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Opinión

Camino a las ejecutivas de 2019

Falta una enormidad aún, es cierto, para las elecciones ejecutivas del 2.019. Y más en este magnífico país impredecible. No obstante los políticos piensan, aunque sea de soslayo, en las formas adecuadas de proyectarse hacia tan agraciada fecha. 

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Los índices estimativos, los analistas más objetivos y una alta dosis de sentido común, expresan hoy por hoy, que en el horizonte se avizora un futuro promisorio de “Cambiemos” que allane el sendero, en los tres niveles, a los postulantes del oficialismo, que tendrían una excelsa performance en las urnas.

La más inquietante sombra, empero, la ejerce la situación económica de una gran porción de argentinos, sobre todo aquellos que no disponen de un salario fijo y no saborean las “mieles” de las tarjetas de crédito.

El recorrido para desglosar semejante aseveración – presunción futurista, habría que programarlo a la inversa. O sea, comenzar a observar desde atrás para adelante. Si tal se procede, mis lectores, nos toparemos con un deterioro generalizado, producido por 12 años de kirchnerismo – cristinismo en un contexto internacional favorable para impulsar a la nación sanmartiniana.

Todo lo contrario se concretó. Se generó para enfrentar la cuestión una red única de tendido de paliativos, entre innumerables planes sociales y jubilaciones a personas que no habían aportado a ninguna Caja previamente.

Tal es así que al menos 7 millones de argentinos fueron destinatarios de esos auxilios sociales y por otro carril, marcharon unos 4 millones de almas que se recibieron sin dramas de jubilados.

Semejante carga de divisas hubo de salir de algún lado, obvio. La ANSeS fue tocada varias ocasiones por el Gobierno de Balcarce 50 para posibilitar tan sustantiva ayuda.

El clientelismo creció multiplicándose a troche y moche. Al llegar el recambio de autoridades, no se expuso con lujo de detalles lo real del dilema. Esto ha ido comprometiendo el trabajo del macrismo. Los que entienden de la materia, sostuvieron desde el vamos, la necesidad de haber hablado con las planillas en la diestra, de la verídica herencia recibida de una mandataria que ni siquiera quiso presidir la ceremonia de traspaso.

Eliminar el cepo cambiario y negociar la deuda externa se dieron como prioridades. Posteriormente se tomaron otras medidas poco populistas: reacomodar el valor de las tarifas y servicios públicos, retrasadas al sumo y con el agravante de inversión cero por parte de las concesiones.

En el año que nos dejó, los piquetes y las reacciones se presentaron en cadena. El pico de rating de la oposición, se fue centrando en la faz del bolsillo del trabajador, en las pérdidas de puestos de empleo estatal, en la no resolución del cáncer de la inflación, y en resaltar con fibrón rojo que: “Este es un Gobierno insensible. De ricos para ricos”.

Mientras, el crédito hipotecario se exhibió en las vidrieras, como jamás se lo había divisado. La contracara es para meditar: antes se fomentaba la adquisición de televisores (lo cual no está del todo mal), pero ahora se impulsa la compra (o construcción) de una vivienda. Que cada quien vea qué le convence y conviene más…

El carrusel continuó girando y los temblores se palparon con nitidez en noviembre de 2.017. Si existe todavía quien posea titubeos a la hora de conceptualizar toda la andanada que se dio en suerte correr, es porque no está al tanto de las realidades cotidianas.

Hubo un avance sobre el sistema, procurando poner a los ciudadanos unos contra otros y abonar con creces el latiguillo de otrora: “¡Que se vayan todos!

En concordancia con lo crucial del ítem en discusión en el Parlamento Alto, las hordas desataron furia y resentimiento encapsulado. Quisieron liberar la fiera con militantes pagos y colectivos con personajes de cara tapada. Con roturas de veredas, robos y quema de coches.

