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Opinión

Una tormenta llamada Femicidio

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(1).- La crudeza de las muertes de mujeres, producidas por hombres, va incrementándose en la República Argentina, atrayendo sobre sí la atención considerablemente. Es un enorme y cruel flagelo que no detiene su marcha; por el contrario, se aumenta sin pausas en número promedio de crímenes, con todos los condimentos y consecuencias que ello implica.

Una columna escrita por este cronista en este prestigioso portal en 2.013, nos daba las tétricas cifras correspondientes a ese período: se anotaba por ese entonces, una lamentable víctima cada 48 horas. Era para el estremecimiento, sin dudas. No obstante la cuestión de violencia y muerte hacia las damas ha ido continuando su bestial derrotero, dejando tras sí un horrendo reguero.

Viniendo más acá en el tiempo, nos topamos con que en el 2.017 que nos dejó hace un mes, la resultante de fatales víctimas ascendió a 298, o sea una fémina fue despojada de su existencia cada 29 horas.

Y se pueden ir incorporando datos, mis amigos, para amplificar el dilema irresoluto. Hete aquí que el 18 % de las asesinadas había concretado previa denuncia. En tanto, un 12 % poseía dictadas medidas de protección. No son pocos los expertos que sintetizan que tales sucesos luctuosos “se podrían haber evitado”.

Pero ¿cómo? Si al parecer todos los resortes terminan fallando al fin de cuentas. Por diversas causales. Lo verificable por estas horas es algo increíble: no se detecta una aplicación convincente en el territorio nacional argentino de la Ley 26.485 que se relaciona intrínsecamente con prevenir, sancionar y otorgar apoyo jurídico especializado a las mujeres que atraviesan el calvario de la violencia hogareña o en la relación de noviazgo.

En tal mar de desilusiones, una mancha más en el tigre de la desidia: la Línea 144, propuesta para el abordaje de llamados y denuncias inherentes a la cuestión, no estaría trabajando a la altura de la tajante circunstancia. Craso error a corregir muy rápido si se observa con detenimiento la cantidad de demandas que recibe el citado número telefónico.

En cuanto a quienes cometen las aberraciones, se perfila un 90 % de personas conocidas o en contacto afectivo con la víctima, ya sea en el presente o en un pasado no demasiado lejano tampoco. Solamente u 4 % de los asesinatos fueron propiciados por “extraños”.

Los lugares elegidos por los monstruos para ultimar a sus víctimas, también es motivo de análisis profundo: 65 % en la vivienda de la propia mujer agredida; 25 % en las calles o espacios públicos; 3 % en la casa de algún familiar; 3 % en la morada del agresor y un 4 % en otros escenarios, como albergues transitorios, trabajo de la mujer o en alguna casa deshabitada.

Y un elemento a subrayar: el 52 % de las violentadas y asesinadas en 2.017, eran madres, las cuales pues dejaron un legado penoso de 310 niños huérfanos.

(2).- Un capítulo aparte merece, si ustedes me permiten, el caso de la joven Yésica Noguera, de 22 años, de Lomas de Zamora, en el Gran Buenos Aires.

Esta chica, mamá de dos pequeños, fue muerta a manos de su pareja Miguel Ortíz en noviembre del año anterior. El deleznable sujeto la mató en la vivienda que compartían y luego cargó su cuerpo en una camioneta, dentro de una heladera, y arrojó el cadáver en un puente del Arroyo del Rey.

Un tío de la desgraciada reconoció su identidad en la morgue judicial, cinco días después. El criminal fue entregado por sus mismos amigos a la Policía, enterados de la horripilante locura perpetrada por Ortíz.

Pero el devenir de las sombras chinescas pervive en la familia de la chica ultrajada: ahora organizan una rifa con un costo de $ 100 para PAGARLE AL ABOGADO que oficia de querellante en la causa.

La rifa se sorteará por Lotería Nacional el 17 de febrero y cuenta con atractivos premios, la mayoría donados: una máquina de coser, una pava eléctrica, un set de acero quirúrgico, un set de perfumería femenina y una canasta familiar.

(3).- En lo que va de este 2.018, se han efectuado 13 femicidios en los primeros 15 días del mes, lo que equivale a un hecho de sangre cada 28 horas en promedio.

Por Mario Delgado.-

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Opinión

Lo bueno de tener prioridades

Tener prioridades es realmente óptimo: sugiere, entre otras cosas, que el individuo o los gobiernos de los tres niveles, poseen un criterio juicioso, y cuentan, además, con un proyecto de vida de largo alcance.

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Marcar las cuestiones a realizar o resolver con premura, habla bien y nos habilita a creer que hay una contemplación completa de la realidad, y, en base a tal visión, se planea un estricto núcleo de objetivos a cumplimentar. 

Marchar por la senda sin rumbo, sin norte ni guía, es mala o necia, al menos, señal. Por tal motivo se interpela siempre a cada quien, contar con una agenda al alcance de la diestra. Y activar los hilos en consecuencia, desde luego. 

A propósito, este pequeño marco introductorio pretende depositarnos, mis amigos, en un ítem crucial para la concreción individual y colectiva como ciudadanos plenos. Y, conviene por cierto mencionar, la imposibilidad de seguir guitarreando en esta temática que ofreceremos, y desprenderla lo antes posible, de fanatismos partidistas. Me refiero en concreto a la Educación nuestra, en esta nación gloriosa. 

