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Opinión

Participación vecinal

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La conmovedora acción de los vecinos de Sierras Bayas, aquél 10 de enero, debiera incentivar todavía a ensamblar enseñanzas de esa crucial embestida humana, que colocó a dos mil almas en torno a una Plaza Central, con un interés común.

Plantear la cuestión de la intromisión política partidaria, y de oposición nada menos, dentro de las filas protestantes de ese día (hubo incluso otras movidas los días posteriores, aunque con menor concurrencia), es un eje o una arista a contemplar, por supuesto.

No podríamos descartar, al pretender una columna de opinión ecuánime, que pudo existir algún criterio netamente “chicanesco” (licéncienme el término, ya que hablamos de política) en ciertos asistentes que, dicho sea de paso, tomaron o no el inalámbrico para exteriorizar su sentimiento.

En tales momentos, se desboca hasta el más tranquilo, puesto que el entorno favorece, envalentona al sujeto. Lo colectivo atrapa más que la postura individual.

Seguramente la pasión, la vibración del dolor, hizo gritar reclamos contenidos a viva voz. La participación vecinal, ciudadana, no obstante, mis amigos, no es menester que se menosprecie o ningunee: juntar en escasas horas, dos mil voluntades, insisto, no es común por estas latitudes tan proclives al conservadurismo.

Entonces, la cuestión amerita un blanco sobre negro: habrá que diferenciar a los voceros o representantes de un lineamiento equis, contrario al señor Intendente, de los auténticos expositores de una imperiosa necesidad sierrabayense, que trasciende al caso tétrico y lamentable de la muerte de la señora Vigneau, puesto que los sucesos de inseguridad denunciados esa ocasión con lujo de detalles, han continuado, haciendo blanco, por citar un repulsivo ejemplo, al propio Museo de la localidad.

Lo que demuestra que lo experimentado esa jornada imborrable, tiene oxígeno, posee consistencia. No fue, a mi modesto entender, amigos, un tema para deslindar, para olvidar, o para entrelazar solamente con ese instante de movilidad popular histórica. Porque hay quienes se encuentran distendidos hoy, ante la resolución del crimen de la anciana del barrio Villa Arrieta. Y es positivo que se haya descubierto el telón a tiempo. Pero la cosa en sí, el drama de los “chorros” en el pueblo, continúa.

Hay que recapacitar una vez más. La gente fue motivada esencialmente por ese homicidio y por el del señor Miguel Leal, ocurrido el 25 de octubre del pasado 2.016. Sin embargo, y aquí viene lo incisivo del tópico: también los vecinos fueron por la inseguridad palpable en sí. Lo que traducido daría que los ciudadanos se expusieron por un pedido conciso: “Basta de delitos”. Este, convengamos, no es un aditamento conveniente para llevarlo (o utilizarlo) para un redil político en especial; por el contrario, lo grato sería en todo caso, barrer la mugre entre todos de una bendita vez.

O sea, si alguien anhelaba torcer la marcha para su reducto, no lo consiguió de ninguna manera. En el montón, se mimetizaron tal vez, militantes anti Galli. Mas la evolución de los parámetros, los hizo chocar y quedaron sin reacción. Y la presentación días posteriores del famoso petitorio ante la Delegación, reafirma el espíritu de esta columna.

La marcha fue única y seguramente irrepetible, al menos por ahora. Por ende, oportuno habría de ser, escuchar el timbre de voz del pueblo. Y el pueblo cuando se harta, sale a la cancha. Pese a los personeros del mal, pese a que todos se conocen. El miedo se vence y se reclama con vehemencia comprensible. Después de todo, los funcionarios están al servicio de la población y han de ubicarse, dónde ella esté. ¿O no?

Por Mario Delgado.-

 

Opinión

Lo bueno de tener prioridades

Tener prioridades es realmente óptimo: sugiere, entre otras cosas, que el individuo o los gobiernos de los tres niveles, poseen un criterio juicioso, y cuentan, además, con un proyecto de vida de largo alcance.

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Marcar las cuestiones a realizar o resolver con premura, habla bien y nos habilita a creer que hay una contemplación completa de la realidad, y, en base a tal visión, se planea un estricto núcleo de objetivos a cumplimentar. 

Marchar por la senda sin rumbo, sin norte ni guía, es mala o necia, al menos, señal. Por tal motivo se interpela siempre a cada quien, contar con una agenda al alcance de la diestra. Y activar los hilos en consecuencia, desde luego. 

A propósito, este pequeño marco introductorio pretende depositarnos, mis amigos, en un ítem crucial para la concreción individual y colectiva como ciudadanos plenos. Y, conviene por cierto mencionar, la imposibilidad de seguir guitarreando en esta temática que ofreceremos, y desprenderla lo antes posible, de fanatismos partidistas. Me refiero en concreto a la Educación nuestra, en esta nación gloriosa. 

Se ha difundido hace horas atrás un informe contundente por parte de la señora Ministra de Educación de CABA que sentencia con supina espontaneidad, los vericuetos de la niñez y adolescencia que no transitan por un camino elogiable en materia de aprendizaje, llegando a terminar la Primaria o estar en Tercer Año de la Secundaria y no saber leer y escribir sin yerros y tampoco poder comprender y explicar con palabras propias, un texto cualquiera. 