Había que hacer saltar la térmica de los uniformados y servir un muerto en bandeja. Mas el pueblo descubrió a tiempo la maniobra hostil y no comió vidrio.

Aun así, los vientos tempestuosos soplan sin cesar. Despidos estatales, subas y recontra subas de tarifas, incertidumbre y un dinero en mano que cada vez sirve menos, son al parecer, los puntos obscuros, los tramos más eclípticos de este período.

Las premoniciones favorecen pese a estos signos al círculo oficialista. Salvo una catástrofe muy completa, sin precedentes, “Cambiemos” volverá a salir airoso de los cuartos de votación allá por 2.019. El Pacto Fiscal, el diálogo con los gobernadores, la capacidad de rectificar objetivos, una vereda de enfrente alicaída, sin líderes natos que comanden rediles, harán el resto.

Por Mario Delgado.-



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Opinión

Lo bueno de tener prioridades

Tener prioridades es realmente óptimo: sugiere, entre otras cosas, que el individuo o los gobiernos de los tres niveles, poseen un criterio juicioso, y cuentan, además, con un proyecto de vida de largo alcance.

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Marcar las cuestiones a realizar o resolver con premura, habla bien y nos habilita a creer que hay una contemplación completa de la realidad, y, en base a tal visión, se planea un estricto núcleo de objetivos a cumplimentar. 

Marchar por la senda sin rumbo, sin norte ni guía, es mala o necia, al menos, señal. Por tal motivo se interpela siempre a cada quien, contar con una agenda al alcance de la diestra. Y activar los hilos en consecuencia, desde luego. 

A propósito, este pequeño marco introductorio pretende depositarnos, mis amigos, en un ítem crucial para la concreción individual y colectiva como ciudadanos plenos. Y, conviene por cierto mencionar, la imposibilidad de seguir guitarreando en esta temática que ofreceremos, y desprenderla lo antes posible, de fanatismos partidistas. Me refiero en concreto a la Educación nuestra, en esta nación gloriosa. 

Se ha difundido hace horas atrás un informe contundente por parte de la señora Ministra de Educación de CABA que sentencia con supina espontaneidad, los vericuetos de la niñez y adolescencia que no transitan por un camino elogiable en materia de aprendizaje, llegando a terminar la Primaria o estar en Tercer Año de la Secundaria y no saber leer y escribir sin yerros y tampoco poder comprender y explicar con palabras propias, un texto cualquiera. 

Tamaña deficiencia se ata, en cierta manera, al tiempo de parálisis escolar impreso por la pandemia y la sucesión de cuarentenas. Podríamos asimilar tal contingencia en mayor o menor talante; sin embargo las deducciones del informe van más allá del proceso frontal del Covid 19 y sus medidas aleatorias. El problema a aceptar sin disimulos ni excusas mantiene firme la idea de que, en rigor de verdad, hay un drama previo, un dilema estructural que se agudizó con el virus chino, pero no es solamente esta reciente etapa dispar, entre la virtualidad y la ausencia en las aulas. 

Aún se agrega otro condimento no menor: se ha hecho un relevamiento entre una determinada cantidad de chicos, de entre 12 y 16 años, para averiguar si logran captar los subtítulos de las películas habladas en inglés u otro idioma, en cines o dispositivos hogareños. El análisis resulta desalentador, puesto que la gran mayoría, expresa no alcanzar a leer en tiempo real los zócalos correspondientes, no por interferencias en la visión, sino por no saber leer de corrido. 

El temido abandono del noble hábito de la cotidiana lectura, es una incómoda piedra puntiaguda en el calzado. Y no se notan visos de mejoría. 

Como daño colateral, por otra parte, del virus coronado, se ha comprobado que alrededor de 600.000 alumnos en el territorio nacional y 200.000 en la Provincia de Buenos Aires, no retornaron a sus establecimientos educativos al abrirse la famosa y tardía presencialidad. 