Se ha difundido hace horas atrás un informe contundente por parte de la señora Ministra de Educación de CABA que sentencia con supina espontaneidad, los vericuetos de la niñez y adolescencia que no transitan por un camino elogiable en materia de aprendizaje, llegando a terminar la Primaria o estar en Tercer Año de la Secundaria y no saber leer y escribir sin yerros y tampoco poder comprender y explicar con palabras propias, un texto cualquiera. 

Tamaña deficiencia se ata, en cierta manera, al tiempo de parálisis escolar impreso por la pandemia y la sucesión de cuarentenas. Podríamos asimilar tal contingencia en mayor o menor talante; sin embargo las deducciones del informe van más allá del proceso frontal del Covid 19 y sus medidas aleatorias. El problema a aceptar sin disimulos ni excusas mantiene firme la idea de que, en rigor de verdad, hay un drama previo, un dilema estructural que se agudizó con el virus chino, pero no es solamente esta reciente etapa dispar, entre la virtualidad y la ausencia en las aulas. 

Aún se agrega otro condimento no menor: se ha hecho un relevamiento entre una determinada cantidad de chicos, de entre 12 y 16 años, para averiguar si logran captar los subtítulos de las películas habladas en inglés u otro idioma, en cines o dispositivos hogareños. El análisis resulta desalentador, puesto que la gran mayoría, expresa no alcanzar a leer en tiempo real los zócalos correspondientes, no por interferencias en la visión, sino por no saber leer de corrido. 

El temido abandono del noble hábito de la cotidiana lectura, es una incómoda piedra puntiaguda en el calzado. Y no se notan visos de mejoría. 

Como daño colateral, por otra parte, del virus coronado, se ha comprobado que alrededor de 600.000 alumnos en el territorio nacional y 200.000 en la Provincia de Buenos Aires, no retornaron a sus establecimientos educativos al abrirse la famosa y tardía presencialidad. 

Un escándalo, sin objeciones de ninguna naturaleza. ¿Y ahora, quién carga con semejante cruz social? Porque, ¿alguien puede aseverarnos que tales pibas y pibes, volverán raudos a sus obligaciones escolares, al ser visitados por un docente o asistente social?

Una auténtica lástima que redobla la apuesta a constatar en qué sitio hemos colocado a la educación. Obvio, que ha descendido varios peldaños de cómo supo hallarse situada otrora. 

Por Mario Delgado.-  

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Opinión

Te acostumbrás 

Un amigo, un poco mayor que yo, me graficaba ayer que, en rigor de verdad, los argentinos nos vamos acomodando, nos adaptamos, con suma ductilidad, aunque refunfuñemos, a ciertas cuestiones demenciales que debieran sacarnos de quicio y movilizarnos de otra manera. 

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“Te acostumbrás”, me pontificó, despejando incluso con tal frase, cualquier sombra de duda que pudiera subsistir aún. No hay pena ni atropello que no se nos haya puesto de manifiesto, y, sin embargo, continuamos erguidos como sociedad y metidos cada quien en lo suyo. 

La escasa atención que le brindamos a los sucesos del entorno, tal vez tenga mucho que ver con las instancias personales de cada sujeto. Las ocupaciones son cada vez más en base a que el dinero rinde menos. 

Se naturaliza la opción del mayor esfuerzo y la gente dispuesta, sale en pos de ganarse el cada día más caro, pan vital. Una pequeña gran gragea, un botoncito de muestra que nos revuelve la panza, pero, reitero, no todavía como la contingencia requiere de un pueblo auténticamente agobiado y harto. 

Los niveles de corrupción piramidal se elevan a la enésima potencia, revolean bolsos con dinero mal habido en conventos o cuentan plata afanada en sendos videos virales, y todo gira sin más que algún comentario atrevido, desafiando a la ya incorporada manía de soportar y sobrellevar el drama, las culpas de otros. 

No se hace ni siquiera un necesario gasoducto y luego llegan los “verseros” de siempre, con excusas y mensajes altisonantes. Y los robadores de vacunas contra el Covid se pasean orondos, dando cátedras seguro, de cómo fomentar el buen turismo ahora que todo mundo acató órdenes salvadoras. Hipócritas impíos, exonerados por el poder, como un tal Firmenich o un viscoso Verbitsky. Falsedades convertidas en relatos presumiblemente verídicos, para entretener a la platea boquiabierta, que no despierta.

En tal contexto de locura y terror, no escasean los heridores del campo, los que nada saben del trabajo aguerrido de los productores chicos o medianos, y demonizan al sector, olvidando que de ahí emana el 65 % de lo que consume el argentino. 

Y nos quedaría chico el espacio para ir citando con mayúsculas, si lo desean, los yerros y las tropelías de los poderosos que se apoltronan en sus sillones, bebiendo en copas de oro, el sudor de los humildes. 

Ya probaron el sabor de dominar a una población encerrada y muerta de miedo e incertidumbre y van a ir por más perversidades. Porque no les importa subsanar las necesidades básicas, ni mejorar la calidad de vida del ser humano; sólo ansían llenar sus propias arcas, permanecer y ampliar la red de mantenidos por el Estado, que son los votantes cautivos, los temerosos que no se irán del redil por no perder sus planes sociales. 

Mientras la inflación consume las billeteras y separa a familias enteras, ahorcadas y sin solución, al tiempo que la inseguridad y la droga incrementa su paso fuerte y mortal, se encienden los doble discursos, las linternitas de los jetones de ocasión, charlatanes de bar, sin programas efectivos para mutar tanta mugre. 

Te acostumbrás, es cierto y penoso, a convivir con la putrefacción y contemplar sin esperanzas el panorama difuso del país que amás. 

Por Mario Delgado.-   

  

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 Farmacias de turno en Olavarría Facultad de Derecho