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Opinión

Empresa “Ceosa” = precarización laboral plena

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Cuarenta y cinco purretes, en algunos casos casi adolescentes, se van recostando de a poco, en la pickup blanca con letras verdes. “Ceosa” se lee en las puertas del rodado.

El hombre tiene porte de Jefe y de eso actúa. Escasos datos se solicitan a los laburantes. El contrato se hace allí mismo, a cobrar por quincena.

El trabajo consiste en abrir zanjas en distintas veredas de Olavarría. De treinta o cuarenta centímetros de ancho, por un metro o más de profundidad, depende el suelo. Ocho horas al día y con un descanso de una hora ganado a regañadientes por los propios operarios.

Sin ropa provista, ni botines de seguridad ni tampoco herramientas propicias para tal efecto.

Esto significa en la praxis, lectores míos, que la muchachada, en su gran mayoría pibes de barrios, con familia a cuestas en varios casos, han de conseguirse sus palas y picos. Habrá quienes poseen estos elementos y habrá otros que pedirán prestado.

Y ahí van, zanjeando veredas sin los instrumentos adecuados, en una faena artesanal. Algunas palas dan auténtica lástima. ¡Qué bien les vendría a estos obreros, unas “Gherardi” bien afiladitas!

Pero dan lástima, realmente. Para un gran porcentaje, es su primer “conchabo”. La ilusión está presente, pese a las circunstancias casi hostiles. Sin demasiada dirección técnica, ni guía que sugiera detalles, van avanzando.

Siempre contarán con las vecinas piadosas que alcanzarán la botella de agua o gaseosa fría. Pega fuerte el sol en los lomos. Seis empleados por vereda. Ahí están, tostándose en la zanja.

Un día cualquiera, aparecen de la nada señores que dicen ser de la “UOCRA”. Les hacen un par de preguntas, buscando la sombra de algún árbol bonachón y les arrojan al aire veraniego, una sarta de promesas que van desde baños químicos a herramientas nuevas.

Los presuntos sindicalistas se alejan. Las prometidas cosas, nunca llegan a destino. La camioneta blanca recorre, de tanto en tanto. Habrá trabajo por siete meses.

La “Caja de Pandora” se abrió de golpe. Se desató el caos. Mas, ¿quién está preparado para el caos? Es que el señor Encargado, Jefe o lo que fuese, no está ubicable. Ha desaparecido, sin abonar el hotel donde paraba, incluso, según los comentarios.

La tempestad se abre camino hacia Rivadavia y San Martín. Picos y palas muy precarias, son exhibidos al público. Como serán de berretas, que una pala de punta, hasta se quiebra con solo apoyarla sobre el cordón céntrico.

De la acción de “topos”, a la protesta sin escala. No les han abonado la única quincena laburada. Y ni rastros de la empresa “Ceosa”. Cortan el tránsito, entre gritos, insultos y bocinazos.

Asoman algunos funcionarios. También algún dirigente de la CTA. Charlas, dilemas, broncas y más puteadas que adornan la media mañana.

Luego de un conciliábulo, deciden irse al Ministerio de Trabajo. Hay otra compañía continuando el contrato ya. El asunto se resuelve al cabo de tensos minutos de impaciencia: les otorgan seiscientos pesos, como para calmar los ánimos y el resto lo verán el viernes 24.

La empresa estaría tercerizada. La contratista inicial para la obra de tendido de cables, sería “Telefónica de Argentina”. Lo concreto es, mis amigos, que jamás nadie supervisó la obra. Jamás.

La precarización laboral, el “negreo”, sale a la luz de una forma salvaje con este hecho tan palpable. Como en la época de la esclavitud, sin anestesia. Cuarenta y cinco personas, tiradas a las fieras y que sea, pues, lo que decidan ellas.

Una locura incomprensible. Todavía dolía escuchar murmuraciones de cierta gente, que se quejaba de la bulla y el desmadre producido a la calma matinal. “¡Qué caras tienen estos tipos!”, subrayó una señora de buen vestir.

A veces es inmensamente agria la realidad. No queremos delincuentes ni vagos, pero igual nos escandalizamos de unos pobres seres que buscan una oportunidad en medio de una selva, de una sociedad que prefiere medir aciertos y errores, por las facciones de los protagonistas.

Por Mario Delgado.-

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Opinión

Lo bueno de tener prioridades

Tener prioridades es realmente óptimo: sugiere, entre otras cosas, que el individuo o los gobiernos de los tres niveles, poseen un criterio juicioso, y cuentan, además, con un proyecto de vida de largo alcance.

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Marcar las cuestiones a realizar o resolver con premura, habla bien y nos habilita a creer que hay una contemplación completa de la realidad, y, en base a tal visión, se planea un estricto núcleo de objetivos a cumplimentar. 

Marchar por la senda sin rumbo, sin norte ni guía, es mala o necia, al menos, señal. Por tal motivo se interpela siempre a cada quien, contar con una agenda al alcance de la diestra. Y activar los hilos en consecuencia, desde luego. 

A propósito, este pequeño marco introductorio pretende depositarnos, mis amigos, en un ítem crucial para la concreción individual y colectiva como ciudadanos plenos. Y, conviene por cierto mencionar, la imposibilidad de seguir guitarreando en esta temática que ofreceremos, y desprenderla lo antes posible, de fanatismos partidistas. Me refiero en concreto a la Educación nuestra, en esta nación gloriosa. 

