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Opinión

El fuego quema

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Germán Esteban Navarro jugaba a ser lo que, biológicamente no podía ser: una mujer. A sus jóvenes y plenos 17 años, soñaba con instalar su propia peluquería. Muy apegado a su madre, Graciela Alderete, coincidía con ella siempre, contándole sus secretos y aspiraciones. Sus anhelos y caprichos, su devenir de adolescente que asomaba a un mundo complejo. Por Mario Delgado

En el ambiente se hacía llamar “Mara”. Y caminaba con aires de vedette por una delicada cornisa, la cual impone códigos que han de conocerse y respetarse intrínsecamente. Tenía amigos que lo han descripto como jovial y alegre, displicente y buena persona.

Su historia puede resultar amplia o acotada, depende la interpretación de cada uno. Algo es, de todos modos, evidente, queridos lectores: su apogeo, su vida de aventuras y encuentros nocturnos, se desdibujó de golpe, como si en rigor de verdad, hubiese chocado un iceberg, mucho más contundente y duro que su presunción de purrete inmerso en un universo de ambivalencias, transitando entre la realidad y la fantasía.

Quienes sabían lo que hacía con su vida privada, reaccionaban de dos formas. Aceptando su inclinación femenina y considerándolo tal cual era, sin hipocresías ni dobles intenciones. O también había un segundo estándar que lo “utilizaba” cual pieza de diversión y luego desechaba con una singular indiferencia.

Esteban manejó sin dudas, un timón de un potente barco en tumultuosas aguas. Y las aguas al fin lo devoraron. Parte visible y concreta de una imagen que los conservadores y pseudo puritanos no querían observar ni cerca. O simulaban no querer ni oír hablar de él o ella.

Da la impresión que sus andanzas lo llevaron a sitios de élite. Una fiesta, que lo tuvo como protagonista, en el ex Comando de Patrullas, no fue un hecho insignificante en su momento. Allí, junto a otras personas, hicieron las veces de “odaliscas” de los uniformados.

Aquello revolvió el avispero más de lo esperado. Y más de lo debido incluso. La obscuridad no tiene buen diálogo con la luz. Las consecuencias estallaron y al poco andar, el citado Comando dejó de existir.

Lo trágico es que a su vez, Germán también. Los cabos sueltos se podrían asir y las hipótesis bullen. Las versiones circularon cual reguero de pólvora. Mala cosa. Un 28 de octubre de 2004, hace ya una década, Esteban se despidió de su progenitora y ya nunca regresaría a casa. Impía la muerte se lo deglutió, dejando tras de sí una estela inconmensurable de idas y vueltas sin resolución.

El poder, desde algún costado, mantenía una vinculación con “Mara”. Nombres pretendidamente célebres de la ciudad, desfilaban por la alcoba de la travesti que se veía a sí misma como una futura peluquera de lujo.

Y los secretos han de mantenerse bajo siete llaves en estas lides ocultas. Y a veces, la indignación podía más que el pudor y el cerrar la boca. Actitud molesta sin atenuantes la de que te “quemen” delante de alguien. Más si ese alguien, es la esposa o novia.

Dijeron por ahí que lo divisaron en la Ruta 226 y Rivadavia aquél 28. Otras especulaciones apuntaron a que había viajado a Azul, a una fiesta de esas. Sin embargo, nada acaeció hasta el 26 de abril del 2005, fecha en la que se descubren restos de un Esteban ya mutilado.

La lucha inquebrantable de su madre no ha cedido ante nada y ante nadie. Su llanto se ha vertido y se ha tenido que enjugar millones de oportunidades. Y el “vals” desentonado de testigos que declararon sesgadas, fragmentadas circunstancias.

Compañeros de batalla de “Mara”, explicaron menos de la cuenta. El fantasma del miedo y de las amenazas, se posó poco sutil encima de estas personas. Algunas, presas del temor, abandonaron la noche y se distanciaron de la mamá de Esteban. El miedo, amigos míos, no es zonzo.

