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Opinión

Una cuestión vital: la alimentación del Hospital

“La atención médica puede ser la mejor, el servicio de enfermería insuperable y el equipamiento el más moderno, pero lo que la mayoría de los pacientes recuerdan del HOSPITAL es la comida”. Aviso publicitario de una revista médica en 1932.

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Como se señala en este portal en nota aparte, la temática alimenticia del entrañable nosocomio local, es un delicado motivo de actual polémica encendida.
El puntapié inicial lo marcó el colega diario on line “En Línea Noticias”, el que recogió información que pone de manifiesto una realidad que abarca a los pacientes internados y a los médicos que prestan servicio de guardias, quienes comen idéntica comida que los primeros.
Hemos de entender, antes que nada, que esta es una problemática que cobra visibilidad hoy, mas no es nueva la discusión por la presunta escasa higiene de algunos alimentos, aunque por estos momentos, se anexa el caso particular de no servir comidas acordes a la época del año en que estamos. Poner en un plato en una bandejita, guisos, polenta y afines, no es lo adecuado. Sentido común en su primera escala.
Pero el pórtico giró en sus goznes, haciendo trascendente la cosa, puesto que la referencia alimentaria la construyen por estas horas los propios profesionales de guardapolvos. No es por ende, un tópico común. Se alían los testimonios, cobrando un inusual impulso dialéctico: “Tuve a mi mujer ingresada en el Hospital hace tres años y le daban de cenar comida evidentemente recalentada, dos por tres. Una ocasión recuerdo, un domingo por la noche, hicimos entre cinco familiares del sector una “vaquita” para comprarles a nuestros enfermos queso y dulce. Lo único lindo era el flan”, nos refirió un señor llamado Andrés. Por otra parte una señora nos explicó con voz muy clara: “Cuando estuvo mi hijo, hace seis meses atrás, a veces la comida venía medio sucia. Un día me quejé y me dieron un par de excusas banales. No les gustó para nada mi intromisión en sus tareas”.
Claro que el peso de los profesionales sintonizando el mismo dial es importante. “Aberraciones. Cosas intragables”, han descripto sintéticos pero enfáticos en su nota presentada ante las autoridades hospitalarias. No es broma tal notificación.

Tierra, cabellos y otras sustancias innombrables dicen haber hecho su desgraciada visita en almuerzos y cenas, quitando por supuesto el apetito a cualquier hambriento, sea paciente o médico de guardia. La reacción que produce cuando menos, es de sumo asco. Y más aún si tomamos como marco de referencia el sitio en sí. ¿Acaso no debiera primar la limpieza en cada utensilio, en cada rincón de la cocina, en cada verdura, fruta, carne, fideos, etcétera?

¿Y el Sindicato de Trabajadores Municipales, nada aporta al respecto en sus habituales recorridas?
La sede hospitalaria cuenta con dos nutricionistas que cumplen funciones específicas de velar y controlar la calidad alimentaria y disponen lo inherente a que comer cada jornada, respetando lógico dietas terapéuticas y recomendaciones efectuadas con antelación por los doctores, ¿no podrían estas buenas señoras recorrer visualmente los alimentos y comprobar su actitud óptima? ¿O será eso mucho pedir? ¿O aducirán tal vez que no es su rol?
“No quisiera que este episodio se politizase. Es salubridad en estado puro lo que defendemos”, nos afirmó un médico joven que prefirió mantener en reserva su identidad. “Hablamos con conocimiento de causa. Es horrible advertir tal despropósito, tal desidia en la faz de la alimentación”, agregó compungido. “Nosotros comemos sin dramas el menú, pero no en estas condiciones”, ejemplificó para cerrar.
Un tema para seguir de cerca, para no menospreciar y del deberán ocuparse varios efectores, varias autoridades. Las responsabilidades si se actúa en concordancia, saltarán cual bolas de billar. Y se sabrá de una excelsa vez si se trata de descuidos de ineptos o desinterés macabro por la necesaria higiene o de una especie de boicot.

Por Mario Delgado.-

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Opinión

Lo bueno de tener prioridades

Tener prioridades es realmente óptimo: sugiere, entre otras cosas, que el individuo o los gobiernos de los tres niveles, poseen un criterio juicioso, y cuentan, además, con un proyecto de vida de largo alcance.

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Marcar las cuestiones a realizar o resolver con premura, habla bien y nos habilita a creer que hay una contemplación completa de la realidad, y, en base a tal visión, se planea un estricto núcleo de objetivos a cumplimentar. 

Marchar por la senda sin rumbo, sin norte ni guía, es mala o necia, al menos, señal. Por tal motivo se interpela siempre a cada quien, contar con una agenda al alcance de la diestra. Y activar los hilos en consecuencia, desde luego. 

A propósito, este pequeño marco introductorio pretende depositarnos, mis amigos, en un ítem crucial para la concreción individual y colectiva como ciudadanos plenos. Y, conviene por cierto mencionar, la imposibilidad de seguir guitarreando en esta temática que ofreceremos, y desprenderla lo antes posible, de fanatismos partidistas. Me refiero en concreto a la Educación nuestra, en esta nación gloriosa. 

Se ha difundido hace horas atrás un informe contundente por parte de la señora Ministra de Educación de CABA que sentencia con supina espontaneidad, los vericuetos de la niñez y adolescencia que no transitan por un camino elogiable en materia de aprendizaje, llegando a terminar la Primaria o estar en Tercer Año de la Secundaria y no saber leer y escribir sin yerros y tampoco poder comprender y explicar con palabras propias, un texto cualquiera. 