Se ha difundido hace horas atrás un informe contundente por parte de la señora Ministra de Educación de CABA que sentencia con supina espontaneidad, los vericuetos de la niñez y adolescencia que no transitan por un camino elogiable en materia de aprendizaje, llegando a terminar la Primaria o estar en Tercer Año de la Secundaria y no saber leer y escribir sin yerros y tampoco poder comprender y explicar con palabras propias, un texto cualquiera. 

Tamaña deficiencia se ata, en cierta manera, al tiempo de parálisis escolar impreso por la pandemia y la sucesión de cuarentenas. Podríamos asimilar tal contingencia en mayor o menor talante; sin embargo las deducciones del informe van más allá del proceso frontal del Covid 19 y sus medidas aleatorias. El problema a aceptar sin disimulos ni excusas mantiene firme la idea de que, en rigor de verdad, hay un drama previo, un dilema estructural que se agudizó con el virus chino, pero no es solamente esta reciente etapa dispar, entre la virtualidad y la ausencia en las aulas. 

Aún se agrega otro condimento no menor: se ha hecho un relevamiento entre una determinada cantidad de chicos, de entre 12 y 16 años, para averiguar si logran captar los subtítulos de las películas habladas en inglés u otro idioma, en cines o dispositivos hogareños. El análisis resulta desalentador, puesto que la gran mayoría, expresa no alcanzar a leer en tiempo real los zócalos correspondientes, no por interferencias en la visión, sino por no saber leer de corrido. 

El temido abandono del noble hábito de la cotidiana lectura, es una incómoda piedra puntiaguda en el calzado. Y no se notan visos de mejoría. 

Como daño colateral, por otra parte, del virus coronado, se ha comprobado que alrededor de 600.000 alumnos en el territorio nacional y 200.000 en la Provincia de Buenos Aires, no retornaron a sus establecimientos educativos al abrirse la famosa y tardía presencialidad. 

Un escándalo, sin objeciones de ninguna naturaleza. ¿Y ahora, quién carga con semejante cruz social? Porque, ¿alguien puede aseverarnos que tales pibas y pibes, volverán raudos a sus obligaciones escolares, al ser visitados por un docente o asistente social?

Una auténtica lástima que redobla la apuesta a constatar en qué sitio hemos colocado a la educación. Obvio, que ha descendido varios peldaños de cómo supo hallarse situada otrora. 

Por Mario Delgado.-  

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Opinión

Te acostumbrás 

Un amigo, un poco mayor que yo, me graficaba ayer que, en rigor de verdad, los argentinos nos vamos acomodando, nos adaptamos, con suma ductilidad, aunque refunfuñemos, a ciertas cuestiones demenciales que debieran sacarnos de quicio y movilizarnos de otra manera. 

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“Te acostumbrás”, me pontificó, despejando incluso con tal frase, cualquier sombra de duda que pudiera subsistir aún. No hay pena ni atropello que no se nos haya puesto de manifiesto, y, sin embargo, continuamos erguidos como sociedad y metidos cada quien en lo suyo. 

La escasa atención que le brindamos a los sucesos del entorno, tal vez tenga mucho que ver con las instancias personales de cada sujeto. Las ocupaciones son cada vez más en base a que el dinero rinde menos. 

Se naturaliza la opción del mayor esfuerzo y la gente dispuesta, sale en pos de ganarse el cada día más caro, pan vital. Una pequeña gran gragea, un botoncito de muestra que nos revuelve la panza, pero, reitero, no todavía como la contingencia requiere de un pueblo auténticamente agobiado y harto. 

Los niveles de corrupción piramidal se elevan a la enésima potencia, revolean bolsos con dinero mal habido en conventos o cuentan plata afanada en sendos videos virales, y todo gira sin más que algún comentario atrevido, desafiando a la ya incorporada manía de soportar y sobrellevar el drama, las culpas de otros. 

No se hace ni siquiera un necesario gasoducto y luego llegan los “verseros” de siempre, con excusas y mensajes altisonantes. Y los robadores de vacunas contra el Covid se pasean orondos, dando cátedras seguro, de cómo fomentar el buen turismo ahora que todo mundo acató órdenes salvadoras. Hipócritas impíos, exonerados por el poder, como un tal Firmenich o un viscoso Verbitsky. Falsedades convertidas en relatos presumiblemente verídicos, para entretener a la platea boquiabierta, que no despierta.

En tal contexto de locura y terror, no escasean los heridores del campo, los que nada saben del trabajo aguerrido de los productores chicos o medianos, y demonizan al sector, olvidando que de ahí emana el 65 % de lo que consume el argentino. 

Y nos quedaría chico el espacio para ir citando con mayúsculas, si lo desean, los yerros y las tropelías de los poderosos que se apoltronan en sus sillones, bebiendo en copas de oro, el sudor de los humildes. 

Ya probaron el sabor de dominar a una población encerrada y muerta de miedo e incertidumbre y van a ir por más perversidades. Porque no les importa subsanar las necesidades básicas, ni mejorar la calidad de vida del ser humano; sólo ansían llenar sus propias arcas, permanecer y ampliar la red de mantenidos por el Estado, que son los votantes cautivos, los temerosos que no se irán del redil por no perder sus planes sociales. 

Mientras la inflación consume las billeteras y separa a familias enteras, ahorcadas y sin solución, al tiempo que la inseguridad y la droga incrementa su paso fuerte y mortal, se encienden los doble discursos, las linternitas de los jetones de ocasión, charlatanes de bar, sin programas efectivos para mutar tanta mugre. 

Te acostumbrás, es cierto y penoso, a convivir con la putrefacción y contemplar sin esperanzas el panorama difuso del país que amás. 

Por Mario Delgado.-   

  

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 Farmacias de turno en Olavarría Facultad de Derecho