Tamaña deficiencia se ata, en cierta manera, al tiempo de parálisis escolar impreso por la pandemia y la sucesión de cuarentenas. Podríamos asimilar tal contingencia en mayor o menor talante; sin embargo las deducciones del informe van más allá del proceso frontal del Covid 19 y sus medidas aleatorias. El problema a aceptar sin disimulos ni excusas mantiene firme la idea de que, en rigor de verdad, hay un drama previo, un dilema estructural que se agudizó con el virus chino, pero no es solamente esta reciente etapa dispar, entre la virtualidad y la ausencia en las aulas. 

Aún se agrega otro condimento no menor: se ha hecho un relevamiento entre una determinada cantidad de chicos, de entre 12 y 16 años, para averiguar si logran captar los subtítulos de las películas habladas en inglés u otro idioma, en cines o dispositivos hogareños. El análisis resulta desalentador, puesto que la gran mayoría, expresa no alcanzar a leer en tiempo real los zócalos correspondientes, no por interferencias en la visión, sino por no saber leer de corrido. 

El temido abandono del noble hábito de la cotidiana lectura, es una incómoda piedra puntiaguda en el calzado. Y no se notan visos de mejoría. 

Como daño colateral, por otra parte, del virus coronado, se ha comprobado que alrededor de 600.000 alumnos en el territorio nacional y 200.000 en la Provincia de Buenos Aires, no retornaron a sus establecimientos educativos al abrirse la famosa y tardía presencialidad. 

Un escándalo, sin objeciones de ninguna naturaleza. ¿Y ahora, quién carga con semejante cruz social? Porque, ¿alguien puede aseverarnos que tales pibas y pibes, volverán raudos a sus obligaciones escolares, al ser visitados por un docente o asistente social?

Una auténtica lástima que redobla la apuesta a constatar en qué sitio hemos colocado a la educación. Obvio, que ha descendido varios peldaños de cómo supo hallarse situada otrora. 

Por Mario Delgado.-  

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Opinión

Te acostumbrás 

Un amigo, un poco mayor que yo, me graficaba ayer que, en rigor de verdad, los argentinos nos vamos acomodando, nos adaptamos, con suma ductilidad, aunque refunfuñemos, a ciertas cuestiones demenciales que debieran sacarnos de quicio y movilizarnos de otra manera. 

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“Te acostumbrás”, me pontificó, despejando incluso con tal frase, cualquier sombra de duda que pudiera subsistir aún. No hay pena ni atropello que no se nos haya puesto de manifiesto, y, sin embargo, continuamos erguidos como sociedad y metidos cada quien en lo suyo. 

La escasa atención que le brindamos a los sucesos del entorno, tal vez tenga mucho que ver con las instancias personales de cada sujeto. Las ocupaciones son cada vez más en base a que el dinero rinde menos. 

Se naturaliza la opción del mayor esfuerzo y la gente dispuesta, sale en pos de ganarse el cada día más caro, pan vital. Una pequeña gran gragea, un botoncito de muestra que nos revuelve la panza, pero, reitero, no todavía como la contingencia requiere de un pueblo auténticamente agobiado y harto. 

Los niveles de corrupción piramidal se elevan a la enésima potencia, revolean bolsos con dinero mal habido en conventos o cuentan plata afanada en sendos videos virales, y todo gira sin más que algún comentario atrevido, desafiando a la ya incorporada manía de soportar y sobrellevar el drama, las culpas de otros. 

No se hace ni siquiera un necesario gasoducto y luego llegan los “verseros” de siempre, con excusas y mensajes altisonantes. Y los robadores de vacunas contra el Covid se pasean orondos, dando cátedras seguro, de cómo fomentar el buen turismo ahora que todo mundo acató órdenes salvadoras. Hipócritas impíos, exonerados por el poder, como un tal Firmenich o un viscoso Verbitsky. Falsedades convertidas en relatos presumiblemente verídicos, para entretener a la platea boquiabierta, que no despierta.

En tal contexto de locura y terror, no escasean los heridores del campo, los que nada saben del trabajo aguerrido de los productores chicos o medianos, y demonizan al sector, olvidando que de ahí emana el 65 % de lo que consume el argentino. 

Y nos quedaría chico el espacio para ir citando con mayúsculas, si lo desean, los yerros y las tropelías de los poderosos que se apoltronan en sus sillones, bebiendo en copas de oro, el sudor de los humildes. 

Ya probaron el sabor de dominar a una población encerrada y muerta de miedo e incertidumbre y van a ir por más perversidades. Porque no les importa subsanar las necesidades básicas, ni mejorar la calidad de vida del ser humano; sólo ansían llenar sus propias arcas, permanecer y ampliar la red de mantenidos por el Estado, que son los votantes cautivos, los temerosos que no se irán del redil por no perder sus planes sociales. 

Mientras la inflación consume las billeteras y separa a familias enteras, ahorcadas y sin solución, al tiempo que la inseguridad y la droga incrementa su paso fuerte y mortal, se encienden los doble discursos, las linternitas de los jetones de ocasión, charlatanes de bar, sin programas efectivos para mutar tanta mugre. 

Te acostumbrás, es cierto y penoso, a convivir con la putrefacción y contemplar sin esperanzas el panorama difuso del país que amás. 

Por Mario Delgado.-   

  

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 Farmacias de turno en Olavarría Facultad de Derecho