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Opinión

Opinión: La voz del Intendente

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Su alocución se oyó en el Salón Rivadavia luego de la interpelación extensa y dando origen a un novel período de Sesiones Ordinarias del poder legislativo local. El mensaje del señor Intendente, doctor Ezequiel Galli, fue llano, moderado y solamente convocó al aplauso del público al final.

Habló del diálogo con los vecinos, de continuar con su “obra cumbre”: los Gabinetes Itinerantes, fuentes de contacto directo con cada quien, y lanzó al cenit una frase cargada de contenido, y de libre interpretación: “Sé que ustedes esperan mucho más de mi”.

Y, a continuación, detalló lo concretado hasta aquí y lo que se avecina. En realidad, no habría que olvidar, que Galli es en rigor de verdad, aun relativamente nuevo en su gestión. Y que va sembrando, a veces en terreno fértil, otras ocasiones, no.

Justamente, amigos, al verlo anoche con su traje azul, pensé en su aparición política repentina, de hace apenas dos años y fracción atrás.

De la mano de Jorge Larreche y de la nueva camada de dirigentes que asomó al campo de acción, Galli se abrió camino en medio de las fortalezas del PJ y  el FpV y de la construcción amurallada del eseverrismo.

Y con mucho charlar con el pueblo, y con convencimiento, logró franquear la puerta estrecha y captó con éxito la atención de la mayoría de los votantes olavarrienses en 2.015.

Meteórico ascenso, si se quiere. No hay que apartar esa escena, si se pretende un análisis completo del hombre que hoy gobierna la ex “Ciudad Luz”.

Alcanzó, pensé mientras él hablaba, un sillón muy pretendido y pocas, poquitas, oportunidades cedido a otros, o a otro concretamente, que no fuese de apellido Eseverri en los últimos treinta años.

Su mérito, empero, se disipa (¿momentáneamente?) en medio de la bruma de lo que fue el tema del “Indio” y las consecuencias ulteriores. Y porque todavía no posee la impronta de los que marcan territorio con sólo pisar el suelo.

Es joven y se equivoca. El problema mayor al respecto, data de que no es tiempo de yerros, con las fauces opositoras aguardando el alimento que dejan servido los errores ajenos. Y nada menos que del Alcalde…

El transporte público y la seguridad, fueron abordados. Y la caótica salud pública, con un Hospital que se bambolea entre lo que debiera ser y lo que es. Con aparatología sin funcionar y un “dramón” operativo de recursos humanos.

Recordé mientras, su primordial virtud de otrora: embarrarse y no esquivarle el bulto a los sitios resignados a su mala suerte. Y su predisposición a atender a la prensa, sin mirar las agujas del reloj.

No dejó de lado la minería en su discurso. Ni los Delegados en las localidades, votados por vez primigenia, aunque sin el debido caudal de votantes. Lástima que no fijo posición en cuanto a la autonomía o no de los Delegados.

Sus palabras sonaron sin grandilocuencia, sin embargo. Cual enumeración prolija. Yo seguía en la nostalgia: memoricé fechas clave: el primer alejamiento rimbombante, el de Luis Cajén. La conferencia en La Máxima, para alquilar balcones y despegarse definitivamente del pasado eseverriano, al cual acusó aquella vez de “dejarlo sin máquinas en las Delegaciones”, cuando menos, entre otras cositas técnicas y financieras más.

La gente quiere obras y anunció algunas. Centró su deseo en las cloacas, como es habitual en él, y tiró datos sobre viviendas: Pickelado ya en marcha, UOCRA en brevísimos días, y el sueño de comprar “La Colmena”.

Después, en mi recorrido, afuera Sarachu y gente de prensa. Y otros nombres más que ya nadie recuerda. Hasta lo de Jorge. A propósito, ni chito sobre Solari y las contingencias ocasionadas, cual daños colaterales.

Modernizar la Comuna es otro tópico. Y soñar que, en un curso electivo como éste, todos podamos darnos la mano.

Los aplausos del cierre y la salutación del público, son muestras de un acompañamiento que permanece. Agosto y las PASO están lejitos todavía. Es presuntuoso e irresponsable, aventurar costas del recital, en términos electorales. Tampoco se debieran barajar adhesiones al tun tun.

Dirán que no fijó un rumbo. Válidas críticas, se yerguen en los portales. El hombre que vino del llano, sin pasado político expreso, gobierna y eso amerita que se lo contemple. Claro que los plazos de cometer equivocaciones, se acortan. La lluvia traerá cosecha abundante o frutos ralos. Ustedes se entienden, amigos.

Por Mario Delgado.-




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Opinión

Lo bueno de tener prioridades

Tener prioridades es realmente óptimo: sugiere, entre otras cosas, que el individuo o los gobiernos de los tres niveles, poseen un criterio juicioso, y cuentan, además, con un proyecto de vida de largo alcance.

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Marcar las cuestiones a realizar o resolver con premura, habla bien y nos habilita a creer que hay una contemplación completa de la realidad, y, en base a tal visión, se planea un estricto núcleo de objetivos a cumplimentar. 

Marchar por la senda sin rumbo, sin norte ni guía, es mala o necia, al menos, señal. Por tal motivo se interpela siempre a cada quien, contar con una agenda al alcance de la diestra. Y activar los hilos en consecuencia, desde luego. 

A propósito, este pequeño marco introductorio pretende depositarnos, mis amigos, en un ítem crucial para la concreción individual y colectiva como ciudadanos plenos. Y, conviene por cierto mencionar, la imposibilidad de seguir guitarreando en esta temática que ofreceremos, y desprenderla lo antes posible, de fanatismos partidistas. Me refiero en concreto a la Educación nuestra, en esta nación gloriosa. 