Tamaña deficiencia se ata, en cierta manera, al tiempo de parálisis escolar impreso por la pandemia y la sucesión de cuarentenas. Podríamos asimilar tal contingencia en mayor o menor talante; sin embargo las deducciones del informe van más allá del proceso frontal del Covid 19 y sus medidas aleatorias. El problema a aceptar sin disimulos ni excusas mantiene firme la idea de que, en rigor de verdad, hay un drama previo, un dilema estructural que se agudizó con el virus chino, pero no es solamente esta reciente etapa dispar, entre la virtualidad y la ausencia en las aulas. 

Aún se agrega otro condimento no menor: se ha hecho un relevamiento entre una determinada cantidad de chicos, de entre 12 y 16 años, para averiguar si logran captar los subtítulos de las películas habladas en inglés u otro idioma, en cines o dispositivos hogareños. El análisis resulta desalentador, puesto que la gran mayoría, expresa no alcanzar a leer en tiempo real los zócalos correspondientes, no por interferencias en la visión, sino por no saber leer de corrido. 

El temido abandono del noble hábito de la cotidiana lectura, es una incómoda piedra puntiaguda en el calzado. Y no se notan visos de mejoría. 

Como daño colateral, por otra parte, del virus coronado, se ha comprobado que alrededor de 600.000 alumnos en el territorio nacional y 200.000 en la Provincia de Buenos Aires, no retornaron a sus establecimientos educativos al abrirse la famosa y tardía presencialidad. 

Un escándalo, sin objeciones de ninguna naturaleza. ¿Y ahora, quién carga con semejante cruz social? Porque, ¿alguien puede aseverarnos que tales pibas y pibes, volverán raudos a sus obligaciones escolares, al ser visitados por un docente o asistente social?

Una auténtica lástima que redobla la apuesta a constatar en qué sitio hemos colocado a la educación. Obvio, que ha descendido varios peldaños de cómo supo hallarse situada otrora. 

Por Mario Delgado.-  

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Opinión

Te acostumbrás 

Un amigo, un poco mayor que yo, me graficaba ayer que, en rigor de verdad, los argentinos nos vamos acomodando, nos adaptamos, con suma ductilidad, aunque refunfuñemos, a ciertas cuestiones demenciales que debieran sacarnos de quicio y movilizarnos de otra manera. 

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“Te acostumbrás”, me pontificó, despejando incluso con tal frase, cualquier sombra de duda que pudiera subsistir aún. No hay pena ni atropello que no se nos haya puesto de manifiesto, y, sin embargo, continuamos erguidos como sociedad y metidos cada quien en lo suyo. 

La escasa atención que le brindamos a los sucesos del entorno, tal vez tenga mucho que ver con las instancias personales de cada sujeto. Las ocupaciones son cada vez más en base a que el dinero rinde menos. 

Se naturaliza la opción del mayor esfuerzo y la gente dispuesta, sale en pos de ganarse el cada día más caro, pan vital. Una pequeña gran gragea, un botoncito de muestra que nos revuelve la panza, pero, reitero, no todavía como la contingencia requiere de un pueblo auténticamente agobiado y harto. 

Los niveles de corrupción piramidal se elevan a la enésima potencia, revolean bolsos con dinero mal habido en conventos o cuentan plata afanada en sendos videos virales, y todo gira sin más que algún comentario atrevido, desafiando a la ya incorporada manía de soportar y sobrellevar el drama, las culpas de otros. 

No se hace ni siquiera un necesario gasoducto y luego llegan los “verseros” de siempre, con excusas y mensajes altisonantes. Y los robadores de vacunas contra el Covid se pasean orondos, dando cátedras seguro, de cómo fomentar el buen turismo ahora que todo mundo acató órdenes salvadoras. Hipócritas impíos, exonerados por el poder, como un tal Firmenich o un viscoso Verbitsky. Falsedades convertidas en relatos presumiblemente verídicos, para entretener a la platea boquiabierta, que no despierta.

En tal contexto de locura y terror, no escasean los heridores del campo, los que nada saben del trabajo aguerrido de los productores chicos o medianos, y demonizan al sector, olvidando que de ahí emana el 65 % de lo que consume el argentino. 

Y nos quedaría chico el espacio para ir citando con mayúsculas, si lo desean, los yerros y las tropelías de los poderosos que se apoltronan en sus sillones, bebiendo en copas de oro, el sudor de los humildes. 

Ya probaron el sabor de dominar a una población encerrada y muerta de miedo e incertidumbre y van a ir por más perversidades. Porque no les importa subsanar las necesidades básicas, ni mejorar la calidad de vida del ser humano; sólo ansían llenar sus propias arcas, permanecer y ampliar la red de mantenidos por el Estado, que son los votantes cautivos, los temerosos que no se irán del redil por no perder sus planes sociales. 

Mientras la inflación consume las billeteras y separa a familias enteras, ahorcadas y sin solución, al tiempo que la inseguridad y la droga incrementa su paso fuerte y mortal, se encienden los doble discursos, las linternitas de los jetones de ocasión, charlatanes de bar, sin programas efectivos para mutar tanta mugre. 

Te acostumbrás, es cierto y penoso, a convivir con la putrefacción y contemplar sin esperanzas el panorama difuso del país que amás. 

Por Mario Delgado.-   

  

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 Farmacias de turno en Olavarría Facultad de Derecho