De ahí en adelante un empinado vía crucis con promesas que continúan en el plano teórico. Funcionarios, abogados, fiscales y el vacío cósmico de no hallar contestación al interrogante esencial: ¿qué ocurrió?

Las elucubraciones permanecen en el interior del corazón de Graciela. Por lo bajo, las ideas arrimadas son variopintas y no tan descabelladas, de seguro. Un sospechoso que ya no es y un mar de dolor que no se aquieta, pese al devenir de los almanaques.

Germán o “Mara” es un símbolo de la impunidad hoy. Y un sensible significado su caso, del amor incondicional de una madre que, preocupándose como lo hace, hurgando como es su costumbre, y amando como ama, a ese hijo que dejó un sitial sin completar, se acerca quizá sin saberlo o proponiéndoselo, al encuentro con él en los cielos.

Por Mario Delgado.-

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Opinión

Lo bueno de tener prioridades

Tener prioridades es realmente óptimo: sugiere, entre otras cosas, que el individuo o los gobiernos de los tres niveles, poseen un criterio juicioso, y cuentan, además, con un proyecto de vida de largo alcance.

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Marcar las cuestiones a realizar o resolver con premura, habla bien y nos habilita a creer que hay una contemplación completa de la realidad, y, en base a tal visión, se planea un estricto núcleo de objetivos a cumplimentar. 

Marchar por la senda sin rumbo, sin norte ni guía, es mala o necia, al menos, señal. Por tal motivo se interpela siempre a cada quien, contar con una agenda al alcance de la diestra. Y activar los hilos en consecuencia, desde luego. 

A propósito, este pequeño marco introductorio pretende depositarnos, mis amigos, en un ítem crucial para la concreción individual y colectiva como ciudadanos plenos. Y, conviene por cierto mencionar, la imposibilidad de seguir guitarreando en esta temática que ofreceremos, y desprenderla lo antes posible, de fanatismos partidistas. Me refiero en concreto a la Educación nuestra, en esta nación gloriosa. 

Se ha difundido hace horas atrás un informe contundente por parte de la señora Ministra de Educación de CABA que sentencia con supina espontaneidad, los vericuetos de la niñez y adolescencia que no transitan por un camino elogiable en materia de aprendizaje, llegando a terminar la Primaria o estar en Tercer Año de la Secundaria y no saber leer y escribir sin yerros y tampoco poder comprender y explicar con palabras propias, un texto cualquiera. 

Tamaña deficiencia se ata, en cierta manera, al tiempo de parálisis escolar impreso por la pandemia y la sucesión de cuarentenas. Podríamos asimilar tal contingencia en mayor o menor talante; sin embargo las deducciones del informe van más allá del proceso frontal del Covid 19 y sus medidas aleatorias. El problema a aceptar sin disimulos ni excusas mantiene firme la idea de que, en rigor de verdad, hay un drama previo, un dilema estructural que se agudizó con el virus chino, pero no es solamente esta reciente etapa dispar, entre la virtualidad y la ausencia en las aulas. 

Aún se agrega otro condimento no menor: se ha hecho un relevamiento entre una determinada cantidad de chicos, de entre 12 y 16 años, para averiguar si logran captar los subtítulos de las películas habladas en inglés u otro idioma, en cines o dispositivos hogareños. El análisis resulta desalentador, puesto que la gran mayoría, expresa no alcanzar a leer en tiempo real los zócalos correspondientes, no por interferencias en la visión, sino por no saber leer de corrido. 

El temido abandono del noble hábito de la cotidiana lectura, es una incómoda piedra puntiaguda en el calzado. Y no se notan visos de mejoría. 

Como daño colateral, por otra parte, del virus coronado, se ha comprobado que alrededor de 600.000 alumnos en el territorio nacional y 200.000 en la Provincia de Buenos Aires, no retornaron a sus establecimientos educativos al abrirse la famosa y tardía presencialidad. 