Un escándalo, sin objeciones de ninguna naturaleza. ¿Y ahora, quién carga con semejante cruz social? Porque, ¿alguien puede aseverarnos que tales pibas y pibes, volverán raudos a sus obligaciones escolares, al ser visitados por un docente o asistente social?

Una auténtica lástima que redobla la apuesta a constatar en qué sitio hemos colocado a la educación. Obvio, que ha descendido varios peldaños de cómo supo hallarse situada otrora. 

Por Mario Delgado.-  

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Opinión

Te acostumbrás 

Un amigo, un poco mayor que yo, me graficaba ayer que, en rigor de verdad, los argentinos nos vamos acomodando, nos adaptamos, con suma ductilidad, aunque refunfuñemos, a ciertas cuestiones demenciales que debieran sacarnos de quicio y movilizarnos de otra manera. 

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“Te acostumbrás”, me pontificó, despejando incluso con tal frase, cualquier sombra de duda que pudiera subsistir aún. No hay pena ni atropello que no se nos haya puesto de manifiesto, y, sin embargo, continuamos erguidos como sociedad y metidos cada quien en lo suyo. 

La escasa atención que le brindamos a los sucesos del entorno, tal vez tenga mucho que ver con las instancias personales de cada sujeto. Las ocupaciones son cada vez más en base a que el dinero rinde menos. 

Se naturaliza la opción del mayor esfuerzo y la gente dispuesta, sale en pos de ganarse el cada día más caro, pan vital. Una pequeña gran gragea, un botoncito de muestra que nos revuelve la panza, pero, reitero, no todavía como la contingencia requiere de un pueblo auténticamente agobiado y harto. 

Los niveles de corrupción piramidal se elevan a la enésima potencia, revolean bolsos con dinero mal habido en conventos o cuentan plata afanada en sendos videos virales, y todo gira sin más que algún comentario atrevido, desafiando a la ya incorporada manía de soportar y sobrellevar el drama, las culpas de otros. 

No se hace ni siquiera un necesario gasoducto y luego llegan los “verseros” de siempre, con excusas y mensajes altisonantes. Y los robadores de vacunas contra el Covid se pasean orondos, dando cátedras seguro, de cómo fomentar el buen turismo ahora que todo mundo acató órdenes salvadoras. Hipócritas impíos, exonerados por el poder, como un tal Firmenich o un viscoso Verbitsky. Falsedades convertidas en relatos presumiblemente verídicos, para entretener a la platea boquiabierta, que no despierta.

En tal contexto de locura y terror, no escasean los heridores del campo, los que nada saben del trabajo aguerrido de los productores chicos o medianos, y demonizan al sector, olvidando que de ahí emana el 65 % de lo que consume el argentino. 

Y nos quedaría chico el espacio para ir citando con mayúsculas, si lo desean, los yerros y las tropelías de los poderosos que se apoltronan en sus sillones, bebiendo en copas de oro, el sudor de los humildes. 

Ya probaron el sabor de dominar a una población encerrada y muerta de miedo e incertidumbre y van a ir por más perversidades. Porque no les importa subsanar las necesidades básicas, ni mejorar la calidad de vida del ser humano; sólo ansían llenar sus propias arcas, permanecer y ampliar la red de mantenidos por el Estado, que son los votantes cautivos, los temerosos que no se irán del redil por no perder sus planes sociales. 

Mientras la inflación consume las billeteras y separa a familias enteras, ahorcadas y sin solución, al tiempo que la inseguridad y la droga incrementa su paso fuerte y mortal, se encienden los doble discursos, las linternitas de los jetones de ocasión, charlatanes de bar, sin programas efectivos para mutar tanta mugre. 

Te acostumbrás, es cierto y penoso, a convivir con la putrefacción y contemplar sin esperanzas el panorama difuso del país que amás. 

Por Mario Delgado.-   

  

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 Farmacias de turno en Olavarría Facultad de Derecho