orden entran poco. Son recibidos no obstante con piedras, palos y fuego cruzado. Si alguna camioneta “coopeléctrica” desea “desenchufar” el cable de un “colgado” de la luz, lo echan sin miramientos. Y ni hablar de los proveedores de los comercios que temerariamente, ingresan en los dominios del horror.
Cae irremediable cada tarde y los jóvenes se arremolinan entre botellas de cerveza y “porros”. Deshechos humanos antes de empezar a vivir. Por allí se oye un ruido sordo y se percibe una pelea callejera. Un idiota se pasó de listo y no abonó la “merca” a tiempo. ¡Pum! Un balazo en la pierna y a seguir “chupando”. Vale nada la existencia entre los mutantes.
Lo de siempre. Igual que en la década del ’90, sólo que en Alta Definición. Pero lo mismo. En cierta carpeta, por ahí, dormirán aquellos viejos proyectos redentores que no prosperaron.
Por Mario Delgado.-

Advertisement

Opinión

Lo bueno de tener prioridades

Tener prioridades es realmente óptimo: sugiere, entre otras cosas, que el individuo o los gobiernos de los tres niveles, poseen un criterio juicioso, y cuentan, además, con un proyecto de vida de largo alcance.

Published

on

Marcar las cuestiones a realizar o resolver con premura, habla bien y nos habilita a creer que hay una contemplación completa de la realidad, y, en base a tal visión, se planea un estricto núcleo de objetivos a cumplimentar. 

Marchar por la senda sin rumbo, sin norte ni guía, es mala o necia, al menos, señal. Por tal motivo se interpela siempre a cada quien, contar con una agenda al alcance de la diestra. Y activar los hilos en consecuencia, desde luego. 

A propósito, este pequeño marco introductorio pretende depositarnos, mis amigos, en un ítem crucial para la concreción individual y colectiva como ciudadanos plenos. Y, conviene por cierto mencionar, la imposibilidad de seguir guitarreando en esta temática que ofreceremos, y desprenderla lo antes posible, de fanatismos partidistas. Me refiero en concreto a la Educación nuestra, en esta nación gloriosa. 

Se ha difundido hace horas atrás un informe contundente por parte de la señora Ministra de Educación de CABA que sentencia con supina espontaneidad, los vericuetos de la niñez y adolescencia que no transitan por un camino elogiable en materia de aprendizaje, llegando a terminar la Primaria o estar en Tercer Año de la Secundaria y no saber leer y escribir sin yerros y tampoco poder comprender y explicar con palabras propias, un texto cualquiera. 

Tamaña deficiencia se ata, en cierta manera, al tiempo de parálisis escolar impreso por la pandemia y la sucesión de cuarentenas. Podríamos asimilar tal contingencia en mayor o menor talante; sin embargo las deducciones del informe van más allá del proceso frontal del Covid 19 y sus medidas aleatorias. El problema a aceptar sin disimulos ni excusas mantiene firme la idea de que, en rigor de verdad, hay un drama previo, un dilema estructural que se agudizó con el virus chino, pero no es solamente esta reciente etapa dispar, entre la virtualidad y la ausencia en las aulas. 

Aún se agrega otro condimento no menor: se ha hecho un relevamiento entre una determinada cantidad de chicos, de entre 12 y 16 años, para averiguar si logran captar los subtítulos de las películas habladas en inglés u otro idioma, en cines o dispositivos hogareños. El análisis resulta desalentador, puesto que la gran mayoría, expresa no alcanzar a leer en tiempo real los zócalos correspondientes, no por interferencias en la visión, sino por no saber leer de corrido. 

El temido abandono del noble hábito de la cotidiana lectura, es una incómoda piedra puntiaguda en el calzado. Y no se notan visos de mejoría. 

Como daño colateral, por otra parte, del virus coronado, se ha comprobado que alrededor de 600.000 alumnos en el territorio nacional y 200.000 en la Provincia de Buenos Aires, no retornaron a sus establecimientos educativos al abrirse la famosa y tardía presencialidad. 