Un escándalo, sin objeciones de ninguna naturaleza. ¿Y ahora, quién carga con semejante cruz social? Porque, ¿alguien puede aseverarnos que tales pibas y pibes, volverán raudos a sus obligaciones escolares, al ser visitados por un docente o asistente social?

Una auténtica lástima que redobla la apuesta a constatar en qué sitio hemos colocado a la educación. Obvio, que ha descendido varios peldaños de cómo supo hallarse situada otrora. 

Por Mario Delgado.-  

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Opinión

Te acostumbrás 

Un amigo, un poco mayor que yo, me graficaba ayer que, en rigor de verdad, los argentinos nos vamos acomodando, nos adaptamos, con suma ductilidad, aunque refunfuñemos, a ciertas cuestiones demenciales que debieran sacarnos de quicio y movilizarnos de otra manera. 

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“Te acostumbrás”, me pontificó, despejando incluso con tal frase, cualquier sombra de duda que pudiera subsistir aún. No hay pena ni atropello que no se nos haya puesto de manifiesto, y, sin embargo, continuamos erguidos como sociedad y metidos cada quien en lo suyo. 

La escasa atención que le brindamos a los sucesos del entorno, tal vez tenga mucho que ver con las instancias personales de cada sujeto. Las ocupaciones son cada vez más en base a que el dinero rinde menos. 

Se naturaliza la opción del mayor esfuerzo y la gente dispuesta, sale en pos de ganarse el cada día más caro, pan vital. Una pequeña gran gragea, un botoncito de muestra que nos revuelve la panza, pero, reitero, no todavía como la contingencia requiere de un pueblo auténticamente agobiado y harto. 

Los niveles de corrupción piramidal se elevan a la enésima potencia, revolean bolsos con dinero mal habido en conventos o cuentan plata afanada en sendos videos virales, y todo gira sin más que algún comentario atrevido, desafiando a la ya incorporada manía de soportar y sobrellevar el drama, las culpas de otros. 

No se hace ni siquiera un necesario gasoducto y luego llegan los “verseros” de siempre, con excusas y mensajes altisonantes. Y los robadores de vacunas contra el Covid se pasean orondos, dando cátedras seguro, de cómo fomentar el buen turismo ahora que todo mundo acató órdenes salvadoras. Hipócritas impíos, exonerados por el poder, como un tal Firmenich o un viscoso Verbitsky. Falsedades convertidas en relatos presumiblemente verídicos, para entretener a la platea boquiabierta, que no despierta.

En tal contexto de locura y terror, no escasean los heridores del campo, los que nada saben del trabajo aguerrido de los productores chicos o medianos, y demonizan al sector, olvidando que de ahí emana el 65 % de lo que consume el argentino. 

Y nos quedaría chico el espacio para ir citando con mayúsculas, si lo desean, los yerros y las tropelías de los poderosos que se apoltronan en sus sillones, bebiendo en copas de oro, el sudor de los humildes. 

Ya probaron el sabor de dominar a una población encerrada y muerta de miedo e incertidumbre y van a ir por más perversidades. Porque no les importa subsanar las necesidades básicas, ni mejorar la calidad de vida del ser humano; sólo ansían llenar sus propias arcas, permanecer y ampliar la red de mantenidos por el Estado, que son los votantes cautivos, los temerosos que no se irán del redil por no perder sus planes sociales. 

Mientras la inflación consume las billeteras y separa a familias enteras, ahorcadas y sin solución, al tiempo que la inseguridad y la droga incrementa su paso fuerte y mortal, se encienden los doble discursos, las linternitas de los jetones de ocasión, charlatanes de bar, sin programas efectivos para mutar tanta mugre. 

Te acostumbrás, es cierto y penoso, a convivir con la putrefacción y contemplar sin esperanzas el panorama difuso del país que amás. 

Por Mario Delgado.-   

  

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 Farmacias de turno en Olavarría Facultad de Derecho