Se ha difundido hace horas atrás un informe contundente por parte de la señora Ministra de Educación de CABA que sentencia con supina espontaneidad, los vericuetos de la niñez y adolescencia que no transitan por un camino elogiable en materia de aprendizaje, llegando a terminar la Primaria o estar en Tercer Año de la Secundaria y no saber leer y escribir sin yerros y tampoco poder comprender y explicar con palabras propias, un texto cualquiera. 

Tamaña deficiencia se ata, en cierta manera, al tiempo de parálisis escolar impreso por la pandemia y la sucesión de cuarentenas. Podríamos asimilar tal contingencia en mayor o menor talante; sin embargo las deducciones del informe van más allá del proceso frontal del Covid 19 y sus medidas aleatorias. El problema a aceptar sin disimulos ni excusas mantiene firme la idea de que, en rigor de verdad, hay un drama previo, un dilema estructural que se agudizó con el virus chino, pero no es solamente esta reciente etapa dispar, entre la virtualidad y la ausencia en las aulas. 

Aún se agrega otro condimento no menor: se ha hecho un relevamiento entre una determinada cantidad de chicos, de entre 12 y 16 años, para averiguar si logran captar los subtítulos de las películas habladas en inglés u otro idioma, en cines o dispositivos hogareños. El análisis resulta desalentador, puesto que la gran mayoría, expresa no alcanzar a leer en tiempo real los zócalos correspondientes, no por interferencias en la visión, sino por no saber leer de corrido. 

El temido abandono del noble hábito de la cotidiana lectura, es una incómoda piedra puntiaguda en el calzado. Y no se notan visos de mejoría. 

Como daño colateral, por otra parte, del virus coronado, se ha comprobado que alrededor de 600.000 alumnos en el territorio nacional y 200.000 en la Provincia de Buenos Aires, no retornaron a sus establecimientos educativos al abrirse la famosa y tardía presencialidad. 

Un escándalo, sin objeciones de ninguna naturaleza. ¿Y ahora, quién carga con semejante cruz social? Porque, ¿alguien puede aseverarnos que tales pibas y pibes, volverán raudos a sus obligaciones escolares, al ser visitados por un docente o asistente social?

Una auténtica lástima que redobla la apuesta a constatar en qué sitio hemos colocado a la educación. Obvio, que ha descendido varios peldaños de cómo supo hallarse situada otrora. 

Por Mario Delgado.-  

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Opinión

Te acostumbrás 

Un amigo, un poco mayor que yo, me graficaba ayer que, en rigor de verdad, los argentinos nos vamos acomodando, nos adaptamos, con suma ductilidad, aunque refunfuñemos, a ciertas cuestiones demenciales que debieran sacarnos de quicio y movilizarnos de otra manera. 

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“Te acostumbrás”, me pontificó, despejando incluso con tal frase, cualquier sombra de duda que pudiera subsistir aún. No hay pena ni atropello que no se nos haya puesto de manifiesto, y, sin embargo, continuamos erguidos como sociedad y metidos cada quien en lo suyo. 

La escasa atención que le brindamos a los sucesos del entorno, tal vez tenga mucho que ver con las instancias personales de cada sujeto. Las ocupaciones son cada vez más en base a que el dinero rinde menos. 

Se naturaliza la opción del mayor esfuerzo y la gente dispuesta, sale en pos de ganarse el cada día más caro, pan vital. Una pequeña gran gragea, un botoncito de muestra que nos revuelve la panza, pero, reitero, no todavía como la contingencia requiere de un pueblo auténticamente agobiado y harto. 

Los niveles de corrupción piramidal se elevan a la enésima potencia, revolean bolsos con dinero mal habido en conventos o cuentan plata afanada en sendos videos virales, y todo gira sin más que algún comentario atrevido, desafiando a la ya incorporada manía de soportar y sobrellevar el drama, las culpas de otros. 

No se hace ni siquiera un necesario gasoducto y luego llegan los “verseros” de siempre, con excusas y mensajes altisonantes. Y los robadores de vacunas contra el Covid se pasean orondos, dando cátedras seguro, de cómo fomentar el buen turismo ahora que todo mundo acató órdenes salvadoras. Hipócritas impíos, exonerados por el poder, como un tal Firmenich o un viscoso Verbitsky. Falsedades convertidas en relatos presumiblemente verídicos, para entretener a la platea boquiabierta, que no despierta.

En tal contexto de locura y terror, no escasean los heridores del campo, los que nada saben del trabajo aguerrido de los productores chicos o medianos, y demonizan al sector, olvidando que de ahí emana el 65 % de lo que consume el argentino. 

Y nos quedaría chico el espacio para ir citando con mayúsculas, si lo desean, los yerros y las tropelías de los poderosos que se apoltronan en sus sillones, bebiendo en copas de oro, el sudor de los humildes. 

Ya probaron el sabor de dominar a una población encerrada y muerta de miedo e incertidumbre y van a ir por más perversidades. Porque no les importa subsanar las necesidades básicas, ni mejorar la calidad de vida del ser humano; sólo ansían llenar sus propias arcas, permanecer y ampliar la red de mantenidos por el Estado, que son los votantes cautivos, los temerosos que no se irán del redil por no perder sus planes sociales. 

Mientras la inflación consume las billeteras y separa a familias enteras, ahorcadas y sin solución, al tiempo que la inseguridad y la droga incrementa su paso fuerte y mortal, se encienden los doble discursos, las linternitas de los jetones de ocasión, charlatanes de bar, sin programas efectivos para mutar tanta mugre. 

Te acostumbrás, es cierto y penoso, a convivir con la putrefacción y contemplar sin esperanzas el panorama difuso del país que amás. 

Por Mario Delgado.-   

  

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 Farmacias de turno en Olavarría Facultad de Derecho