Un escándalo, sin objeciones de ninguna naturaleza. ¿Y ahora, quién carga con semejante cruz social? Porque, ¿alguien puede aseverarnos que tales pibas y pibes, volverán raudos a sus obligaciones escolares, al ser visitados por un docente o asistente social?

Una auténtica lástima que redobla la apuesta a constatar en qué sitio hemos colocado a la educación. Obvio, que ha descendido varios peldaños de cómo supo hallarse situada otrora. 

Por Mario Delgado.-  

Continue Reading

Opinión

Te acostumbrás 

Un amigo, un poco mayor que yo, me graficaba ayer que, en rigor de verdad, los argentinos nos vamos acomodando, nos adaptamos, con suma ductilidad, aunque refunfuñemos, a ciertas cuestiones demenciales que debieran sacarnos de quicio y movilizarnos de otra manera. 

Published

on

“Te acostumbrás”, me pontificó, despejando incluso con tal frase, cualquier sombra de duda que pudiera subsistir aún. No hay pena ni atropello que no se nos haya puesto de manifiesto, y, sin embargo, continuamos erguidos como sociedad y metidos cada quien en lo suyo. 

La escasa atención que le brindamos a los sucesos del entorno, tal vez tenga mucho que ver con las instancias personales de cada sujeto. Las ocupaciones son cada vez más en base a que el dinero rinde menos. 

Se naturaliza la opción del mayor esfuerzo y la gente dispuesta, sale en pos de ganarse el cada día más caro, pan vital. Una pequeña gran gragea, un botoncito de muestra que nos revuelve la panza, pero, reitero, no todavía como la contingencia requiere de un pueblo auténticamente agobiado y harto. 

Los niveles de corrupción piramidal se elevan a la enésima potencia, revolean bolsos con dinero mal habido en conventos o cuentan plata afanada en sendos videos virales, y todo gira sin más que algún comentario atrevido, desafiando a la ya incorporada manía de soportar y sobrellevar el drama, las culpas de otros. 

No se hace ni siquiera un necesario gasoducto y luego llegan los “verseros” de siempre, con excusas y mensajes altisonantes. Y los robadores de vacunas contra el Covid se pasean orondos, dando cátedras seguro, de cómo fomentar el buen turismo ahora que todo mundo acató órdenes salvadoras. Hipócritas impíos, exonerados por el poder, como un tal Firmenich o un viscoso Verbitsky. Falsedades convertidas en relatos presumiblemente verídicos, para entretener a la platea boquiabierta, que no despierta.

En tal contexto de locura y terror, no escasean los heridores del campo, los que nada saben del trabajo aguerrido de los productores chicos o medianos, y demonizan al sector, olvidando que de ahí emana el 65 % de lo que consume el argentino. 

Y nos quedaría chico el espacio para ir citando con mayúsculas, si lo desean, los yerros y las tropelías de los poderosos que se apoltronan en sus sillones, bebiendo en copas de oro, el sudor de los humildes. 

Ya probaron el sabor de dominar a una población encerrada y muerta de miedo e incertidumbre y van a ir por más perversidades. Porque no les importa subsanar las necesidades básicas, ni mejorar la calidad de vida del ser humano; sólo ansían llenar sus propias arcas, permanecer y ampliar la red de mantenidos por el Estado, que son los votantes cautivos, los temerosos que no se irán del redil por no perder sus planes sociales. 

Mientras la inflación consume las billeteras y separa a familias enteras, ahorcadas y sin solución, al tiempo que la inseguridad y la droga incrementa su paso fuerte y mortal, se encienden los doble discursos, las linternitas de los jetones de ocasión, charlatanes de bar, sin programas efectivos para mutar tanta mugre. 

Te acostumbrás, es cierto y penoso, a convivir con la putrefacción y contemplar sin esperanzas el panorama difuso del país que amás. 

Por Mario Delgado.-   

  

Continue Reading
 Farmacias de turno en Olavarría Facultad de Derecho